Con una carrera solista de apenas seis años, Mateo Sujatovich ya es considerado por muchos el nuevo referente del rock nacional. En Jet Love (2024) se reafirma como un compositor de melodías eternas.
Proveniente de una familia de músicos, Mateo entró en contacto con la música desde muy pequeño, viendo a su padre -Leo Sujatovich, pianista, compositor y tecladista de Spinetta Jade- tocar en el living de su casa.
Durante su adolescencia vivió en España, donde tomó sus primeras clases de guitarra junto a Claudio Gabis, guitarrista de Manal, una de las bandas fundacionales del rock argentino. En esas primeras canciones que aprendió, conectó de una forma muy natural con las bandas de su país natal que lo hacían sentir, de alguna forma, más cerca aunque sus ganas de retornar eran imparables.
Tras regresar a Argentina, trabajó varios años con su papá realizando jingles publicitarios, hasta que decidió despegarse de la inevitable etiqueta que le tocaba de ser el “hijo de” y comenzó un proyecto propio donde podía crear sus propias historias. Sin demasiada expectativa con su primer álbum Conociendo Rusia (2018), editado por Geiser Discos, demostró su habilidad innata para dar vida a canciones que resuenan fácilmente en las cabezas de todo aquel que las escucha.
En su segundo álbum, Cabildo Y Juramento (2020), redobló la apuesta y comenzó a trabajar con el productor Nicolas Cotton, en quien encontró un amigo y confidente para compartir todas las melodías que rondaban en su mente. La recepción resultó tan positiva que recibió la nominación a Mejor álbum del año en los Premios Gardel 2020, marcando el camino a muchos artistas que surgieron a partir de ese material.
Siendo un trabajo lanzado durante la pandemia, no pudo presentarlo en vivo. Terminado el confinamiento, decidió salir a tocar las canciones en la esquina porteña que le da nombre al álbum, y así comenzó una relación de amor con su público que no tuvo vuelta atrás. Esta costumbre se volvió uno de los sellos del artista y generó varios momentos memorables, como aquella vez que en pleno Mundial de Fútbol 2022, junto a una fan, abrió un paquete de figuritas del álbum oficial y sacó la figurita de Lionel Messi.
En La Dirección (2022), decidió contar con la participación de su papá como director de orquesta, transformando grandes canciones en himnos eternos y encontrando el camino de su sonido, que remite a sus grandes referentes: Charly García, Fito Páez y Andrés Calamaro. Para los amantes de la música de los 80 y los 90, Conociendo Rusia se transformó en un espacio donde conectar con la música actual y sentirse a gusto.
En 2024 estrenó Jet Love, lanzada por el mismo sello que sus antecesores álbumes, que contiene 11 canciones, entre ellas colaboraciones con Natalia Lafourcade en “Cinco Horas Menos” y con Tiago Iorc en “Late Más”.
Luego de haber tenido el placer de colaborar con Fito en “Tu Encanto”, con David Lebón en “Tiempo Sin Sueños” y con Calamaro en “La Rueda Mágica”, confiesa que aunque ahora sean colegas y se codee con ellos, no deja de verlos como sus ídolos.
Ser un artista solista no es una tarea fácil. En épocas donde el género urbano copa la escena y los artistas lanzan únicamente sencillos, Sujatovich sigue apostando por las guitarras y los álbumes.
En una jornada soleada, tras realizar la sesión de fotos en las canchas de tenis del Club Belgrano, a Mateo se lo nota enfocado y exultante por contar cómo atraviesa este gran momento que vive ¿Cómo se compone un hit? ¿Cómo se trabaja con la expectativa a la hora de sacar nuevo material? ¿Qué es una gran canción? Estos son algunos de los interrogantes que tratamos de develar en esta conversación exclusiva de Billboard.
“Es más inspirador el movimiento que la quietud”.
El tenis es un deporte individual, como una carrera solista. Podés estar acompañado, pero el que decide a dónde va a ir la pelota sos vos.
El tenista, al igual que un músico solista, se encuentra solo al momento de decidir. Tienen equipos alrededor, pero son ellos los que tienen que poner la cara, el cuerpo. Es muy distinto a tener una banda. Ser solista es todo un desafío, pero a la vez es un universo natural, tu vida que va pasando a través de la música y de las ideas y me parece que el solista es muy solista.
Tenés una relación importante con los deportes, desde chico…
Siempre me gustó jugar a todo, creo que el juego es algo que a mí me forjó mucho. Me hizo convertirme en una persona que siempre está buscando el desafío, porque es parte del juego. Crecer se logra en base a desafíos. Alguien que está en búsqueda se pone desafíos para crecer como persona y seguir transformando la vida en algo que te complete más.
¿Es verdad que cuando vivías en España te probaste en el Real Madrid?
Cuando vivíamos en Argentina yo le insistía a mi familia para que me llevaran a probarme a algún club, pero a algún club cercano a mi casa. Lo que pasa es que, como nos mudamos a España, el club que empezó a estar cerca era el Real Madrid (risas). Imaginate que me fui a probar al club más competitivo de Europa. Terminé jugando en una escuela del club, no en las inferiores, pero siempre estuve muy ligado al fútbol.
En ese momento empiezan tus primeras clases de guitarra con Claudio Gabis y tu conexión con ese instrumento.
Sí, en Madrid cuando era chico la guitarra fue una compañera fiel, ante cierta soledad que yo tenía. Era una especie de inmigrante que tenía ganas de volver a su casa, entonces estaba bastante en la mía. La guitarra me unió a mí mismo y con la música de Argentina, empecé a sacar canciones y a conocer música por la pasión de sacarlas con la guitarra.
¿En qué guitarra pensás cuando recordás esas primeras clases?
Mi primera guitarra fue una criolla que mi viejo me compró allá en España. Por alguna razón siempre dicen que es importante arrancar a tocar con una criolla. Ahora no la suelo tocar, pero es un instrumento noble. La madre de las guitarras.
“…cuando era chico la guitarra fue una compañera fiel, ante cierta soledad que yo tenía”.
¿Cuál es el primer guitarrista del que te enamoraste?
La primera clase que tuve, Claudio puso “Hey Joe” de Jimi Hendrix, que es un clásico, y es armónicamente sencillo porque tiene todos acordes mayores: Do, Sol, Re, La y el Mi7 más raro. Me vino bien para empezar a aprender los acordes, pero ahí también me di cuenta de lo que tocaba Hendrix y los solos y eso no lo había escuchado nunca, o al menos nunca le había prestado atención de ese modo. Fue un torbellino de emociones y volví a mi casa dándome cuenta que la vida me había acabado de cambiar, no fue lo mismo. A partir de ahí empecé a buscar discos en disquerías, mirar guitarristas, preguntarle a mi viejo: “Che, este ¿quién es?”.
Las bandas argentinas empiezan a cumplir un rol importante en tu vida.
El hecho de estar afuera y escuchar la música que sonaba acá, hacía que romantizara todo por dos. Empecé a descubrir viejos grupos, escuchándolos fuera de casa. Todo eso hacía que la vuelta fuera obligatoria. No quedaba otra que volver.
¿Qué aprendiste haciendo jingles para publicidades, al volver al país?.
La música publicitaria tiene cierto grado de efectividad que se precisa al menos para que le guste al publicitario; tenés el objetivo de que le guste a alguien en particular. Eso dista bastante a la hora de hacer canciones, porque uno no está buscando la efectividad de que del otro lado a alguien le guste, pero sí que alguien lo entienda, aunque sea raro, pero que eso raro se entienda. En el universo de la canción se busca cierta armonía, algo cerrado, eso que se llama una canción redondita. Se usa ese término porque es algo equilibrado.
Es interesante conocer esa estructura de raíz para después saber cómo romperla.
Romper eso es algo que está muy dado porque no tenés una bajada de línea de alguna marca, no tenés que hablar sobre algo en particular, estás hablando de tus ideas, de tu historia. Ya la premisa es distinta y no hay obligación de que le guste a nadie, de que sea un hit, ni de que sea recordable.
Las etiquetas son odiosas pero existen ¿Te pesó en algún momento ser “hijo de” considerando que estabas empezando a trabajar en la misma industria?
Trabajar para otros no deja de ser el camino de uno.Yo tenía esta disyuntiva que era tocar para otros grupos, trabajar para las marcas, y había algo de eso que no me terminaba de llenar. Por eso es que termino haciendo Conociendo Rusia, que era el modo de hacer música para mí, bajo mis propias condiciones. El nombre del grupo puede tener que ver con esto de correrme de un apellido familiar y de escapar de ser el “hijo de”.
Ahora a Leo le toca ser el “padre de”...
Y bueno, ya me tocó a mí muchos años (ríe). Ahora compartimos eso. Yo pude empezar a disfrutar ser el “hijo de” mucho más porque me di cuenta de lo que valían mis propias ideas. Y obvio que aprendí muchísimo de mi papá, tuve la facilidad de que me enseñara muchísimas cosas,o de ver el universo de la música desde muy cerca, verle las manos tocando el piano, estás muy avanzado cuando tenés a alguien al lado que te muestra cómo se construye la cosa. Nada que ver con el universo de contactos: jamás tuve la facilidad de que mi viejo me abriera la puerta para tocar en algún lugar… Yo subí mi disco a YouTube y la gente lo escuchó por ahí. No había apellido que te hiciera mejorar un algoritmo.
El proyecto que tuviste antes de Conociendo Rusia, fue Detonantes ¿Con qué te quedás de esa experiencia?
Fueron mis primeros pasos como guitarrista arriba de un escenario y comprometido con un proyecto. Cuando el músico se enamora de la banda que tiene, vive un vínculo con sus compañeros muy fuerte, de mucha apropiación: te enamorás, te casás y batallás por un proyecto. Aprendí cómo se llevaba a cabo un proyecto porque tenía a Joaco Carámbula, que es un súper líder natural de proyectos. Conocí muchos lugares y grabamos un disco. Cuando arranqué con mi proyecto, ese era una aprendizaje que ya estaba adquirido.
¿En qué momento decidiste que estabas listo para encarar algo solo?
Creo que ya había algo del rol de guitarrista y de no componer que no me representaba tanto; por eso me corro y me pongo el objetivo de grabar mi propia música. Me fue llevando la vida, me obligó, me dijo: “Esto es lo que te queda por hacer”.
Una separación en ese momento hace que haya una necesidad de decir algo, de contar, de expresar. Canciones que piden salir…
Tal cual, cuando te pasa algo como una separación, una pérdida, o algo que te quema, cuando las experiencias necesitan ser contadas de algún modo. Ese fuego me dio muchísima valentía para mostrar lo mío. Es una gran dificultad que tienen los artistas: salir a mostrarse.
¿Qué es lo que te gusta del trabajo de Nico Cotton que hace que lo vuelvas a elegir como productor?
El solista necesita de socios porque obviamente hacés todo vos pero no, hay equipo en todos lados. En el universo de la música, Nico es un compañero al que siempre le fui mostrando mis primeras ideas. Está bueno siempre que haya alguien del otro lado para seguir trabajando y que te dé su opinión. Él es una figura de mucha seguridad y un amigo que te mejora la música siempre.
¿Cómo te enfrentás al rechazo? Cuando traés algo que te parece maravilloso y del otro lado no ves la misma impresión.
Eso va a depender. Si tengo seguridad sobre algo no hay nada que me pare, no existe el no. Si hay dudas, el no va a pesar.
¿Cuáles son los desafíos de sacar un cuarto disco?
Armar una lista para el show en vivo, donde tenés que meter 10 temas nuevos y tenés que sacar otros 10. ¿Qué se mete y qué se saca? Hacer un disco nuevo renueva mucho la energía del show, la energía del grupo, y es muy lindo tener algo nuevo que refresque el proyecto.
¿Cómo te llevás con la expectativa?
Creo que en general siempre fue mucho mejor de lo que pensé. Sacar un primer disco con cero expectativas y ver donde terminó. Me pasó lo mismo con el segundo, tercero y cuarto, y eso hace que en un punto sienta que ya gané. Pero cuando te va bien querés más, seguir mejorando, ir a lugares a los que no fuiste, son esos objetivos que te ponés para crecer.
Hay temas que se repiten en tus discos: los viajes, las direcciones, el destino, ¿qué representan para vos?
El viaje es gran parte de la historia del músico. El viaje es hacer que las canciones estén en movimiento, se canten en distintos lugares, encontrarse con la gente, que esa noche se junte un grupo de amigos para ir a verte, es sentir que tu música te está llevando por lugares, es fuerte y hermoso. Y en los viajes siempre pasan cosas que vienen bien para escribir; es más inspirador el movimiento que la quietud.
¿Tenés más ideas cuando estás en movimiento?
Sí, por lo general tengo más ideas cuando estoy caminando que cuando estoy sentado.
¿Sos de sentarte a escribir aunque no tengas una idea concreta en la cabeza?
Sí, componer es sentarse y buscar, estar un rato, y la inspiración aparece ahí también. Hay que sentarse a laburar.
¿Cómo es una buena canción?
Tiene que tener una buena mezcla de letra, temática, melodía y armonía. La producción también tiene que ser buena pero con una mala producción y una buena canción, puede zafar igual.
En este disco siento que Conociendo Rusia quiere volver a ser Mateo de a ratos, ¿es así?
Yo creo que Conociendo Rusia siempre fue Mateo, pero me parece que hay algo donde El Ruso fue una figura construida desde el principio como algo más corrido, un poco más extremo que Mateo, y creo que hoy El Ruso y Mateo se sientan en la misma silla. Al Ruso me lo traje cada vez más para acá.
¿Cómo se eligen las colaboraciones y cómo se decide cuáles entran en los discos?
Cuando está dentro del disco es porque confío en esa gente, me tienen que gustar como personas y como músicos. Leiva y Natalia (Lafourcade) son artistas que escucho desde muy chico y los disfruto. A Tiago (Iorc) lo empecé a escuchar hace poco y me encanta. Pero obvio que soy selectivo, las canciones no se rifan.
A la hora de escribir, ¿te imaginás a un determinado artista colaborando o una vez que terminás la canción empezás a pensar con quién colaborar?
Depende, cuando hice “Tu Encanto” sentí que era la canción más Páez que podría haber hecho, entonces me parecía una obviedad invitarlo. Con otras lo fui madurando hasta que elegí.
¿Cómo fue la experiencia de trabajar con Fito? Tenías un póster suyo.
A mí en el póster me gusta tenerlo siempre, solo que también se puede conversar y trabajar y divertirse con el del póster. Los ídolos no dejan de ser ídolos nunca, porque te nutriste con ellos y seguís escuchándolos. Pero son personas con sus inseguridades, temores, y cuando te abren la puerta de sus canciones se puede compartir. A Fito le dí el demo de la canción con una segunda estrofa que no estaba escrita y por suerte le gustó.
¿Cuál es la canción que más te enorgullece haber escrito?
Todas. Todas valen un gol.
¿Cómo te llevás con esta nueva generación de artistas urbanos?
Me llevo bien, pero no tengo demasiado contacto. Son colegas con los que no tengo mucha cercanía generacional, pero admiro su trabajo y su talento. Argentina tiene exponentes mundiales con mucho swing.
¿Hay alguno que te emocione como oyente?
Me gustan mucho los Lemon Twigs, me gusta Billie Eilish, Post Malone. El pop más tradicional, no tanto el género urbano.
¿De qué manera renovás un show, sobre todo cuando el venue se repite?
Tengo un disco nuevo, me quedé sin balas y ahora estoy lleno de nuevo de nueva energía, nueva música. Tengo vestido el universo de Conociendo Rusia con otras cosas y eso es súper entretenido, me genera mucho deseo. Buenos Aires es una ciudad que siempre es muy generosa conmigo. En tiempos difíciles dar un concierto en el que tengo dos horas para darle todo lo que yo tengo a la gente y que ellos lo disfruten es increíble. Además, el show lo hacen ellos.
Tenés una relación muy especial con el público, me parece muy noble tocar de forma gratuita en esquinas de ciudades para que todos tengan la oportunidad de vivir durante un rato un show tuyo.
Esa idea surgió a la semana de haber sacado Cabildo y Juramento, donde tocamos en esa esquina. Empecé a tener una respuesta muy linda cantando con la gente en la calle. Mi objetivo ahora es buscar mis esquinas en cada ciudad del mundo.