
Un día como hoy pero en 2017, Olavarría fue testigo del pogo más grande de la historia nacional, una procesión que, sin saberlo, se convertiría en la despedida definitiva del Indio Solari de los escenarios. La ciudad, que en otro tiempo le había cerrado las puertas a Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, se transformó en el epicentro de la peregrinación ricotera. Desde la noche anterior, las calles parecían una postal de la contracultura argentina: avenidas convertidas en campings improvisados, banderas que ondeaban entre postes de luz, fogatas y parlantes que escupían esos himnos que ya todos conocían.
Cuando comenzó a oscurecer, una masa de más de 200 mil personas se desplazó hacia el predio La Colmena para ver al Indio Solari y Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado. La jornada inició con "Barbazul vs El Amor Letal", y el campo se transformó en una ola de cuerpos en movimiento. Sin embargo, la euforia pronto se tornó en preocupación. Desde el escenario, el cantante miraba el mar de gente y advertía lo que pocos querían reconocer: la multitud estaba fuera de control. Lo que comenzó como un ritual festivo terminó con desbordes, desesperación y tragedia.
El show continuó, pero algo había cambiado. El Indio y su banda optaron por temas más calmos, intentando aquietar las aguas de un mar ya revuelto. Cuando la última nota se perdió en la noche, la noticia se volvió un golpe: dos personas habían muerto. Javier León, de 42 años, y Juan Francisco Bulacio, de 36, no lograron salir del pogo eterno.
Las investigaciones apuntaron a la productora del evento, En Vivo S.A., y sus responsables fueron imputados por homicidio culposo. La sobreventa de entradas, la falta de control y la organización caótica pintaron un cuadro de negligencia que tiñó de luto una noche que debió haber sido pura celebración.
Tras aquella noche, el músico dejó atrás los escenarios masivos y solo volvió a presentarse de manera virtual o en formatos reducidos. Ocho años después, Olavarría sigue siendo un punto de referencia en la geografía ricotera. Un altar invisible en el que miles de fieles reviven, entre relatos y recuerdos, la última gran misa de un profeta que eligió callar antes de ver caer su propio mito.