
Durante dos fines de semana de abril, Quilmes Rock volvió a reunir a miles de personas en el predio de Tecnópolis con una grilla potente, espíritu festivalero y momentos inolvidables. Entre los grandes artistas que pasaron por el escenario —como Dillom, Andrés Calamaro, Miranda!, Los Fabulosos Cadillacs, Bersuit y La Beriso— también hubo espacio para propuestas que sumaron al ritual colectivo desde otros lugares.
Una de ellas fue la presencia de Buhero Negro, que se hizo presente con una barra de fernet que invitaba a disfrutar del festival con una copa en la mano y entre amigos. Sin shows, ni tatuajes, ni exhibiciones, la marca eligió una activación clara, directa y alineada con su identidad: estar cerca de quienes viven la música intensamente.

La barra, ubicada dentro del predio, fue punto de encuentro para quienes buscaban un trago clásico sin perderse nada del escenario. Con una estética sobria pero reconocible, Buhero Negro apostó a consolidar su vínculo con la comunidad rockera desde la simpleza y la autenticidad.
Mientras la música sonaba fuerte en cada jornada, la propuesta de la marca se mantuvo como un acompañamiento silencioso pero constante. Esa copa en la mano, compartida entre amigos o brindada en pleno pogo, fue parte del paisaje de un festival que celebró el presente de la música argentina.
Con una programación que se extendió durante cuatro días y que tuvo como broche de oro con un show de tres horas de Los Piojos, el Quilmes Rock 2025 dejó postales para el recuerdo. Y en muchas de ellas, también estuvo Buhero Negro.

La elección de activar sin estridencias ni despliegues grandilocuentes respondió a una estrategia clara: apostar por la cercanía. En un contexto donde muchas marcas buscan destacar con experiencias disruptivas, Buhero Negro eligió otra forma de estar: acompañando, sin invadir.
Porque a veces no se necesita más que eso: buena música, un grupo de amigos, y un fernet bien servido para entender por qué el rock se vive mejor así.