
Una noche tibia de diciembre, en la Montevideo de 1995, un grupo de amigos se juntó sin más pretensión que la de matar el calor con acordes y brindis. Era la previa de Navidad y las guitarras sonaban como cuando no hay ni escenario ni futuro que presionar: libres, errantes, sinceras.
En la puerta del bar El Tigre, con una birra compartida y una lista de temas que nacía más del corazón que del ensayo, surgió el germen de lo que años después se transformaría en un fenómeno rioplatense. En esa primera vez, La Vela Puerca no era banda, era pretexto para estar juntos.
Casi 30 años después, el grupo invitó a Billboard Argentina a un recorrido por sus lugares emblemáticos para repasar su historia. Y, como aquella vez, esta vuelta también comienza justo ahí: en la primera sala de ensayos en donde la amistad se afina a fuerza de encuentros.

Hoy un lugar completamente diferente al mismo de 1995, frente a la Plaza Williman, se encuentra lo que fue la primera sala de ensayo que vio nacer a La Vela Puerca. Ya sin el bar de copas en diagonal, ni la típica parrilla que se ubicaba enfrente, esta zona es residencial y lo barrial quedó en el recuerdo de aquellos que vieron nacer los primeros acordes de la histórica banda de rock uruguaya.
Luego vinieron los toques en boliches minúsculos, las paredes empapeladas de afiches, los parlantes atados con alambre. En cada rincón de Montevideo que pisaron, dejaron algo de esa energía inaugural. Así lo fue la cancha de básquet del club Defensor Sporting en donde año a año, tras un desfile murguero por las calles montevideanas, el sonar de La Vela decía presente, primero ante 20 personas, luego ante 100 y así hasta que debieron dejar de tocar en ese lugar por la cantidad de gente que se agolpaba en su décimo aniversario como banda.
Cada lugar, una huella; cada noche, un mito que se iba tejiendo de boca en boca.
El salto vino con los viajes a Buenos Aires, con las primeras giras, con el Salón Pueyrredón como testigo de un puñado de personas que estaba aprendiendo a corear sus letras como propias. El espíritu, sin embargo, seguía intacto: esa mezcla de murga, rock y esquina; de protesta y ternura; de pogo y abrazo. En cada show, todavía parece sonar el eco de aquella primera reunión de amigos. La banda creció, se profesionalizó, ganó prestigio, pero nunca soltó del todo esa Navidad en que dijeron, sin saberlo, que tocar juntos era lo más parecido a un destino.
Hoy, pasear por los lugares de La Vela Puerca es rememorar una historia de lealtad y raíces. Desde su barrio natal hasta los grandes estadios que supieron llenar, hay un hilo invisible que conecta todo: la emoción de tocar por el simple hecho de hacerlo. Y aunque el mundo haya cambiado, aunque los discos sean otros y las giras más largas, la esencia de aquella noche sigue viva. Porque algunas bandas se forman con casting y contratos, pero otras —las que importan— nacen en una vereda, con una guitarra desafinada y un brindis entre amigos.
En la previa a su presentación en el Cosquín Rock Uruguay, paseamos con Sebastián Enano Teysera y Sebastián Cebolla Cebreiro, las voces líderes de la banda, quienes abrieron su caja de recuerdos de estas tres décadas de LVP.
“Acabamos de llegar de Europa en donde hicimos 10 conciertos en 20 días. Estamos pasando un momento y un año divino, todavía quedan un montón de reencuentros con mucha gente que viene a ver este festejo de 30 años y eso lo hace bastante emotivo. Quizás alguno vaya con su hijo y algún nieto también”, dicen. “Estos 30 años los cumplimos todos; no solamente nosotros, no solamente las canciones. La gente aprovecha este momento para hacerse ese regalo y hacernos esa compañía”.

Primero fue la amistad, después la banda, pero también son socios, son empresarios.
Cebolla: Qué grande que queda “empresarios”, es enorme, es muchísimo… Pero bueno, somos emprendedores, somos una pyme. Somos los más profesionales de los amateurs, es como esa gente grande que nunca quiere crecer, que no abandona a ese niño que tiene adentro. Yo no sé lo que es un Excel, nunca sé cuánta gente va a ir a un show, si está agotado o no.
Fue muy celebrado por su público cuando se subió el video de su primer show. ¿Por qué decidieron publicarlo?
Cebolla: Lo encontramos dentro de un montón de caos. Me acuerdo que estábamos en el bondi por la Argentina, de gira, y lo pusimos para nosotros. A mí me pareció algo que había que subir. Muchos decían: “No, es espantoso, tocábamos horrible”, y yo dije: “Pero es el primer show de la banda… Si tocabas bien, no te creo”. La historia justamente es mostrar un poco cómo nació todo esto.
Enano: Haber tenido la suerte de que Mau, un amigo, tuviera una cámara y que lo haya filmado de punta a punta, es histórico. No sé cuántas bandas tienen eso, entonces nos pareció un documento súper valioso. Ese fue el puntapié inicial, ese concierto nos dio muchísimas cosas. Esa tocada yo la presenté al concurso que luego ganamos y nos abrió puertas. Fue una pelea fundamental y con inconsciencia, porque nosotros no sabíamos qué íbamos a hacer la semana entrante, si íbamos a tocar de nuevo o no, ni idea. De hecho, teníamos tres o cuatro temas nuestros y yo estaba en la batería.
Cebolla: Se iba muriendo a partir del minuto 2, entraba el beat y mermaba el ritmo. Aparte, como no tenía final, teníamos el principio, pero el final nunca, entonces sí, era matador. Es algo súper valioso para La Vela y por todo lo que sucedió después.
¿Recuerdan el momento previo? Porque fue en Navidad.
Enano: El Tigre era el bar al que íbamos siempre y la Navidad anterior, en el 94, el Maní y el Dani, los dueños, nos dijeron si queríamos tocar ahí en la puerta. Pero en ese momento no éramos La Vela Puerca, todavía. Al año siguiente, sí fue La Vela.
¿Se siguen reconociendo en la esencia de aquel primer show?
Cebolla: Hay que ser honestos y no hay que castigarse tanto, todas las épocas representan un presente que fue vivido y, si no te mandaste una cagada mayúscula, no hay que arrepentirse. Es un aprendizaje eterno. Me reconozco en ese guachito de 20 años. Hoy con 50, hay cosas que haría distintas, pero no cambiaría lo que fue. Hay ciertas cosas que sí me dan cierto pudor, pero son parte de mi historia. La historia que defiendo hasta el día de hoy.
Otro lugar importante es el bar Fray Mocho.
Enano: Sí, pero ese es más personal mío. Agarraba la guitarra, iba con un cuadernito y me iba al bar de 8 a 12 del mediodía. Tomaba nueve capuccinos y escribía. Ahí nació “José Sabía”. Estaba sentado, tenía una melodía y de repente empezó una discusión entre el barman y uno de estos jubilados que toman caña a las ocho y media. Le empiezo a golpear el mostrador y gritaba: “José sabía, José sabía”. Para no meterme en qué sabía José, lo puse en mayúsculas y es el apellido. Me pareció interesante eso como puntapié y después un montón de cosas que empecé a escribir.
Fueron la banda que abrió la puerta de Uruguay a Argentina.
Cebolla: Al primer lugar donde fuimos a golpear la puerta para ver si podíamos tocar fue el Salón Pueyrredón. Me atendió el Batra, el dueño que había conocido casualmente a Seba (Enano) en una estación de servicio. Ahí ya nos ofrecieron una fecha. Después, obviamente, con el correr del tiempo, empezamos a tocar para 10, 15, 20, 30 personas y después del show dormíamos en el escenario.
Enano: La gente se empezó a arrimar un poco, a tener ese sentido de pertenencia. Ahí fuimos a pedirle una fecha a Omar (Chabán), en Cemento. Él fue muy generoso con nosotros. Nos ofreció el mismo contrato desde el primer día hasta el último. Tuvimos mucha suerte…
Cebolla: (lo interrumpe) Fortuna.
¿Por qué?
Cebolla: Porque la suerte y la fortuna son dos cosas distintas. La suerte es encontrarte plata tirada sin un documento al lado para poder devolverla. La fortuna es pelear por un objetivo y conseguirlo. Hay gente que hace todo lo mismo que vos y no lo logra. Entonces, el que lo logra es un afortunado. Nosotros fuimos afortunados porque fuimos a golpear la puerta, porque entendimos que teníamos una historia linda para compartir, digna de mostrar. Un poco el objetivo fue ese, golpear la puerta de un lugar icónico, donde no todas las bandas tuvieron la fortuna de tocar. Sentimos que nos hacían un mimo y empezó a pasar una cosa un poco más importante del amor, de la hermandad con Argentina.

¿Los uruguayos sentían la necesidad de venir a Argentina?
Cebolla: Lo que pasa es que acá nosotros nos criamos escuchando música argentina toda la vida, como cualquier porteño, cualquier rosarino. Todas las bandas icónicas de Argentina fueron icónicas acá. Era una meta ir a tocar a Buenos Aires. En Uruguay, en esa época más que ahora, todas las bandas compartían el público. Había muy poco público de estirpe rockera, más allá del género musical o dentro del submundo del rock. El techo era muy chico y, para intentar vivir de tener una banda de rock con amigos, había que salir afuera. Acá no había un historial de una banda de rock que lograra vivir de la música, mucho menos con amigos. Sí vivían de la música gente como Rubén Rada, Jaime Roos, solistas o folcloristas, pero no una banda de rock. Nosotros entendimos que teníamos un lugar, estábamos más cerca que un tucumano de Buenos Aires, podíamos generar nuestro micromundo acá y tratar de empujarlo para allá. Por suerte, tratar de vivir de esto o sobrevivir de esto, es el paso lógico. Aparte de eso, Buenos Aires es un trampolín muy grande para otro lugar. Teníamos un montón de amigos, un montón de bandas amigas y acá, en aquella época, no era el boom que vino después de ir a todo el interior de Uruguay.
Nombraron varias veces lo del “grupo de amigos”. Cualquier amistad es difícil de construir y de mantener 30 años después. ¿Qué sienten qué es lo que lograron? ¿Por qué?
Cebolla: Siempre decimos algo que quizás puede sonar a cliché, pero para mí no necesitamos perder esta historia para valorarla. Es el error más común que comete el ser humano. Nosotros entendimos que perseguimos un objetivo noble, que era intentar vivir de esto, mantener esta historia viva. Entendimos que todas las discusiones tenían que ser abordadas desde un lugar orgánico, sincero, honesto, con la historia, con la amistad. Entonces si vos tratabas eso, esa historia, desde ese lugar, era irrompible. Esa roca era muy fuerte, es muy fuerte y por algo nadie se bajó de esta historia. Nosotros hemos sumado gente, pero no se ha bajado nadie. El otro día, él (señala al Enano) le preguntó a la “ignorancia artificial” que le dijera una banda que tuviera 30 años y más de seis personas originales. Y no encontró.
Enano: Nunca nos imaginamos dejar de ser amigos por culpa de La Vela, era una premisa muy fuerte. Cuando nos dimos cuenta de que veníamos de tocar por hobby en un garage, pensamos en sacar un disco y sabíamos que nunca iba a volver a ser lo mismo, más allá de lo que pasara con el disco. Nos tiramos al agua y pasó lo que pasó. Subirte a ese barco requería de otro tipo de responsabilidad y esa etapa fue la más frágil porque no a todos nos cayó la ficha al mismo tiempo. Era un tire y afloje, era muy fácil escaparle a la responsabilidad. Éramos compañeros de un proyecto y la amistad siempre se mezclaba. Cuando hay tormentas y discusiones, desde el punto de vista laboral, con esa responsabilidad, te peleás, pero después al ratito lo abordas desde la amistad y se termina.
Recién mencionaron la inteligencia artificial: hubo un cambio tecnológico muy grande en 30 años.
Cebolla: Ahora todo tenemos un celular en el bolsillo y las melodías ya no las perdés, porque las capturas ahí enseguida. Antes tenías que ir corriendo a tu casa si tenías un walkman para grabar. Ahora la música suena un poco más comprimida en las plataformas, eso como desventaja. Y como ventaja, podes escuchar a una banda under de Grecia. Yo creo que no hay que renegar, no podemos ser nosotros los viejos chotos que renieguen con lo que pasa ahora. Antes era una odisea intentar grabar un demo y ahora lo puede hacer cualquiera. Está buenísimo que cualquier guachito en su casa tenga una compu que valga 300 dólares, un micrófono de 50 y se graben con un programa. Eso es buenísimo, es una ventaja enorme que a nosotros nos hubiera encantado tener.
Por ahí lo negativo de eso es que todo es muy efímero.
Cebolla: Ahora tener el acceso libre se transforma en una picadora de carne. Nosotros seguimos siendo coleccionistas y melómanos. De hecho, ahora nos vinimos de Europa con 20 vinilos cada uno. Nos sigue gustando abrir el disco, mirar la tapa, entender por qué hicieron un orden de las canciones, por qué pintaron la tapa de esa forma, qué quieren decir. Los que sostenemos esto es por romanticismo y seguir aguantando por amor al arte. Pero lo que se viene se impone también y hay que adaptarse.

¿Qué opinan de que haya músicos que usen IA para componer?
Enano: Es un insulto a la inteligencia humana. La definición de inteligencia es: “La capacidad de resolver un problema nuevo”. Si vos ni siquiera tenés la valentía de ponerte a resolver un problema, a escribir una canción… No es por ahí. La música como arte se está dejando y está todo apuntado al entretenimiento. Yo no sé cómo salís a defender en vivo una canción por la que ni siquiera sudaste media gota. Me estreso de solo pensarlo. Si no escribo algo… No sé, me da vergüenza. Sos un intérprete, no un autor.
En noviembre se presentan con esta gira de 30 años en el estadio de Ferro.
Siempre es difícil abordar un lugar así tan grande porque a veces se te va un poco de las manos. Somos más una banda de tocar en lugares un poco reducidos o al menos cerrados, pero también hay que enfrentarse a esos monstruos legendarios, a esas bestias que imponen. Es un desafío enorme. Creo que estos 30 años lo ameritan, no solo por la banda, por las canciones sino también por el público. Creo que está bueno reunirse un día todos juntos y (que la cita sea mayúscula) porque LA CULPA ES DE TODOS.
Durante todo el año La Vela Puerca está de festejo con una gira mundial que los llevó a recorrer Europa (con shows agotados en Barcelona, Valencia y Málaga), una primera parte por Argentina (con fechas agotadas en Tandil, Mar del Plata, La Plata y Zárate). Ahora se preparan para una segunda etapa que los tendrá tocando en Córdoba (25/07), Mendoza (26/07) y San Juan (29/07). En agosto, cruzarán fronteras con presentaciones en Paraguay, Chile, Costa Rica, México y Estados Unidos. El cierre del año también estará cargado de emociones, con shows en Rosario, Tucumán y La Rioja, y dos fechas especialmente esperadas: el 1 de noviembre en el Estadio de Ferro, en Buenos Aires, y en diciembre en Montevideo, donde celebrarán en casa junto a su público.