
Por primera vez pisé Puerto Rico y todo empezó con un trago. Pero no uno cualquiera. Fue el Bad Johnnie: una mezcla vibrante de whisky escocés, maracuyá y agua de coco que no solo refresca —te cuenta una historia. Una historia de raíces, de sabor, de identidad. Una historia que Johnnie Walker quiso contar con cuerpo, color y ritmo propio.
Billboard Argentina llegó a la isla para el lanzamiento de Huellas Boricuas, la nueva campaña de la marca que celebra a tres creadores puertorriqueños que están dejando una marca imborrable en la cultura latina. Pero lo que se vivió fue mucho más que una cobertura: fue un recorrido emocional por un lugar que late fuerte, donde el arte, la música y la cocina son formas de resistencia, orgullo y fiesta.

La primera parada del viaje fue La Perla. Sí, ese barrio frente al mar donde se filmó Despacito, donde el reggaetón se escucha hasta en las paredes, donde las casas tienen todos los colores y la gente te saluda con una sonrisa como si te conociera de antes. Caminar por ahí es como entrar a un videoclip, pero sin cámaras: todo es real, todo es presente.
En el evento del lanzamiento del Bad Johnnie, entre luces cálidas, tragos tropicales y gente de toda América Latina, escuché las historias de quienes dan vida a esta campaña. Roberto Berdecia, creador del Bad Johnnie y dueño de La Factoría, el emblemático bar, habló del poder de mezclar sabores con identidad, de cómo un cóctel puede llevarte a un lugar sin necesidad de tomar un avión. Nannette Mariela García, artista visual, nos compartió su mirada sobre el arte que nace desde la calle, desde el barrio, desde adentro.
Y sí, bailé salsa. Comí mofongo, arroz con habichuelas, tostones y dulce de coco. Probé otros cócteles con Johnnie Walker, pero siempre volvía al Bad Johnnie: había algo en ese trago que capturaba lo que sentía.
Volví con la certeza de que Puerto Rico no solo se visita, se vive. Y que hay marcas que entienden que el futuro de la cultura se construye honrando el presente de quienes caminan con propósito. Huellas Boricuas no es una campaña. Es una celebración. Y tuve el privilegio de ser parte.
Puerto Rico me abrazó con música, me emocionó con arte y me dejó un sabor a progreso. Uno que no pienso olvidar.