
“Durante años construí una máscara. Era un narciso que se ocultaba detrás de sí mismo”, confiesa Marc Gili, voz y pluma de Dorian. La frase resume un proceso personal que atraviesa su vida y, por extensión, la historia reciente de la banda. Ya no busca sostener la imagen del músico infalible. Esa etapa quedó atrás, especialmente después de transitar la ruptura sentimental con su compañera de banda, Belly Hernández, y de sostener el proyecto sin caer en la caricatura del grupo fracturado. Esa mirada atravesó gran parte de su discografía, sin embargo, se vuelve aún más explícita en Futuros imposibles, su séptimo álbum. Un disco elaborado a partir de pérdidas y aprendizajes que hoy vuelve a cobrar fuerza gracias a “Materia Oscura”, una nueva colaboración con Miranda!, donde el deseo, la fragilidad y el derecho a mostrarse sin disfraces se convierten en el centro de la obra.
¿Qué te llevó a empezar a desarmar esa imagen que construiste durante tantos años?
Tuve una infancia algo complicada y, durante muchos años, construí una máscara. Una especie de narciso que se escondía detrás de sí mismo. Desmantelar ese personaje ha sido uno de los trabajos más importantes y difíciles de mi vida. Solía proyectar la imagen de alguien brillante, perfecto, divertido, locuaz. Hablaba mucho y escuchaba poco. Aprender a mostrar mis fragilidades, mi vulnerabilidad -esa que todos tenemos- ha sido un proceso largo, pero necesario. Ese personaje que construí en la adolescencia fue reforzado por el éxito de Dorian, que le sumó capas y armaduras. Hoy, por suerte, está prácticamente desmantelado, en pleno proceso de desaparición.
¿La música, más allá de Dorian, te ayudó a desarmar ese personaje?
Sí, absolutamente. Hubo bandas y solistas clave que me ayudaron a empezar a pensar por mí mismo. Mis héroes me mostraron que se puede vivir y pensar de otra manera, que todo se puede cuestionar. La literatura y las canciones me abrieron ese camino, me lo señalaron con claridad, y les estaré eternamente agradecido. Además, fueron ellos quienes me impulsaron a agarrar una guitarra y un piano por primera vez, hace ya muchos años, y a empezar a escribir mis propias canciones.
¿Quiénes son esos héroes que nombrás?
Tengo muchos. Me gustan especialmente los artistas que han aportado disrupción, tanto musical como estética. Por ejemplo, David Bowie es uno de ellos. No solo innovó musicalmente, también rompió moldes desde lo visual, entendiendo la música como parte de las artes escénicas. Otros referentes fundamentales son The Cure, Soda Stereo -a quienes incluso les dedicamos una canción-, New Order y toda la revolución electrónica de los ’90 y 2000. Y no puedo dejar de mencionar a Andrés Calamaro, un letrista enorme. Es un artista tremendamente disruptivo. ¿Quién más que Calamaro, junto con Joaquín Sabina o Charly García, se ha mostrado tan auténtico ante la sociedad?
El pop muchas veces es asociado con la superficialidad, ¿cómo enfrentan ustedes ese prejuicio?
Creo que es un error absoluto pensar que la música pop no puede ser profunda. Mirá, por ejemplo, el caso de Pet Shop Boys. Es un dúo que te hace bailar, pero cuyas letras son espectaculares en cuanto al contenido. Si te detenés a leerlas bien, te das cuenta de que detrás hay una banda de intelectuales, pero al mismo tiempo tienen el talento para crear coros pegadizos, enormes, accesibles para todo el mundo. Además, buena parte de su música está orientada a la pista de baile. Y en la pista de baile también se puede pensar, ¿por qué no?
Ahí es donde nos conectamos con Miranda!. No es una banda frívola, para nada. Tiene profundidad en su discurso. Desde mi punto de vista, tenemos la suerte de contar con un canal de comunicación masivo con la gente, y es hermoso poder aprovecharlo para transmitir mensajes que tengan un impacto positivo en la sociedad.
¿Creés que el arte puede ser un motor de cambio social más allá del entretenimiento?
A ver, el artista no está acá para salvar vidas en el sentido literal. Para eso están los cardiólogos, los bomberos o la policía. Pero sí creo que puede influir positivamente en la sociedad si se toma en serio su rol como comunicador.
A nosotros también nos han salvado la vida muchas bandas con sus canciones, así que creemos que el rol del artista, en cierto modo, es señalar aquello que no está bien, lo que aún necesita cambiar a nivel social. Y si la música puede señalar eso, despertar una cierta rebeldía en el oyente, unas ganas de hacer su propio camino, de desarrollarse como ser humano a su manera y con libertad, entonces ahí está una de las claves del poder del arte.