
El rock le cambió la vida a mucha gente, y las 65.000 personas que llenaron River la noche del 21 de junio para ver a Los Piojos lo confirmaron. En el mismo escenario donde se habían despedido hace dieciséis años, la banda volvió a encender un vínculo que, pese al silencio prolongado, nunca terminó de apagarse. Y aunque los regresos suelen arrastrar cierto sabor agridulce del “una vez más y nos vamos”, lo que se vivió anoche tuvo otro tono: el de una fiesta compartida, un reencuentro con su gente. Quizás porque el trayecto hasta este estadio fue largo, con siete fechas en La Plata, dos festivales multitudinarios como Cosquín Rock y Quilmes Rock, y recitales en Córdoba, Rosario, Mendoza y el Parque de la Ciudad. O tal vez porque ningún otro venue condensa, como el Monumental, semejante carga simbólica, peso histórico y densidad emocional en la memoria de la cultura argentina.
El repertorio que subió al escenario este sábado no fue el mismo que aquel que cerró una era el 30 de mayo de 2009, pero fue el mejor relato posible de una continuidad hecha de ausencias y nuevas presencias. Andrés Ciro Martínez, estuvo acompañado por Dani Buira en batería y Piti Fernández en guitarra, pilares indiscutidos de la agrupación. Pero la formación no se limitó a ese núcleo histórico. Luli Bass ocupó el bajo en lugar de Micky Rodríguez, cuya ausencia marcó un vacío sensible; Roger Cardero, ex reemplazo de Buira en los últimos años, regresó a la batería, y el guitarrista Juan Manuel Gigena Ábalos y el percusionista Changuito Farías Gómez completaron este mapa temporal.

La introducción, con campanas resonando, abrió paso a un arranque potente con “Llevátelo”, “Te diría” y “Desde lejos no se ve”. La energía estaba intacta, como si el tiempo se hubiese detenido para devolverle al rock argentino un pulso que se creía dormido. La palabra “familia” cobró cuerpo en el estadio: niños sobre hombros de sus padres, mientras la banda compartía el escenario con los hijos de Ciro, Piti y Dani, e incluso presentó “Las Liendres”, un conjunto de percusión conformado por descendientes de los músicos.
Durante casi tres horas, el estadio se convirtió en un espacio de comunión donde el público entonó temas como “Tan Solo”, “Como Alí” y “Ruleta”. La noche, sin embargo, se liberó de la trampa habitual que acecha a las bandas que regresan tras años de silencio, la melancolía. Esa paradoja quedó disuelta con la llegada de “Paciencia”, una canción inédita. Ciro cantó: “Sueño con un mensaje, imagino ese beso”, para luego insistir, “Paciencia, me dijo la bruja, paciencia”, convocando a la espera activa. El tema se viralizó rápidamente en redes sociales, encendiendo una nueva llama entre los piojosos.
Como es habitual, al final del espectáculo, Ciro hizo una pausa para leer las banderas entre la multitud, para intercambiar palabras con el público y preguntar de dónde venían. Que 65.000 personas hayan colmado el Monumental para ver a Los Piojos no es un dato menor, siguen demostrando que su fuerza no está en modas pasajeras, sino en una relación duradera con su comunidad. Cerraron con “Genius”, “El Farolito” y “Y Qué Más”, pero el ritual no terminó: esta misma noche volverán a subirse al escenario para su última función en River. ¿Será esta despedida el final o el inicio de otro capítulo para el rock que, contra todo pronóstico, se resiste a desaparecer?