
Escribir desde el corazón no es tarea fácil; de hecho, es un trabajo que pocos logran dominar. Sin embargo, Fito Páez hizo de este acto su sello, y con una consistencia que ya lleva más de cuatro décadas. Su arte siempre fue un equilibrio entre pasión, introspección, épica y creatividad, pero en su más reciente proyecto, estas características se transforman en los personajes principales de su historia. Aunque las últimas líneas podrían aplicar perfectamente a una descripción de cualquiera de sus discos, hay algo distinto esta vez: se desprende de la capa de estrella de rock para darle espacio al narrador que siempre habitó en él, presentando una obra que va en contra de todo lo que la industria dicta hoy. Extensa, conceptual y disciplinada. Obliga a frenar, a fijar la atención, a escuchar con los cinco sentidos. Y si lo hacés, la recompensa es grande. A esta altura del partido, ¿quién puede decirle cómo hacer las cosas?.
En su Novela, la magia, lo inalcanzable, se vuelve posible. Desde la introducción, el álbum se muestra como una suerte de audiolibro musical, compuesto por 25 temas que se mezclan con relatos, bajo la voz de la actriz Lorena Vega, que invitan a conocer un nuevo universo que trae de regreso su famoso Circo Beat (1994); y que el propio artista calificó como un "disparate con todo el sentido del mundo". No es casualidad que su origen se remonte a 1988, ni que su inspiración provenga de Quadrophenia (1973) de la banda inglesa The Who. Lo venía incubando en su imaginario, mencionándolo aquí y allá como un tomo que aún no terminaba de escribirse.
Producido por Páez en colaboración con Gustavo Borner y Diego Olivero, y grabado en los estudios Abbey Road de Londres y en Sony Music en Madrid, la historia detrás del proyecto se despliega a través de una estructura operística, un relato de amor y redención, cargado de simbolismos y guiños a su trayectoria. No es solo una narrativa de fantasía, sino también un ejercicio de exploración de la memoria, de los recuerdos desordenados, de las obsesiones y de las epifanías que moldean la vida de un artista. En el centro de la trama están Maldivina y Turbialuz, dos brujas que se rebelan ante la autoridad de la Universidad Prix. A su alrededor giran figuras tan estrafalarias como Loka y Jimmy, la tía Charito, don Ignacio Chantoni y el misterioso Jok.
Más allá de la crónica que acompaña, lo que sobrevive de cualquier disco son las canciones. Y Fito, entrega alguno de sus mejores de los últimos años. Siempre seducido por el pop, “Superextraño” llega como uno de los temas principales, donde ironiza sobre la música vacía de la actualidad, con la picardía de quien ya lo vio todo. “Tenés que conocer a Charly, a Spinetta y a Sir John Lennon”, canta. Entre las más nombradas aparece “Cuando el circo llega al pueblo”. Con ese espíritu de los grandes relatos, llega junto a un videoclip con varias referencias a “Brillante sobre el mic” interpretado por Lucas Schejtman y Eugenia Kolodziej, pareja de Páez. “Llegó al pueblo el Circo Beat, tras la cortina sin querer la vio”, anuncia a modo de epígrafe.

Le lleva seis tracks llegar al primer clímax del relato: “Cruces de gin en sal". Le siguen temas como "Jimmy, Jimmy", tal vez, la pieza más autorreferencial de su obra, que podría haber sido extraída tranquilamente de su disco Ey! (1988). Aquí, rememora sus primeros años con versos como "No piensa en otra cosa que salir de allí, de su padre y de su madre no quiere hablar" y "Soñó con miles de fans". Pero eso no es todo. En "Love is falling over my heart" no oculta su beatlemania, sonando como una reminiscencia de la era dorada en Gran Bretaña, pero reencarnada en Rosario. "Argentina es una trampa" golpea con un rock filoso y desesperanzado, una especie de crítica política, tibia, respaldada por un coro pegadizo: "La gente ya no cree en nada". Con "Aceptémoslo", ofrece un respiro, un momento de calma después del vendaval, mientras que "Julius perdiéndolo todo" marca el inicio del fin del circo, en una reflexión sobre la vejez, la pérdida y el inevitable paso del tiempo.
Es cierto: no es un disco para todos. Es un álbum que no se conforma con ser entendido en una sola escucha, que no busca la inmediatez del hit, que no entra en los moldes del algoritmo. Para nada, tampoco busca eso. “En un mundo que solo está ocupado en anular la imaginación, instalar el gen de la domesticación y envenenar las vitaminas de la rebeldía, este es mi nuevo mensaje en una botella”, detalla en sus redes sociales. Es que, Rodolfito, con más de 40 años de carrera, sigue apostando por el riesgo, por la música como experiencia total. No hay cinismo en su propuesta, no hay un cálculo comercial: hay una entrega absoluta al arte, a la historia, a la emoción.