
«Este disco es mi forma de decir: no encajo, porque vine a abrir caminos”, dice Vanesa Martín. Así presenta Casa Mía, su noveno disco, el más honesto, valiente y libre que lanzó hasta ahora. No es una artista de fórmulas. Es de las que llegan con la guitarra al hombro, la intuición afilada y una obstinada pasión por cantar lo que duela. Se inventó el camino cuando Madrid le era ajeno y ahora lo transforma en refugio.
Se trata del primer disco junto a Universal Music, producido por el colombiano Casta (Luis Miguel Gómez Castaño, conocido por trabajar con Karol G y Manuel Turizo), y el resultado es una mezcla entre raíz y vanguardia, emoción y riesgo. Autotune y copla, sintetizadores y guitarra española, bolero y cumbia. Todo cabe. Todo suena a Vanesa.
“La hice sin pensar, y cuando Casta me dijo que era una bachata, me sorprendí. Simplemente salió así”, confiesa sobre «Objetos perdidos», uno de los momentos más inesperadamente bailables del álbum.
Martín presenta una obra que escapa de las categorías como si fueran jaulas. “Nunca me sentí en una categoría. Las etiquetas me han hecho daño», dice. Y lo hace. La artista planta bandera en un territorio propio, donde la emoción manda y las estructuras se doblan. En un panorama donde las artistas femeninas aún pelean por espacio sin estereotipos, su disco se posiciona como una casa construida con versos, cicatrices y luz. “Casa Mía soy yo. Y quien venga, tiene que saber que aquí no hay juicios. Aquí se viene a ser”, asegura.