Hace casi cincuenta años, Charly García y Nito Mestre anunciaban un parate indefinido, con esa ambigüedad característica de los maestros: no era una separación definitiva, pero tampoco un “simple descanso”. El futuro del dúo, que hasta entonces había sido el más exitoso del panorama nacional, quedaba en suspenso. El 5 de septiembre de 1975, con dos recitales en el Luna Park —uno a las 20 y otro a las 23— agotados en tiempo récord, se despedían de su público en una noche que simbolizó un cambio en la música de Argentina, tanto en términos de su estética como en la forma en que el público percibía el rock.

Una separación en buenos términos, pero inevitable

El desenlace de Sui Generis fue, en gran medida, impulsado por la inquietud creativa de García. Mientras que Mestre parecía estar dispuesto a continuar, Charly sentía que el ciclo de la banda había llegado a su fin. La relación entre ambos músicos seguía siendo amistosa, lo cual permitió que la despedida se llevara a cabo en los mejores términos. Estaba en busca de una evolución musical que ya no encontraba dentro de los límites armónicos del grupo. Fue este desencanto lo que lo llevó a emprender nuevos proyectos, como La Máquina de Hacer Pájaros, mientras que Nito, por su parte, formó la banda Nito Mestre y Los Desconocidos de Siempre.

El fenómeno de los dos recitales

El Luna Park fue testigo de dos funciones en la misma jornada, con un total de cerca de 25.600 asistentes entre ambos recitales . La primera función se llevó a cabo a las 20:30 horas, con una asistencia de 14.600 personas. Ante la abrumadora demanda, los organizadores decidieron realizar un segundo show, que comenzó después de las 23:00 y reunió a otras 11.000 personas.

El evento no solo fue masivo en términos de asistencia, sino que también se extendió por casi cinco horas, convirtiéndose en uno de los recitales más largos en la historia del rock argentino, comparable solo con otros hitos como el concierto de Luis Alberto Spinetta y Las Bandas Eternas.

El adiós en imágenes y sonido

El show fue registrado por cuatro cámaras, bajo la dirección de Bebe Kamin, quien más tarde lanzaría una película documental sobre el concierto. Curiosamente, este registro tuvo un preestreno en Comodoro Rivadavia, a más de 500 kilómetros de Buenos Aires, en julio de 1976 . Este documental se convirtió en una pieza fundamental para preservar la memoria de lo que significó "Adiós Sui Generis" no sólo para sus seguidores, sino también para la historia del rock nacional.

La despedida también fue inmortalizada en un disco doble, que capturó la intensidad emocional del evento. Entre las canciones más emblemáticas de esa noche, se destacaron "Rasguña las piedras" y "Canción para mi muerte", clásicos que consolidaron a Sui Generis como el grupo que marcó a toda una generación.

El vestuario de García

Otro aspecto llamativo del adiós fue la evolución estética que representó. García apareció vestido con un traje blanco y galera. La imagen de Charly con su barba desprolija y su atuendo formal fue una declaración visual que simbolizaba su alejamiento del rock sencillo de jeans y remeras, y su entrada a una nueva etapa más “sofisticada y experimental”.

La profesionalización del rock argentino

El "Adiós Sui Generis" marcó el fin de una era y el comienzo de otra. La despedida fue mucho más que un evento musical: fue una muestra del poder de convocatoria que empezaba a tener el rock nacional. Para muchos, fue el primer gran show de rock masivo en el país, y sentó las bases para la profesionalización del género en términos de producción y promoción de eventos. Fue un evento cultural que simbolizó la transición de una época y la llegada de nuevas sonoridades y propuestas artísticas.