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El soul va más allá de su papel como estilo musical. Desde la década de los 60, fue una ventana a la identidad afroamericana, un vehículo de resistencia y un himno a la esperanza. Nacido de la fusión del gospel y el R&B, creó un nuevo lenguaje de emociones y realidades que, en su momento, se hacía sentir en aquellos que buscaban justicia social y luchaban por los derechos civiles en Estados Unidos. La “era dorada” del género abrió las puertas a artistas como Aretha Franklin y Otis Redding, quienes lograron tocar los corazones de una audiencia global.
Sin embargo, su alcance en Argentina encontró un camino más silencioso y discreto en sus inicios, donde los pilares musicales giraban en torno al tango, el folklore y el rock nacional. Artistas como Stevie Wonder o Michael Jackson llegaron a atraer a un público fascinado por el soul en su versión más popular, pero el género en su esencia no logró una adopción masiva en sus primeras décadas sino hasta los años 70, cuando la explosión del funk y la fiebre del disco -influenciados por grupos como Earth, Wind & Fire- comenzaron a sonar en las calles porteñas.