
En un día húmedo y nublado en Curazao, con sus vistas infinitas al océano y sus edificios coloniales en colores pastel alineados junto a las calles, el astro colombiano de la música urbana Ryan Castro está ansioso por hablar de las raíces que lo moldearon como artista y como persona.
Esta no es la típica historia de una sensación global de la música, sino más bien una mirada íntima a los lugares, las personas y los momentos que inspiraron su segundo álbum, Sendé, lanzado el jueves (29 de mayo) — una ambiciosa carta de amor al Caribe.

Aquí, en las estrechas calles de Jan Thiel, a bordo de un Jeep Wrangler, Castro repasa las huellas que dejó años atrás como un adolescente que realizaba trabajos cotidianos mientras escribía canciones y soñaba en grande. En esta ocasión, Billboard Español lo acompaña.
“Estando en la isla fue cuando pegué en Colombia”, recuerda el artista. “Creo que era el momento indicado para contárselos y dejarles saber sobre lo que vivía acá y mis influencias culturales también, porque me gusta el dancehall. Todas esas cosas que Castro hace también tienen mucho que ver con esta isla”.
Fue durante esos años formativos en Curazao — donde pasó un par de temporadas porque aquí vivía su madre — que perfeccionó su sonido, estableciendo las bases para el artista que es hoy.
Horas después visitamos el hogar de ancianos donde su madre, una enfermera, sigue trabajando hasta el día de hoy. Allí Castro también trabajó turnos cuando era joven, mientras en secreto dejaba sus tareas de lado para perseguir sus sueños. Al entrar, Castro reflexiona sobre los sacrificios que su madre ha hecho y cómo su viaje juntos ha definido no solo su vida, sino también la historia personal que comparte en Sendé.
Mientras recorre las calles de Curazao, el artista de 31 años comparte risas con viejos amigos y saluda a fans emocionados que se acercan para tomarse selfies en las calles de lo que él llama su segundo hogar.
Con Sendé, Castro se aleja de “El Cantante del Ghetto” y abraza por completo una faceta más vulnerable y romántica de sí mismo. Una carta de amor a Curazao — un álbum que no solo refleja un lugar donde vivió y trabajó duro, sino también donde descubrió una parte de su identidad que había permanecido semioculta.
“Sendé es un proyecto muy personal que refleja todo lo que viví y aprendí en Curazao. Está lleno de sentimiento, influencias caribeñas y ese flow de dancehall que siempre me ha identificado”, comparte.
En este álbum, domina la mezcla de géneros como el dancehall, kizomba, afrobeat y reggae, todo esto con su toque urbano característico. Además, lo acompaña una lista impresionante de artistas internacionales, incluyendo a Shaggy (“Exclusiva”), Peso Pluma (“Un trío”), Manuel Turizo (“Menos el cora”) y el reconocido artista local de Curazao Dongo en la canción “Sanka”, cuyo título significa “desafortunadamente” en papiamento, un idioma criollo basado principalmente en el español y el portugués que se habla en las islas de Curazao, Aruba y Bonaire en las Antillas Neerlandesas.
“El título [Sendé] viene del papiamento y significa sentirse bien, con buena vibra, y eso es exactamente lo que quiero transmitir”, añade el artista. Pero más allá de los grandes nombres y los ritmos pegajosos, el álbum es una invitación a conocer su historia y conectar con las raíces culturales que han moldeado su visión artística.
En exclusiva con Billboard Español, Ryan Castro comparte los momentos que marcaron su vida, su profunda conexión con Curazao, y cómo Sendé se convirtió en su proyecto más personal hasta la fecha.

Curazao tiene un lugar especial en tu vida. ¿Cómo te sientes de regreso ahora en la isla?
Vine a visitar a mi familia. Tengo a mi madre y a mis hermanos. Ahora estamos pasando un barrio que se llama Jan Thiel. Hay casas muy bonitas donde vive gente de plata, y muchos holandeses también. Vamos de camino a un restaurante llamado Perla del Mar. Me gusta ir allí porque trabajaba de mesero y hacía muchas cosas en la cocina. Siempre que vengo a Curazao llevo a mis amigos, a mi familia o mi pareja. Me gusta recordar esos momentos y compartirlos con la gente, que está súper orgullosa y se alegra de verme. Hoy vamos de camino a almorzar, a comer un pescadito para coger energía.
De El Cantante del Ghetto, inspirado en tu crianza en Medellín, Colombia, a Sendé, un proyecto con raíces en Curazao — ¿cómo te sientes al compartir esta parte de tu historia y recordar esos momentos clave de tu vida?
Me siento muy contento porque yo creo que a los fans les hacía falta saber esa parte de mí. Les he dejado saber mucho sobre mi historia en Medellín: en el gueto, en los buses, de dónde salí, que es tan especial. Pero no les había contado mucho sobre esto, que también es algo muy sentimental para mí. Estando en la isla fue cuando pegué en Colombia. Creo que era el momento indicado para contárselos y dejarles saber sobre lo que vivía acá y mis influencias culturales también, porque me gusta el dancehall. Las palabras que yo utilizo normalmente, como “awoo”, para que ellos sepan de dónde sale todo eso. Todas esas cosas que Ryan Castro hace también tienen mucho que ver con esta isla.
Nos hemos dado cuenta de que también hablas papiamento y utilizas frases de este idioma en tu música. ¿Qué significado tienen estas expresiones para ti?
“Awoo” es del idioma de acá, en papiamento, una palabra muy de la calle. Aquí la gente dice “awoo” como “oye”, un saludo. En Colombia usamos la palabra “oe” o “nea”. “Awoo” no es una palabra formal para hablar. Cuando llegué acá, escuchaba mucho eso.
En mis redes sociales lo uso, y los fanáticos lo acogieron, y ya me dicen “awoo, awoo”. Entonces, empecé a trabajar con la palabra. Este álbum, que se llama Sendé — también palabra de Curazao — significa “encendido”. Pero acá la utilizan como que estamos bien. Usted le puede decir a alguien “awoo”, y le responden “sendé”. En la calle lo utilizan como que estamos en alta, a fuego, contentos, estamos de fiesta, candela. Es una palabra muy activa.

¿Cuándo fue que te mudaste a Curazao? Mencionaste que tu mamá ya lleva tiempo viviendo en la isla.
Mi mamá vivía aquí desde que yo era niño. Prácticamente yo nací y, como al año, mi mamá se vino para acá a buscar un mejor futuro para ella y para mí también. Yo vine ya cuando tenía como 13 o 14 años. La intención de mi mamá era que yo me quedara viviendo aquí, porque ella ya estaba organizada, tenía su esposo y sus cosas. Pero yo era muy niño y no soporté eso, estaba en el colegio, y volví a Colombia.
Cuando salí de estudiar, como a los 16 o 17 en Medellín, canté en los buses y me la guerreé. Y ya cuando estaba más preparado, le dije a mi mamá que estaba listo para regresar. Llegué a Curazao como a los 20 años. Me vine para compartir con ella, para buscar otro futuro para mí en la música, en el trabajo, en mis sueños.
En Sendé trabajaste con géneros como el dancehall, el afrobeat y algo de reggae. ¿Cómo influyó la cultura musical de Curazao en el proceso creativo de este álbum?
Aquí en Curazao hay mucha música chimba, de fiesta y romántica. Aprendí mucho sobre el kizomba, reggae, la música de los carnavales. Me parece algo súper chimba, porque en los carnavales se escucha una música súper diferente, se llama tambú, una música [de tambor] muy caliente. Para ese tiempo, yo también hacía dancehall antes de venir acá, rap y reggae. Pero escuchaba esos ritmos y decía: “¿Cómo sonará mi voz ahí?” O: “Yo quiero hacer una canción, experimentar en esos flows”.

Iba a los estudios de grabación, y eran holandeses, jamaiquinos o gente de Curazao; yo no sabía ni comunicarme. Entonces, eso también me exigió. Yo decía: “Bro, tengo que aprender su idioma para poder entender su música y su cultura”. Me tocó aprender el idioma, y lo aprendí con la música, escuchando las canciones de acá y el idioma de la calle.
Culturalmente, me llené mucho de ritmo, del idioma, del flow de hablar, los carnavales, la fiesta, la música que ponen en la playa y en los restaurantes — me encantaba todo. Eso me inspiró mucho también para hacer este álbum y traer a mi equipo creativo para acá, para que escuchen la música. Yo llevé a toda la gente que colaboró conmigo en el álbum — los productores, los artistas — los llevé a los botes, al restaurante, al mar, para que sintieran la vibra de la isla, y nos quedó un álbum increíble.
Colaboraste con artistas como Peso Pluma, Shaggy, Sean Paul, Manuel Turizo, entre otros. ¿Cómo decides con quién colaborar?
La verdad, soy un poquito rayado con eso. Me gusta colaborar con artistas que me caigan bien, que tengamos buena vibra. Obviamente esto también es un negocio y está bien trabajar con alguien superpegado, pero, siendo sincero, eso es lo que menos me importa. Para mí es clave que haya química y respeto mutuo. La canción es de los dos, así que ambos tenemos que estar en disposición para trabajarla y hacer todo lo que conlleva: medios, videos, contenido, cantarla en vivo, todo.
He tenido casos de artistas que admiro mucho y que siempre he querido grabar con ellos, pero cuando los conozco, no me caen bien. Entonces prefiero no grabar para seguir admirándolos y no perder ese respeto que les tengo. Para mí, hacer una canción es un momento íntimo y especial entre artistas, y ambos necesitamos disposición para que el resultado sea algo bonito.
¿Qué esperas que los oyentes se lleven cuando escuchen el álbum?
Que les dé ganas de ir a la playita, y de ir a Curazao. Que se identifiquen más conmigo, con mi estilo, mi flow, mi raíz, lo que soy. La idea del álbum también es poner a Curazao un poquito más en el mapa, en los ojos y oídos de la gente. Incluso tengo un artista de acá, que se llama Dongo, en la canción “Sanka”. Quizás por fuera no es muy conocido, pero en la isla es muy reconocido. Para mí, el álbum es también una forma de devolverle a Curazao la motivación y la inspiración que me ha dado.
Esta historia fue publicada originalmente por Billboard Español