
Una tarde cualquiera, en medio de un día cargado de reuniones y el ruido del tránsito, la radio de su auto comenzó a reproducir “De repente” de Soraya, esa canción del pop latinoamericano que alguna vez fue la favorita de las FM. La nostalgia lo paralizó. No pudo seguir manejando, frenó en seco y se permitió llorar. Apenas unos minutos más tarde, ya estaba en el estudio, transformando esa emoción en lo que hoy conocemos como Gracias a la vida, su nuevo álbum de reversiones, una obra construida con siete canciones que no le pertenecen en el papel, pero que ya son tan suyas como sus propios éxitos.
En honor a sus 30 años de carrera, Abel Pintos regresa a la raíz: esos primeros diez años donde no era el autor de sus canciones, sino la voz que las ponía en escena. “En algún momento consideré hacer toda una carrera como intérprete, porque mi principal inspiración para dedicarme a la música fue Mercedes Sosa”, reflexiona. Sin embargo, luego de ese periodo inicial, sintió una inquietud que lo llevó a arriesgarse a hacer sus propias melodías: “Decidí probar suerte escribiendo mis canciones, y encontré un mundo nuevo. Estoy muy agradecido de haber descubierto ese universo”.
Seleccionó canciones que, en sus propias palabras, “le hubiese gustado escribir”. Sin embargo, aclara que la emoción que siente al interpretar estos temas es distinta a la que experimenta con sus propias composiciones. “Cantar canciones de otros autores es como hablar de usted. Se dicen las mismas cosas, pero de una manera completamente diferente, y eso me conmueve”, explica. El EP abre con una versión de “No”, originalmente de Shakira, y continúa con las reversiones de “De repente” (Soraya), “Me dediqué a perderte” (Leonel García, popularizada por Alejandro Fernández), “Creo en ti” (Mónica Vélez con Reik), “Eres” (Café Tacvba), “Soy tuyo” (Andrés Calamaro) y, claro, la popular “Gracias a la vida”, escrita por Violeta Parra e inmortalizada por La Negra, que da nombre y espíritu al proyecto.
El Teatro Alvear de Buenos Aires luce casi desierto, pero en apenas unas semanas será testigo de un estallido de emociones cuando Pintos inicie allí una serie de diez funciones exclusivas (desde el 29 de julio al 2 de agosto, y luego del 5 al 9 de agosto) para presentar oficialmente en vivo su nueva obra. En medio de los ensayos, el artista hace una pausa para conversar con Billboard Argentina sobre el proceso detrás del EP que abraza palabras ajenas para decir lo más propio.
¿Qué encontraste de vos en esas canciones ajenas que decidiste volver a cantar?
Como estoy cumpliendo 30 años de carrera, lo primero que surgió desde lo artístico fue la idea de hacer algo que se ha vuelto bastante común: tomar el repertorio de todos estos años, revisitarlo, relacionarlo, hacer duetos y celebrar con un disco por estos 30 años. Me gustaba la idea, sin duda era atractiva. Pero, de repente, sentí la necesidad de volver primero a los primeros diez años de mi carrera, que fueron como intérprete.
Después empecé a escribir mis propias canciones. Diez años es mucho tiempo, y en algún momento consideré hacer toda una carrera solo como intérprete, porque mi principal inspiración para dedicarme a la música fue Mercedes Sosa. Sin embargo, luego de esa primera etapa decidí probar suerte escribiendo mis canciones, y encontré un mundo completamente nuevo. Estoy muy agradecido de haber descubierto ese universo.
Entonces, pensé en revisitar esa intención original de expresar mis sentimientos a través de las palabras de otros autores. A fines de los 90, aunque yo comencé haciendo folclore, el pop y el rock también fueron muy importantes en mi vida y en mi formación musical, especialmente el pop de finales de los 90 y la primera década de los 2000. Algunas canciones me llegaron mucho antes. Pero muchas de las que elegí para este disco me marcaron profundamente en ese período, no sólo como músico, sino como persona. Por eso decidí hacer este álbum.
¿Cuál es la fórmula, si es que existe, detrás de hacer estas canciones propias y ponerles tu impronta?
Justamente, elegí canciones que, además de gustarme como obras musicales, me marcaron especialmente en algún momento de mi vida. De esa forma, puedo hablar de esos momentos personales a través de canciones que la gente ya conoce. La producción también fue clave. En este caso, el productor es Mateo Rodó. Cuando le conté mis intenciones para el álbum, me dijo: "Me parece que esto es como una charla de café, un relato íntimo." Entonces propuso no invadir ese relato con una producción sonora demasiado amplia, sino mantenerlo minimalista, apuntando más a la introspección que a la espectacularidad. Me pareció muy acertado, y así lo hicimos.
El álbum tiene siete canciones. Sé que todas deben ser especiales para vos, pero si tuvieras que elegir tres, ¿cuáles destacarías y qué historia personal o conexión particular tenés con ellas?
“Gracias a la vida” es una de las primeras canciones que escuché del repertorio de Mercedes Sosa. Si bien no es de ella, sino de Violeta Parra, la conocí a través de Mercedes, y la escucho prácticamente desde que tengo cinco o seis años. Así que era cuestión de tiempo que hiciera mi propia versión. Por eso es una de las canciones que tenía que estar en este disco.
La segunda es “De repente”, que en realidad fue la que encendió todo este proyecto. Venía manejando de una reunión a otra, escuchando música. Había terminado un playlist y el teléfono empezó a reproducir canciones aleatorias, como si intuyera lo que quería escuchar. Y, de pronto, empezó a sonar De repente. Hacía años que no la escuchaba. Me pegó de una forma muy especial, empecé a resignificarla en relación con mi familia, mis hijos, todo lo que hoy es parte de mi vida. Tuve que orillar el auto. Lloré mucho.
Llamé a Damián, el presidente de Sony, y le dije: “Necesito grabar esta canción. No sé bien qué sentido tiene, pero necesito hacerlo”. Me dijo: “Dale”. Y literal, no fui a la reunión siguiente. Un amigo me llamó desde un estudio, me fui directo para allá y empezamos a producirla.
Y la tercera es “No”, la canción con la que salió el álbum. Cuando Shakira la compuso junto con Gustavo Cerati y todos la conocimos, estaba hablando de una ruptura amorosa muy mediática. Es una canción espectacular. Pero hace algunos años, revisitando esa lista, me di cuenta de algo: yo también viví una ruptura, pero conmigo mismo. En un momento de mi vida necesité romper con una versión mía que ya no daba para más. Y entonces, cuando volví a escucharla, supe que tenía que grabarla. No porque rompiera con alguien más, sino porque rompí conmigo.
Cada vez que la canto, pienso en ese instante. Y, con el diario del lunes, me doy cuenta de lo feliz que fui al tomar esa decisión. Ya no podía seguir sosteniendo ese modelo de persona que traía. Así que gracias a Dios que pasó.
Reencontrarte con estas canciones tan cargadas de historia personal, ¿te moviliza emocionalmente? ¿No te da un poco de vértigo pensar en lo que pueden despertarte en pleno escenario?
Nunca fue un problema para mí emocionarme en escena. Mi público me ha visto llorar incontables veces. Me acuerdo de una vez en particular, cuando una persona de la productora en la que estaba fichado en ese momento se me acercó durante una serie de funciones en teatros. Me dijo: “¿Sabés qué estaría bueno? Que en la próxima no llores en tal canción, porque la gente se puede poner mal”.
Pero no es algo que yo programe. No lo controlo. Me pasa. No le tengo miedo a eso, al contrario.
Me pasa mucho con “Creo en ti", por ejemplo. La vengo tocando hace tiempo y, cuando se acerca el estribillo, dejo que el público lo cante. Escuchar a todos cantando “Creo en ti” me parte al medio, porque eso es exactamente lo que siento: que confían en mí, en mi música, desde hace años. Esa confianza me conmueve profundamente, me hace un nudo en la garganta.
Te cedo mi rol de periodista. ¿Qué te preguntarías a vos mismo?
¿Por qué? No sé responderlo, por eso me lo pregunto a diario. ¿Por qué? ¿Por qué? Es curioso, te voy a contar una anécdota un poco íntima… De verdad me lo pregunto muchas veces, frente a muchas cosas. Y mi hijo Agustín tiene la costumbre de preguntar “¿por qué?” constantemente, pero en momentos muy particulares, que pareciera que no tienen que ver, pero retienen que ver. Hace poco me preguntó si podía hacer algo que habitualmente le digo que no, y ese día le dije que sí. En lugar de aprovechar, me miró y me dijo: “¿Y por qué?”. El ADN es muy preciso. Pensé: “Está bien, hijo, te estás interpelando a vos mismo. Está muy bien”.