En el capítulo “D’oh-in’ in the Wind” de la décima temporada de Los Simpson, Homero hace un viaje en busca de su segundo nombre y llega hasta la granja comunitaria donde su madre vivió en los 60 bajo el estilo de vida del hippismo. En una de las escenas, se puede ver al protagonista amarillo escabulléndose en la granja para fabricar jugos orgánicos y reparar un error que había cometido. Mientras extirpa zanahorias de la tierra, comienza a escucharse una base rítmica punzante y una voz suave que entona “It’s the time of the season / when love runs high…” (“Es el tiempo de la temporada / cuando el amor vuela alto…”). Se trata de “Time of the Season”, de los británicos The Zombies, canción que cierra su segundo álbum Odessey and Oracle, y no hay duda en su intertextualidad: esa música exuda sesentas. Pero ahí también hay un acto de justicia histórica, al poner como punto de referencia a una de las bandas más injustamente subvaloradas de aquellos años.
De la camada de la Invasión Británica de los 60, el caso de The Zombies tiene algunos condimentos particulares, atravesados por la relación tensa que todo grupo posee con el éxito. Comandada por el tecladista Rod Argent y el cantante Colin Blunstone, la banda se formó a fines de los 50 en la pequeña ciudad de St. Albans. Durante 1964 logró un éxito importante en los Estados Unidos con los singles “She’s Not There” y “Tell Her No”, llegando a los puestos N° 2 y N° 6 del Billboard Hot 100, respectivamente. En su Inglaterra natal, el suceso fue más moderado.
Las canciones pop con reminiscencias de R&B de The Zombies no distaban radicalmente de sus contemporáneos, pero hacían diferencia con algunos rasgos significativos: un poco de influencia jazz, la voz aterciopelada de Blunstone y los teclados serpenteantes de Argent le daban a su propuesta cierta sofisticación y elegancia, aunque no terminaba de encajar en la tiranía de las FM. Being Here, su primer LP, fue publicado en marzo de 1965 con algunas de sus canciones originales y con covers de R&B y jazz. Fue un fracaso comercial, al igual que sus siguientes singles, y su disquera Decca decidió abandonarlos por completo.
Para 1966 estaban totalmente enterrados: sin dinero, sin hits, sin contrato. Después de una exitosísima gira por… Filipinas, lograron acordar con CBS para grabar su segundo álbum, sin ningún productor y con apenas 1000 libras.
Cuando comenzaron a trabajar en el disco, el contexto musical era distinto. El LSD había ingresado en la música pop, San Francisco vivía su verano del amor, The Beach Boys había generado un punto de quiebre con Pet Sounds y The Beatles había iniciado su exploración en las posibilidades del estudio con Revolver. Entre 1967 y 1968, el rock se encontraba en plena etapa de expansión, y The Zombies estaba decidido a ser parte.
Odessey and Oracle fue producido a partir de lo que dejó Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Literalmente. The Zombies ingresó al Estudio 2 de Abbey Road en junio de 1967, apenas The Beatles había terminado de registrar su gran obra, de modo que trabajaron con los mismos ingenieros de sonido y hasta se tomaron el atrevimiento de usar la percusión y un sintetizador Mellotron que se había olvidado John Lennon. Paralelamente, en el mismo edificio, Pink Floyd estaba grabando The Piper at the Gates of Dawn. “Había una especie de aura en el estudio”, dijo años después el baterista Hugh Grundy.
Esa aura se materializó en un álbum de pop barroco embebido del espíritu psicodélico que dominaba la escena. Odessey and Oracle es una obra fina y caleidoscópica, sostenida por melodías embelesadas, un colorido trabajo instrumental (especialmente en teclas) y delicados arreglos vocales.
El álbum arranca con “Care of Cell 44”, una canción soleada sobre una historia de amor donde la mujer está en la cárcel. Paso siguiente, “A Rose for Emily” encuentra el encanto en la melancolía a través de una balada mínima inspirada en el cuento homónimo de William Faulkner. El tercer movimiento es “Maybe After He’s Gone”, cuyas estrofas lúgubres contrastan con el estribillo animado. Ahí comienza a emerger la argucia (y audacia) de Odessey and Oracle: la tensión entre sueños y realidad; detrás de la paleta de colores, se esconde un dejo de aflicción. Toda una representación del imaginario joven de los 60.
La pesadumbre no impide que el álbum tenga como prioridad la búsqueda de belleza y perfección. Así queda claro en los arreglos vocales de “Beechwood Park” o en la cadencia de piano y voz de “Brief Candles”. La cara A cierra con “Hung Up on a Dream”, donde la banda se pone el traje lisérgico (“Una dulce confusión llenó mi mente”, canta Blunstone en una estrofa), creando su propio “Lucy in the Sky With Diamonds”.
La cara B comienza con “Changes”, uno de los puntos más altos del álbum, en el que el juego de armonías vocales llega a su mejor expresión, con los cinco miembros cantando a la vez. Tras una vuelta al jingle pop con “I Want Her She Wants Me” y “This Will Be Our Year”, la banda se mete en el campo del dramatismo con la suite magistral “Butcher’s Tale (Western Front 1914)”, una composición del bajista Chris White inspirada en historias trágicas de la Primera Guerra Mundial. El final llega más distendido con la alegre “Friends of Mine” y la oda al verano del amor “Time of the Season”.
Al igual que Homero Simpson, Odessey and Oracle no pudo gozar del arcoíris de los 60 en su momento. A pesar de recibir críticas positivas, cuando el álbum se publicó en Inglaterra en abril de 1968 pasó casi desapercibido y la banda se separó. Inesperadamente, dos años después, “Time of the Season” se convirtió en un megahit en los Estados Unidos, en buena medida gracias al hype del músico y productor Al Kooper. Pero sin una banda que sostenga el proyecto, pasó al olvido.
Con los años, Odessey and Oracle fue creciendo gracias al runrún que decía que era un tesoro oculto esperando a ser descubierto. Músicos como Paul Weller, Dave Grohl, Tom Petty, Carlos Santana y hasta Brian Wilson se han deshecho en elogios del álbum, y artistas de la casta del indie como Beck, Yo La Tengo, Elliott Smith y of Montreal han reconocido influencia de él.
Finalmente, The Zombies tuvo una revancha para reencontrarse con su pasado: en 2008, para el 40º aniversario del álbum, los miembros originales se reunieron para tocarlo en vivo de forma entera. En 2016 repitieron la experiencia a través de un tour para celebrar sus bodas de oro que sigue hasta la actualidad. Más que un festejo, es un acto de justicia histórica.