
Acto I: La aparición de la heroína
En toda historia hay una heroína, y en la noche del 9 de septiembre, ese papel lo interpretó Katy Perry. Un entorno postapocalíptico inundó el estadio del Movistar Arena, con pantallas gigantes que proyectaban ruinas digitales, un humo que cubría el escenario, luces que cortaban la oscuridad y estructuras industriales que ocupaban diferentes rincones del estadio. Allí, en medio de esa escena distópica, surgió ella: mitad humana, mitad robot, como salida de una película de ciencia ficción.
Desde una base voladora, entre marioneta y guerrera, la cantante norteamericana dio inicio al primer bloque temático de la noche. "Artificial" abrió el juego, y el grito de "Argentina" explotó en el campo, dando por sentado que esos ocho años de espera valieron la pena. "Chained to the Rhythm" y "Teary Eyes" siguieron, con un público que rozaba los 20s y 30s que cuando escuchó los primeros segundos de "Dark Horse", estalló.
Acto II: La memoria pop
Tras un cambio de vestuario que transformó a Perry de heroína futurista a ícono pop, la estrella repasó los hits que le dieron su lugar en la industria; desde "I Kissed a Girl" hasta "California Gurls", pasando por "Teenage Dream" y "Woman's World" (de su último disco 143). Entre selfies robadas a fans y saludos a la platea, logró una cercanía que desarmaba la distancia de los asientos del recinto de Villa Crespo.
"Sé que mi corazón está en Buenos Aires", confesó, mientras recordaba la advertencia de su entorno: que Sudamérica sería "una pérdida de dinero". Sin embargo, apostó al amor y la fidelidad de sus fans latinos. "Hay algo muy especial sobre los argentinos, nunca olviden eso", dijo, y el público lo celebró.
Acto III: El surrealismo
El tercer acto sorprendió con una escenografía flotante, flores gigantes grises suspendidas sobre el escenario, como si un jardín postapocalíptico hubiera surgido de la mente de un diseñador obsesionado con lo surreal. Katy desplegó su poder vocal en "Nirvana", "Crush", "I'm His, He's Mine" y "Wide Awake", mientras los bailarines ejecutaban acrobacias alrededor de toda la pista.
Acto IV: Su admiración por Eva Perón y un juego interactivo
Sin embargo, uno de los momentos más celebrados llegó en el cuarto bloque, cuando un fan le entregó una camiseta de Argentina. Sin dudarlo, Perry la alzó y entonó fragmentos de "Don't Cry for Me Argentina", un guiño a Eva Perón que replicaba la imagen con la que había llegado al país posando junto a un retrato de la política. Entre risas, añadió: "No le digan nada a los brasileños, se van a enojar, que no se enteren", recordando sus próximas presentaciones en el país.


Luego de su devoción por los argentinos, la heroína abrió espacio para la participación directa del público. Dos fans subieron al escenario gracias a un QR proyectado en pantallas, en una especie de juego interactivo tipo "Elige tu propia aventura". Los afortunados fueron Guadalupe de Buenos Aires y Julián de Mendoza, quienes la acompañaron a cerrar el set con "Never Really Over", "The One That Got Away" y "All The Love".
Acto V: Guerrera del futuro
Con un vestuario que la convertía en guerrera de otro planeta y una espada láser roja en mano, Katy interpretó "E.T.", "Part of Me" y "Rise". Parecía una especie de campo de batalla donde la heroína debía luchar contra la gravedad de la rutina, el paso del tiempo y la idea de la irrelevancia. Y es que, a sus 40 años, sigue construyendo una narrativa que incluye fuerza, feminidad y control absoluto del espectáculo.
Acto VI: El final
El cierre llegó con un estallido de energía y color: "Roar" celebró una década de carrera, seguida de "Daisies" y "Lifetimes". El clímax llegó con "Firework", mientras papelitos de colores flotaban por el aire. El público, cómplice de la fantasía, se convirtió en un mar de brazos; Perry, completamente humana y completamente pop, agradecía, celebraba y se despedía de Buenos Aires, dejando claro que la música puede salvarnos incluso en los mundos más caóticos.