
Este lunes 24 de marzo fue el primero de los 10 show en los que Joaquín Sabina le dirá adiós a su público argentino. El español llegó con su gira "Hola y adiós" y durante dos horas repasó sus clásicos que lo ubican como uno de los artistas más importantes de habla hispana.
Ya sé que “no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió” pero qué pena no haber nacido antes para disfrutar más de Joaquín Sabina.
Ya sé que no hay que volver a los lugares en los que fui feliz, sin embargo yo quiero volver constantemente a sus melodías y letras porque son esos lugares que tienen la comodidad de los besos de mamá y del abrazo de papá.

La música te transporta a lugares, recuerdos y personas. La música te lleva a revivir momentos tristes y felices. La música te obliga a pensar. Qué barbaridad despedirse de una persona que ni siquiera sabe tu nombre, pero que ha marcado tu vida.
He sido criado en una familia que escuchaba cassettes de Sabina, Serrat, Aute y Silvio Rodríguez. Probablemente la despedida de Sabina, como fue la de Serrat en el 2022, o la eterna de Aute o la tan ansiada gira despedida de Silvio (volvé, por favor), tengan ese sin sabor entre nostalgia y una profunda tristeza.
Ayer salí del Movistar Arena con un nudo en la garganta y los ojos vidriosos de saber que “Hola y adiós” marcará el final de un artista, pero también será el final de mil recuerdos y momentos en mi vida. Claro, la música es eterna, pero lo que genera un show en vivo es inexplicable.
“La vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido” fue la frase que usé para escribir sobre una foto con mi abuela, el día siguiente a su partida. Hoy esa frase la cantó, como las otras cuatro veces que lo vi en vivo. Hoy ese recuerdo volvió a mí, como las anteriores. Hoy mi abuela también estuvo, como siempre.
La música te transporta a momentos eternos y esos momentos eternos quedan plasmados en una simple melodía que quizás fue escrita entre gallos y medianoche, con whiskys o algunos estimulantes encima. Pero esa frase o melodía genera un mundo en el que nos sumergimos y del que no queremos salir, porque claro en ese mundo sigue estando aquello que recordamos como algo bonito.

Quizás la vida son los shows en vivo de nuestros artistas favoritos y viajar a aquellos recuerdos a lo que nos llevan sus canciones. Quizás, solo quizás, eso pueda curarnos algún mal de amor o alguna falta que tengamos en la vida. O quizás no, pero con música es mejor.
Con quién bailará Evita, a quién pintará Diego Rivera, quién caminará por el boulevard de los sueños rotos. La calle Melancolía se vacía y la melancolía se transporta a la cotidianidad y a aprender a vivir con la ausencia de tu música en vivo.
Este adiós no maquilla un hasta luego. Gracias por todo, querido Joaquín. Nos hiciste muy felices. Si el fin del mundo me pilla bailando, ojalá sea con alguna canción tuya.
Y sí, nos dijimos adiós, pero ojalá que volvamos a vernos.