
En 1969, cuando la ruptura de los Beatles ya se veía venir, el aire se cargaba de tensiones que avecinaban una nueva era para John Lennon. El reloj de la historia parecía marcar un punto donde el sueño de la fama y la perfección se destruían frente a la realidad de las luchas y las batallas personales de cada integrante. Mientras el mundo seguía los pasos del cuarteto de Liverpool, Lennon, más que nunca, sentía el peso de sus propias contradicciones.
En medio de esta tormenta, llegó una mujer que desestabilizó aún más el panorama. Yoko Ono se cruzó en su camino y con ella, el amor encontró su propia rebeldía. Tras superar complicaciones burocráticas en varios intentos previos, la pareja, que se había conocido tres años antes, halló en Gibraltar un refugio perfecto para concretar su boda, lejos del asedio de los paparazzi. Se habían propuesto escapar de Londres, pero el destino les jugó una serie de malas pasadas: el transbordador, un ferry a Francia, no los dejó embarcar debido a problemas con sus pasaportes, y lo mismo ocurrió en París, donde las complicaciones legales se multiplicaron, frustrando un intento tras otro. Finalmente, fue el manager de John, Peter Brown, quien les sugirió la península británica, un pequeño rincón entre España y Marruecos, donde, gracias a la simplicidad administrativa, no solo podrían casarse, sino hacerlo rápidamente, sin más complicaciones.
A primera hora de la mañana, un avión privado despegó desde París, llevando a los dos enamorados hacia su destino final. En el pequeño aeropuerto de Gibraltar, casi al mismo tiempo en que el registro civil abría sus puertas, Lennon y Ono estaban listos para sellar su destino. A las 10:30 de la mañana, tras firmar los documentos y bajo el control de la mirada atenta de los medios de comunicación y los pocos testigos presentes – entre ellos el fotógrafo David Nutter y Brown – , la pareja se convirtió oficialmente en marido y mujer.
La boda duró apenas diez minutos. Diez minutos que cambiarían la vida de ambos, pero que, sobre todo, marcarían la historia del amor, el arte y la política. Lennon, en sus palabras, explicó la elección del lugar diciendo que Gibraltar era “tranquilo, británico y amistoso”, lo que parecía alejarse de los estándares más tradicionales de la boda, tan ostentosas que la sociedad esperaba de dos celebridades de su talla. En ese rincón del mundo, ellos encontraban la paz que tanto deseaban, lejos de la vorágine mediática, un refugio donde, al fin, se daban el permiso de ser ellos mismos.
La ceremonia sería solo el primer capítulo de una luna de miel que, como era de esperar, tampoco sería convencional. Poco después de casarse, la misma aeronave los llevó nuevamente a París, para retomar la travesía de lo que sería una de las protestas más emblemáticas de la historia del activismo pacifista en la época. El 25 de marzo de 1969, menos de una semana después de su boda, Lennon y Ono aterrizaron en Amsterdam, donde decidieron llevar a cabo el célebre “bed-in for peace”. En la habitación 402 del Hilton de la ciudad, ambos se recluyeron en la cama, como una forma simbólica de resistir, de rechazar la violencia que arrasaba con el mundo, en particular la guerra de Vietnam.

Durante siete días, la pareja invitó a la prensa a entrevistarlos, a escuchar sus ideas sobre la paz, y a ver cómo, vestidos con pijamas blancos, rodeados de flores y carteles con los lemas “Hair Peace” y “Bed Peace”, demostraban al mundo que no se necesitaba un escenario para manifestarse. Solo una cama bastaba para hacer sonar su mensaje.
Lo que ocurrió después es historia. Poco más de un año después, los Beatles se separaron, y Lennon comenzó su carrera como solista, acompañado siempre por la presencia de Yoko, quien sería su aliada en cada paso, su fuerza creativa y su consuelo en tiempos difíciles. Juntos, siguieron luchando por sus ideales, buscando siempre la paz en el caos que les rodeaba. En la misma ciudad de Nueva York, donde el destino de Lennon se sellaría trágicamente en 1980, John y Yoko seguirían siendo un símbolo de amor, resistencia y cambio.