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BODAK YELLOW (MONEY MOVES): Billboard Hot 100 (tres semanas), Hot R&B/Hip Hop Songs (seis semanas), R&B/Hip Hop Airplay (diez semanas), Streaming Songs (dos semanas).
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Cardi B debería estar en la cima del mundo. Si su cuenta de Instagram, las apariciones en TV o los perfiles de revista que se escribieron sobre ella son ciertos, ella literalmente debería estar sobre una pila de dinero en una mesa apoyada encima de una alfombra de piel de oso en tono neón. Ya pasó apenas un mes desde que su sorpresivo hit Bodak Yellow (Money Moves) cedió su reinado de tres semanas al tope del Billboard Hot 100, y durante ese tiempo cumplió 25 años, dio dos shows en el Barclays Center junto a las estrellas más grandes del rap, se llevó cinco BET Awards (incluyendo Mejor Artista Nuevo de Hip Hop), escupió versos junto a Nicki Minaj y Migos en “MotorSport” (que se coló entre los primeros diez del Hot 100), y hasta se comprometió con Offset, uno de los tres miembros de Migos, quien le dio un anillo de USD 550.000 con un enorme diamante tallado a mano. Unas semanas después de esta entrevista, también recibiría dos nominaciones para los premios Grammy –en las categorías Mejor Performance de Rap y Mejor Canción de Rap– por Bodak Yellow.
Así que al encontrar a Cardi en un silencioso rincón de pared de ladrillos y libros en el Carondolet House de Los Ángeles –una mansión italiana transformada en salón de eventos donde ella posa para una sesión de fotos–, me sorprendo al verla… bueno… desdichada. Cuando me acerco para preguntarle cómo está, Cardi mira por encima del sándwich que está comiendo y bizquea. “Uh, terrible –dice, mientras su rostro expresivo se vuelve avergonzado–. Tengo una migraña terrible. Dios mío. Me está liquidando”.
A pesar de las payasadas y de su crudeza en redes sociales, Cardi B no es una caricatura. Es real. Y cualquier tipo de estrés autoinducido o el peso de la fama que la esté aplastando en este momento no le prohíben decir cuán feliz se encuentra en este momento y hasta responde mis preguntas con entusiasmo (aunque entre medio de ellas se toma algunas largas pausas para masajear su sien). Dice que llegar a la cima del Hot 100 fue como “ganar la lotería”. También afirma que la fiesta sorpresa ambientada como un club de strippers que le armó su sello, Atlantic, fue “más especial que mi cumpleaños”. Está tan humillada por el hecho de que empleados aeroportuarios la vienen felicitando que lo menciona varias veces. “Y no es un tipo de felicitación que todos hayan tenido –agrega–. O sea, ‘Oh, acabás de ser madre’ o ‘Te graduaste’. Es un N° 1 en Billboard”.
Cardi –la primera mujer MC en subirse al chart desde Lauryn Hill con Doo Woop (That Thing) en 1998– es también veloz a la hora de alabar a su predecesora: “Lauryn Hill es como una diosa. Para mí, es increíble el hecho de ser nombrada en una misma oración y la posibilidad de que una nueva rapera pueda estar en una misma oración conmigo…”, dice mientras levanta las manos en el aire y las golpea contra su vestido verde amarillento. Ella está también orgullosa de que Bodak destronara a Look What You Made Me Do de Taylor Swift, a pesar de que ella elogia a Swift mientras expresa ese sentimiento. “Realmente me encanta esa canción, pero me hizo sentir bien porque Taylor Swift es… Taylor Swift. Estar en la cima es por lo que la gente la conoce, y yo sentí que lo estaba haciendo por la cultura”. Swift, por su parte, le mandó flores a su contrincante. “Cardi es la campeona del pueblo –dice Michael Kyser, el presidente de música negra para Atlantic–. No sabe cómo jugar en esta industria. La echaron de las viviendas sociales del Bronx”.
En la actualidad, Cardi alquila un departamento en los suburbios de Edgewater, New Jersey, por al menos dos años. Pero llegó ahí gracias a un despegue meteórico desde esas viviendas del Bronx, construyendo una enorme carrera a partir de su fama en redes sociales, luego a través de un reality show, más tarde en apariciones en clubes nocturnos, donde podía juntar más dinero con la ropa puesta que sin ella. De ahí el gancho de Bodak: “Ahora no tengo que bailar, ahora hago que la plata se mueva”.
Para Cardi no fue fácil que artistas, DJ y sellos la tomaran en serio como MC cuando se fue del show de VH1 Love & Hip Hop: New York a fines de 2016, pero los ejecutivos de Atlantic se sorprendieron y emocionaron al entender que su personalidad en la pantalla no era una pose. “Cuando la conocí –recuerda Julie Greenwald, la COO de Atlantic–, era la misma persona que veías en las redes sociales y en la televisión. No estaba edulcorada o con la actitud de ‘Me encuentro en una reunión importante, mejor me transformo’. Ella entró como Cardi B, controlando completamente su destino, como una verdadera jefa. Siendo mujer y al mismo tiempo jefa en una compañía grande, me impresionó muchísimo”.
El don de la palabra combinado con su acento del Bronx propulsó el léxico de Cardi a la estratósfera de los memes. De hecho, en un punto de nuestra entrevista, parece gesticular el tono de Popeye, vociferando “Yo soy lo que soy, no soy alguien estándar”. Pero parafraseando a Jezebel en una retransmisión de Love & Hip Hop, ella parecía real no solo en un mundo, sino en dos que son explícitamente prefabricados: las redes sociales y los realities.
Incluso en un año que funcionó como vidriera para la autenticidad del hip hop –con raperos desde Lil Uzi Vert hasta Logic, Jay-Z y Kendrick Lamar hablando sobre libertades y verdades individuales–, Cardi B se separa del resto. Ella es una luchadora que se empuja diligentemente para ir hacia adelante y dándose a ella misma el crédito absoluto por eso. “Esta es mi ética laboral: yo no quiero criar a mis futuros hijos donde me criaron a mí, y la única forma que conozco para que eso no ocurra es trabajar, trabajar, trabajar, trabajar y trabajar –afirma Cardi–. No quiero vivir en un pequeño departamento en el Bronx. No quiero tener tres hijos y compartir una sola habitación. No quiero que mis hijos vayan a una escuela afiliada con pandillas. No quiero vivir subvencionada. No quiero”.
Ese es un sentimiento con el que cualquier trabajador orgulloso se puede identificar, al que Bodak Yellow le da un brillo glamoroso, y es por eso que, aparte de ser un hit ruidoso de buena fe, se convirtió en algo más que una novedad. Cardi, descendiente de dominicanos y triniteños, dice que nunca fue del credo “YOLO” y que crear un contexto mejor para sus futuros hijos la motivó inclusive desde los 19 años, cuando combinaba la escuela nocturna con un trabajo de tiempo completo en el Amish Market. Hasta que no pudo con las dos cosas a la vez y se volcó a bailar en boliches, algo que no era nuevo para ella. Habiendo asistido al Renaissance High School for Musical Theater & Technology, fue sumada a varios musicales aunque luego desestimada por no cuidar sus calificaciones y por socializar rapeando encima de canciones populares para sacarles una sonrisa a sus compañeros.
En estos días, una de sus cosas favoritas es chequear los charts de Billboard con su prometido. Offset escaló algunas posiciones con su grupo Migos en 2017, pero también entró a los primeros cinco lugares del Billboard 200 gracias a Without Warning, su colaboración con 21 Savage-Metro Boomin. Junto a Bodak, el team de Cardi con G-Eazy y A$AP Rocky en No Limit se ubicó en el Nº 7 del Hot 100. De hecho, ella competirá con Offset en la categoría Mejor Performance de Rap en los Grammy, dado que Migos fue nominado por Bad and Boujee.
Aun siendo una neoyorquina empedernida –“Tengo un ciento por ciento de orgullo del Bronx. Es como un país. Yo soy el Bronx”, dice–, Cardi piensa que ella y Offset se mudarán a Atlanta, porque “los hombres del sur profundo no se mudan acá”. Y, además, porque quieren una casa “loca y enorme”. Y a pesar de que ya se alejó de los reality shows, considera un puñado de ofertas de varios canales de cable para televisar su boda: “¿Por qué no? El dinero habla”.
En cuanto a su anticipado plan de ser madre a los 25, su edad actual, eso va a tener que esperar. Está atravesando una adicción de crear hits. Luego de ver cómo Despacito dominó durante 2017, ella se siente motivada a embarcarse en un sonido inspirado por su formación: hip hop agresivo de la costa este combinado con ritmos caribeños y letras en español. Algo de eso ya está en camino: La modelo, una colaboración con Ozuna.
Mientras tanto, Cardi se sigue acostumbrando al estrellato. “Cuando las mujeres me vienen a hablar y me dicen ‘Soy una senadora’ o ‘Soy doctora’, es como… ‘Carajo, ¿les gusta lo que hago? ¡Ustedes son las verdaderas heroínas!’ –dice shockeada, y agrega–: No es que la gente quiera ser como yo, pero algunos quieren que yo diga las cosas que ellos tienen miedo de decir. Yo las digo por ellos”.
Por ejemplo, su lectura del glamoroso destino de la ciudad de Dubái, donde filmó el video de Bodak en mayo pasado: “Mierda. América ahora es un desastre, pero tenés que amarlo gracias a ciertas libertades que nos dan”, dice. “Es tan estricto en otros países. Yo tendría que estar cubierta prácticamente todo el tiempo, y… –sus botas crujen mientras se balancea hacia adelante–. ¿Sabías que no les dejan ver porno en Dubái? ¿Cómo controlan eso? No lo sé, pero lo hacen”, dice susurrando, como si en Dubái estuviesen escuchándonos.
Mientras su migraña se disipa, Cardi mueve sus pensamientos hacia la “mala energía” que viene con la fama: “Hay muchísima gente falsa, muchos que te escupen odio, tratando de desacreditar tu trabajo. Hombres que hablan mierda, el drama, el dolor, las lágrimas, el sudor, el estrés. Es abrumador. Trato de absorberlo. Lloro algunas veces y me pongo muy mal”.
Cuando eso ocurre, ella visita a su abuela en su departamento de Washington Heights, donde vive hace 30 años. Viene de una familia de bromistas, y su humor la ayuda a atravesar los momentos más frustrantes, como esta cita obligada con la prensa. Mientras un amigo de su entorno toma a Cardi y le explota un grano en la frente, ella simula tirárselo en la boca, solo para espantarlo. ¿Cómo resumir entonces a una mujer como Cardi? Ella, al menos, tiene una forma bastante original de describir su impronta: “Genui-nidad”.