En Cálculos y oráculos está la frase “Decían que mejor no cruzáramos solos”. Hay un imaginario en las letras que es muy crudo en este disco…
Es verdad. Sí, me gusta esa frase. Siempre trato de que las letras no perturben ese equilibrio perfecto que se da entre lo que yo balbuceé cuando cantaba en la armonía y la música. Que la voz quede igual que cuando no estaba la letra, y a la vez decir algo que no sea una estupidez total. En Sin dones medio que dudé de decir esto, todo el último verso que dice: “Cuando al fin pude salir de mis confines, cuando vi con estupor la liviandad de mis convicciones. Y entendí que es en la infancia que se imprime esa barbaridad, solo decir piedad y que me perdonaran”. Es un poco… íntimo, ¿viste? Por momentos no me gusta hablar tanto de mí.
Evidentemente en Halo pudiste soltar eso.
Por ahí en esa frase sí. Es que es muy fuerte porque realmente cuando vos hacés algo mal… te sentís una mierda. Todo el tiempo tengo un jurado de censores apuntando con un dedo; como pidiendo permiso para algunas cosas. Yo me equivoco todo el tiempo, y a veces los errores pueden lastimar a otros, y puede ser o por necedad mía o por no haberlo visto. No es por maldad, es de bestia, o de desconsiderada, o de ciega. Pero no es a propósito. Yo me arrepiento muchísimo cuando de golpe me doy cuenta de la barbaridad que acabo de hacer, me quiero matar. Me acuerdo una vez que fue horrible. Yo estaba muy fumada y no tenía celular. Acababa de comprarme uno nuevo, y yo me negaba. En ese momento mi número solo lo sabían seis personas. Entonces yo estaba en ese mambo, bailando con unos amigos, y de repente [hace una voz acelerada y finita] “Hola, Juana, te llamo del medio tal, soy una periodista de tal programa…”. Y salió un energúmeno de mí: “¿Quién te dio mi teléfono? ¡Mi teléfono no lo tiene nadie!”. Y los otros dos que estaban ahí, escondidos muriéndose de risa. Y nunca supe quién fue para poder llamarla y decirle “Me estaba pasando no sé qué, te pido mil disculpas”.
Tampoco te podés castigar tanto.
No. Pero te digo, esas cosas que no sé de dónde salen, esos monstruos que uno tiene. Además, no aprendés. Siempre viene una nueva y decís “Pero no aprendo nunca”. [Hace una voz de locutora formal] Como dice la gran poeta en el disco Tres cosas: “Qué le voy a hacer, no hay caso, no aprendo” [se ríe]. Me encanta esa canción, Yo sé qué. Igual la intención es importante, ¿no? Creo que eso es lo que da la posibilidad de que otro te perdone o no. Una cosa es ser un hijo de puta y hacerlo a propósito, y otra que se te salte la chaveta, mal.
El disco tiene un carácter oscuro, casi perverso.
Mirá, de eso no me doy cuenta. Me alegro de que así sea, porque prefiero hacer un disco oscuro que…
¿… uno inspirado en el sol del atardecer?
Sí. Porque me pasa que esas canciones, que me salen todo el tiempo y tengo varias, después no las uso. Canciones muy livianas, muy “lalala”. Por ahí me copo, estoy un mes y de golpe no las puedo escuchar más. ¡Por favor, sáquenme esta canción de encima ya! A veces pienso que quizás esa es la cualidad de un hit, que al principio te parece buenísima, la escuchás 30 veces seguidas y después no la querés escuchar más. Por ahí tengo que probar de dejar una de esas en los discos, ¿viste? [se ríe].
En algún momento dijiste que te habías acostumbrado al reconocimiento, que te resultaba natural o era algo a lo que no le prestabas tanta atención…
¡Mentí!
¿Es mentira?
No [se ríe]. Que en un medio me elijan “Feature del mes” o lo de Radiohead es buenísimo. Antes de lo de Phil Selway [el baterista de Radiohead citó varios discos de Juana como favoritos], me enteré de que ellos habían puesto un tema de Son en un playlist de no sé qué. Hacía muchos años que los pibes me tenían así, y eso fue… ¡Divine! Por supuesto que eso me llenó de alegría y me confirma que el lenguaje de la música se conecta por un lado que no tiene nada que ver con el éxito ni con ser o no ser. La música es un fin en sí, la letra es un fin en sí. Todo lo que hago es un fin en sí, no es un medio para.
Y eso corre a un costado de la crítica…
Es que sí, porque la primera crítica soy yo. Primero pasó por el filtro más difícil. Por eso me gustan pocas cosas. No me gusta que algo me guste más o menos, ¡quiero que me guste mucho! Si no, no tiene sentido, es una pérdida de tiempo. Como con un tipo, no voy a estar con un tipo que me gusta un poquito, prefiero estar sola. Soy un poco torturada como para encima procesar cosas que no me interesan, pero bueno…
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[Parte I] Juana Molina: “El silencio es vital para mí”