Disfrutando de un refrescante trago Moscow Mule en una soleada tarde en Randall’s Island de Manhattan, Kevin Parker, la fuerza creativa principal detrás del proyecto de rock psicodélico que es Tame Impala, juguetea con un rosario maya de madera enrollado alrededor de su muñeca, uno de los muchos brazaletes que le dieron los fans mientras estuvo de gira el año pasado. Es un memento de dónde ha estado recientemente y también un buen indicador de hasta dónde ha llegado. “Solía pensar que interactuar con el público era una cosa completamente de ego –dice el multiinstrumentalista y cantante de 30 años–. Nunca me di cuenta de lo gratificante que podía ser. Es estar más en el punto de recepción; son las personas dando. Eso es algo poderoso de lo cual percatarse”.
Y en buena hora. Parker y Tame Impala (que incluye a los tecladistas/guitarristas Dominic Simper y Jay Watson, al bajista Cam Avery y al baterista Julien Barbagallo cuando la banda toca en vivo) iluminaron el circuito de festivales en 2015, desde el escenario principal en Coachella a Governors Ball y Lollapalooza. El 26 de junio, en Glastonbury, Parker tocó como invitado especial de Mark Ronson, en cuyo exitoso álbum Uptown Special (sí, el hogar de Uptown Funk!) canta y toca en todas partes. Y el 17 de julio, Tame Impala lanzó su tercer –y mejor– álbum, Currents, que representa un cambio notable para Parker en términos de sonido y actitud, tanto personal como profesionalmente. Mientras que la vibra playera y flashera que hizo que Tame Impala ganara seguidores desde su formación en 2007 todavía está ahí, el sonido es ahora más pulido, bailable y popero que nunca. “Antes, pertenecía a un estilo de vida más indie, así que veía todo aquello que era exitoso como bobo, como ‘Oh, solo quieren ser famosos’. Eso se terminó –explica Parker, vestido con jeans, una remera blanca y una bufanda azul doblemente enrollada alrededor de su cuello–. Esta vez me desafié a mí mismo. No oscurecí la melodía, mi viejo yo habría visto esto como muy tonto, muy comercial, muy top 40. Mi nuevo yo simplemente lo ve como lo que quiere hacer la melodía”.
En el estudio, Tame Impala es todo Parker, un talento multiinstrumentista a la Beck o Prince. Graba baterías, guitarras, teclados y mucho más, incluyendo escribir, cantar y producir todos los temas. “Es un genio de alcoba”, dice Ronson, agregando al mismo tiempo que se sintió dubitativo de encarar a Parker para trabajar en Uptown Special por esa misma razón. Pero su instinto le sirvió: Parker voló alrededor del mundo para encontrarse con Ronson en Memphis, y su impronta puede sentirse a lo largo del álbum, desde las voces principales en tres canciones (incluyendo el single Daffodils) hasta la guitarra y la batería en otros temas. “No conozco a nadie como él –subraya Ronson–. Sé de muchos multiinstrumentistas talentosos, pero cuando combinás eso con su buen gusto y su capacidad compositiva, es una cosa muy rara. Realmente se siente como que es la hora de Tame Impala”.
Nada cambió
Parker nació y se crió en la costa occidental de Australia, en Perth: “Técnicamente, la ciudad más aislada del mundo, aunque a nadie ahí le guste hablar de eso”, dice. Empezó a componer canciones cuando tenía 7, inspirado por Michael Jackson; a los 11 comenzó con la batería y, pronto, a grabar en las dos caseteras de la familia. “Conceptualmente, nada ha cambiado mucho desde entonces”, afirma. La estética soleada y relajada de su música es producto en su mayoría de su vida adolescente en Perth: “Tomábamos, fumábamos marihuana e íbamos a la playa. La música que hacía era un soundtrack de lo que estaba viviendo”.
Su padre, un contador de Zimbabue, lo instó a buscar un título universitario; Parker terminó eligiendo la carrera de Astronomía para luego dejarla. Su padre murió un par de años atrás, justo cuando Tame Impala empezó a crecer. “Vivió lo suficiente para ver que estuvo equivocado”, sostiene Parker.
Si bien ha acaparado muchos seguidores a nivel mundial, Parker todavía reside en Perth, trabajando desde un estudio en casa que está a 100 metros del mar. Se compró su casucha destartalada de los años 50 por el precio de una canción, literalmente: las ganancias generadas por el single Elephant y su pisoteo “fuzzeado”, extraído de Lonerism, de 2012, y nominado para los Grammy, pagaron por la mayor parte. “Cuando llueve, el techo tiene goteras, así que pongo baldes ahí”, reconoce. Graba tarde a la noche, después de haber tomado un par de tragos. “Las cosas fluyen más fácilmente; y la fluidez es lo más importante para mí a la hora de grabar”.
Nadar en la marea es también un estímulo creativo clave. “Es el purificante perfecto –sostiene–. Si bien crea un ruido blanco, este hace un sonido físico alrededor tuyo para que tu ruido interno pueda ser amplificado”.
Amplificar esa voz interna es lo que le da a Currents su magia íntima pero universal. “Me siento como una persona nueva… finalmente volando”, canta en New Person, Same Old Mistakes, el pensativo track de seis minutos cierre del álbum. Parker cumplió 29 mientras escribía Currents, y estaba leyendo sobre el retorno de Saturno, una transición masiva de vida sostenida por los astrólogos, lo cual resonó fuertemente en él. “Estuve reflexionando un montón sobre mi vida pasada y lo que está delante de mí. Oír que [el retorno de Saturno] es una cuestión bastante conocida, un gran momento de transición para la gente a esta edad es fascinante –afirma–. Estaba con el álbum a la mitad cuando escuché sobre eso, y de repente las cosas tenían muchísimo más sentido”.
Otra señal de cambio en la vida de Parker está en su antebrazo, justo arriba de donde están apilados los brazaletes de los fans: una mínima letra “S” tatuada en honor a su novia, Sophie, su chica ideal del secundario con quien se juntó finalmente hace dos años (Ella tiene la correspondiente “K” en el brazo). Si bien es una ejecutiva publicitaria, Parker dice que su ímpetu está paralelo al de él. “Su trabajo es disparar las emociones de la gente, encontrar maneras de conectar con ella. Es exactamente como yo me siento respecto de componer canciones”.