De manera natural, Las Pelotas siempre aumentó su introspección y Brindando por nada, el álbum del 2016 que cortó una racha de cinco años sin canciones nuevas, es la última prueba. “Nos decían ‘Eh, ¿por qué tanta mala onda con el nombre del disco?’… Para mí, es una gran ironía”, reveló Germán Daffunchio a Billboard entre la espesa niebla de las sierras jujeñas. La banda hija de la separación de Sumo viajó al norte argentino para presentarse en el marco del Tecnópolis Federal.
Solo hace falta leer los títulos del resto de su álbumes para darse cuenta de que la ironía es el océano por el que navegan hace casi 30 años. La clave del éxito, Todo por un polvo y Esperando el milagro evidencian un pesimismo esperanzador. Para Daffunchio y compañía la crítica social ya es casi obvia. “Cuando se hace rock & roll, es lógico que uno empiece haciendo esa cosas de revolución, de crítica sanguínea. Uno quiere salir a pegar cachetadas a todos lados. ‘Despierten, despierten’. Y después te das cuenta de que la maduración de los pueblos no depende de uno”, concluyó entre risas el frontman. Pero a pesar de ese dejo de cinismo, reconoce: “Hay un poder real detrás de la canción; lo comprobé a lo largo de mi vida con miles de historias que me han contado”.
¿Cómo fueron cambiando las facilidades para girar por todo el país?
Con respecto al rock independiente, había que centralizarlo en Buenos Aires porque era el único lugar donde se podía tocar verdaderamente. Salir a girar por el país es una movida y logística importante. Poder venir a Jujuy es fabuloso, ya desde lo geográfico es un lugar muy especial. Tocamos un par de veces, pero es una gran oportunidad que la música se pueda llevar a todo el país. En Argentina hay una certeza de que todo pasa por Buenos Aires y la sensación de soledad es muy profunda. Hablo a nivel cine, arte… a todo nivel. Esto es una posibilidad para que mucha gente venga a los shows, personas que quizás no podrían de otra forma.
Brindando por nada ya tiene un año, ¿qué balance hacen?
Ya estamos haciendo otro. Lo más importante me parece que es lo que sentís vos con el disco, tu sensación final. Después lo que pase con la gente es otra cosa. Afortunadamente, de los dos lados fue espectacular. Me llamó mucho la atención llegar a México y que la gente cantará Víctimas del cielo. Un artista tiene que crear todo el tiempo, una vez que se hace una obra tiene que empezar a hacer otra. A las generaciones jóvenes se les ha hecho pensar, erróneamente, que el éxito es hacer una canción linda. La vida del artista es mucho más prolongada, y es un arte en sí misma (risas)… Tratar sobrevivir haciendo arte en tu país. Uno tiene que seguir haciendo siempre, porque me parece que lo peor que le puede pasar a un artista es tener que repetirse todo el tiempo. Nosotros, por suerte, tenemos muchos discos y podemos tocar temas de cualquiera. Eso nos da la posibilidad de poder cambiar las listas todo el tiempo, y no nos aburrimos. También está la necesidad de hacer nuevo material, porque es una necesidad que nace de las tripas.
Cuando la obra de un artista se convierte en algo tan abstracto, ¿encuentra siempre un correlato con realidad?
Obviamente hacemos rock y creo que en el rock hay un sentimiento de revolución que es siempre constante, de la queja o de la crítica… lo que sea. En los primeros discos éramos un poco más para afuera: había protesta, crítica. Ahora, me doy cuenta de que la verdadera revolución está en el corazón de cada uno, en el accionar. Es muy fácil hablar de revolución, pero otra cosa es actuar verdaderamente. Pero en cada disco hay un planteo. Cuando arrancamos a hacer un álbum, empieza toda una crisis interna entre nosotros en la que decimos “¿Con que lo llenamos?”.
¿Es catártica la crisis?
Sí, es liberadora. Es interesante empezar a pensar en dónde quiere uno apuntar la flecha. A mí me parece que la crítica social ya casi es obvia. Lo que no es obvio es el viaje para adentro. Te vuelvo a repetir, creo que la verdadera revolución empieza por uno. Vos sos el que aceptás qué vas a consumir, sos el que aceptás el tipo de vida que te dicen qué hay que hacer, cuán fiel sos a tu propio corazón.
Van a cumplir 30 años, ¿habrá festejo?
No sabía que ya casi eran treinta… a ustedes los periodistas les encantan las estadísticas. No sé, no creo. Aunque te cagues de risa, nuestros festejos son todos los shows. Uno con el tiempo empieza a darse cuenta que no es indestructible y que la vida es un suspiro. Cada show es único y siempre salimos con el espíritu de disfrutarlo al mango. Nunca sabés cuándo te vas ir de acá. Hay que valorar lo que estás haciendo y los años, la pasión que tenés por lo que hacés.