Lola Emily Mary Young, más conocida como Lola Young, aprendió a cantar antes que a agarrar un micrófono. En Beckenham, al sureste de Londres, las paredes de su casa estaban llenas de discos y de instrumentos, y ella, apenas adolescente, ya parecía capaz de absorberlos todos. Con tan solo trece años, empezó a afinar su voz en pubs locales, mezclando covers de Joni Mitchell con composiciones propias. A los quince, ganó el concurso de talento Open Mic UK con su canción "Never Enough", un triunfo que le valió un cheque de £5.000 y un paquete de consultoría con Future Music, además de abrirle las puertas de la BRIT School, la incubadora de Amy Winehouse y Adele. Todo estaba dado para que siguiera el camino limpio y predecible de la academia musical. Sin embargo, la artista eligió otra ruta y fue por el punk, el caos y la provocación absoluta.
I'm Only F**king Myself, su cuarto y último disco, es el resultado de esa elección. Desde la portada, donde sostiene una muñeca inflable que la replica, hasta el outro con la última nota de voz, el álbum no solo responde a su vulnerabilidad sino que celebra la complejidad de la mujer contemporánea: sexual, contradictoria, autodestructiva y feroz. Es un trabajo que rompe con la idea de la feminidad normativa, el canon de la industria y la música pop. Las referencias son varias. La voz, rasgada, recuerda por momentos a Alanis Morissette en Jagged Little Pill, por otros a Fiona Apple en sus descargas más salvajes e imprevisibles, e incluso a Patti Smith en los picos más altos de su poesía rock.
Grabado en Electric Lady Studios de Nueva York y Rue Boyer de París con Manuka y SOLOMONOPHONIC, el álbum arranca con "FCK EVERYONE*", una explosión de disonancia y guitarras sucias que desarma cualquier expectativa sobre la identidad femenina. Es un single de autoafirmación y desafío, donde el sexo, las drogas y la libertad se mezclan para romper todos los clichés. Temáticas que recuerdan a los primeros días de Winehouse, pero con más conciencia y, por qué no, más descontrol. No sorprende, entonces, que su representante sea Nick Shymansky, ex manager de la autora de "Valerie", quien accedió a trabajar con la cantante de 24 años en el 2017.
Le sigue "One Thing", que suaviza el punk y se acerca al pop sin perder filo. Es un respiro antes de sumergirse en "d£aler", relato sobre adicción y escape que abre una ventana a su mente y a sus demonios, y que Elton John describió recientemente como "el mayor éxito que escuchó en años". El trío "Spiders", "Penny Out of Nothing" y "Walk All Over You" coquetea con el new wave y el indie, recordando a bandas como Throwing Muses, y prepara el terreno para "Post Sex Clarity", quizá el quiebre más disruptivo del disco, donde se enfrenta a la complejidad del deseo y la autonomía.

La tensión entre lo lúdico y lo devastador continúa en "SAD SOB STORY!" y en "Can We Ignore It?", esta última de 4:30, que mezcla disonancia con un grito de desesperación y demuestra que la susceptibilidad no equivale a debilidad. En "why do I feel better when I hurt you?" y "Not Like That Anymore", Lola lucha con la culpa, la autoobservación y una recuperación parcial. Con "who f*cking cares?" y la nota de voz final "ur an absolute c word", se entrega a la intimidad más real, cerrando un círculo de autodestrucción y reconocimiento de sí misma que no perdona ni se excusa.
Al final, I'm Only F**king Myself es Lola mirándose al espejo, con todas sus contradicciones a la vista. Como ella misma explicó a través de sus redes sociales, no se trata solo de sexo ni de excesos, sino de todas las formas en que se jode a sí misma -la ira, los amores que entran y salen, la adicción- y de cómo, aun así, intenta tomar las riendas de su vida. La provocación está en ir en contra de sus delirios, convirtiéndolos en música que incomoda, fascina y perdura.