“Este de acá es un alemán… Y ese de atrás es Mick Harvey”, señala Nick Cave, y cada una de sus palabras mesuradas inspiran autoridad. Con elegancia aristócrata en sus gestos, identifica las figuras humanas de la foto añeja que se proyecta en la pared; el alemán está orinando arriba del escenario, en dirección al bajista Tracy Pew, mientras que The Birthday Party interpreta Kink Ink en un recital de Colonia, en 1981. Siguiente imagen: Pew nota lo que el hombre está haciendo y lo encara, dispuesto a pegarle. “Y ahí está Mick, tocando por allá”, describe.
En la foto que continúa, Pew para de tocar para poder golpear al tipo, que sale disparado por los aires. Pero Harvey se mantiene concentrado en la percusión −aunque generalmente era guitarrista−.
La escena corresponde a la película 20.000 días en la tierra (2014), un documental coescrito por Cave, Iain Forsyth y Jane Pollard. Si bien el film describe un día ficticio en la vida del líder de los Bad Seeds durante la grabación de Push the Sky Away (2013) –el primero sin Harvey−, el acto retrata la relación del multiinstrumentista Harvey con su exgrupo: opacado por el protagonismo de otro, el músico operaba como motor secreto. Además de ser miembro fundacional junto con Cave de las bandas The Boys Next Door y The Birthday Party, cofundó Nick Cave & The Bad Seeds en 1984, pero nunca le importó que la última llevase el nombre solo del cantante. “Siempre funcionó de esa manera”, acepta.
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“¿Podrían repetir lo que acaban de decir?”, pidió Nick Cave desde su sillón una tarde del 2009, en la última gira en la que participó Harvey. Enfrentado a su notebook, venía repitiendo esa pregunta cada diez minutos. Entonces, Harvey y el violinista Warren Ellis reproducían sus diálogos nuevamente. “Nick estaba tomando nota de nuestras conversaciones. Las quería usar para su novela, La muerte de Bunny Munro [2009]. No sé cuántas de ellas terminaron en sus páginas, pero ¡oh! fueron lindos momentos”, recuerda.
Harvey abandonó el grupo ese año, principalmente porque su relación con Cave iba en picada. “Actualmente nos llevamos bien, pero en ese momento hubo muchos desacuerdos. Si después de 25 años las cosas no marchan como deberían, tenés que hacer un cambio –dice–. Es una banda complicada en demasiados aspectos, así que no me arrepiento. No, no los extraño. Creo que si tuviese que hacer esos tours ahora sería muy infeliz”.
A partir de la separación, Harvey se dedicó a su labor como productor para artistas como PJ Harvey, y grabó dos álbumes con material propio y cuatro con reversiones y traducciones al inglés de temas de Serge Gainsbourg, un proyecto que comenzó en 1995 con el LP Intoxicated Man.
En enero lanzó Intoxicated Women, el más reciente de la serie de raíces francesas. ¿Será verdad que donde termina la gramática empieza el arte? Al menos, Harvey ambiciona con encontrar la respuesta. El idioma, una fuerza en persistente mutación, no significa una barrera para el artista, pero explica que “siempre es difícil el trabajo de traducción, porque se pierden algunas cosas del lenguaje original. Y con el francés, la complejidad es mayor. Hay que ser muy cuidadoso”.
La chanson de Gainsbourg –muchas veces morbosa− consigue ser aún más sombría en la clave de Harvey, que quiera o no, lleva consigo la herencia Bad Seed. Es como si cantase desde las penurias de una París devastada. Los temas parecen confidenciales, un misterioso enigma cargado de erotismo y promiscuidad en donde una calidez fantasmagórica sobrevuela la instrumentación. Además, en Baby Teeth, Wolfy Teeth lo acompaña su hijo Solomon, y la mayoría de las canciones cuenta con la colaboración de intérpretes mujeres que aportan seductoras participaciones.
¿Te pesa el legado de los Bad Seeds o lo considerás una ventaja?
– Sin ellos, la gente no sabría quién soy. No me importan las comparaciones. Es una ventaja, porque al menos se interesan en lo que hago, y si les gusta, mejor. No intento tener éxito comercial: lo que vengo haciendo como solista va por un camino diferente. Es música complicada, no muy feliz. Así que, si produce algo, cualquier cosa, estaré satisfecho.
¿Qué obstáculos tuviste que enfrentar al embarcarte en tu carrera solista?
– Descubrir cómo quería cantar. Me costó varios álbumes trabajar un canto expresivo, pero simple y genuino al mismo tiempo. Me fastidia la manera en que Rihanna y esos vocalistas de R&B modernos abusan de la gimnasia vocal para presumir. Es aburrido y odioso. La protagonista siempre debe ser la canción, no la vocalización. Por eso intento que las palabras encajen, funcionen, que expresen, pero que también estén cómodas.
Paul McCartney se juntó con Rihanna y Kanye West para grabar Four Five Seconds. Es una forma de preservar la vigencia. ¿Lo harías?
– No sabía de eso, pero lo encuentro algo tonto. Probablemente no lo haría. Además, Rihanna no estaría interesada en grabar conmigo. Uno tiene que ser justo con la canción, ver qué necesita, aunque no descarto que haya excepciones y que a veces trabajar con alguien muy famoso puede ser una gran idea. Me acuerdo de un amigo que tenía un tema y estaba buscando a la persona que encajara con el perfil para cantarlo. Después de muchas sugerencias estúpidas, se le ocurrió que Bruce Springsteen sería perfecto. Lamentablemente, Bruce no quiso hacerlo. Hay que ser honesto con la música, o las personas que te escuchan pensarán que sos un idiota. Si yo hiciese algo estúpido, como trabajar con Rihanna, la gente me preguntaría: “¿Qué carajo estás haciendo?”.
¿Hay planes de tocar en la Argentina?
– Sí, pero no solo. PJ Harvey está tratando de organizar una gira para este año, o en su defecto, para el próximo [en el marco de la promoción de The Hope Six Demolition Project, nominado a los Grammy 2017 y en el que Harvey participó en coros, percusión, pedales, teclados, bajo y guitarra]. Así que en una de esas…