Desde el año pasado, Katy Perry está intentando convertir un convento católico de Los Ángeles –una mansión de estilo francés, de unos 9.000 metros cuadrados– en su nuevo hogar. La cantante compró la propiedad por USD 14,5 millones al arzobispo José H. Gómez. Pero la cosa no fue fácil, porque ahí viven cinco monjas que se negaron a que Perry sea la nueva dueña y, en cambio, prefirieron que la propiedad fuera comprada por una empresaria llamada Dana Hollister, que ofreció más dinero pero en condiciones financieras menos favorables.
¿Por qué se niegan las monjas a venderle la propiedad a Perry? La religión juega su papel: Katy es hija de dos ministros evangélicos cristianos, y las monjas argumentaron que la artista representa una guerra contra lo sagrado, y que no es una cuestión de ley civil, sino de ley divina. “Ella representa todo en lo que no creemos”, le dijo a Billboard la Hermana Catherine Holzman el año pasado. Sería un pecado venderle a ella.”
Pero el conflicto parece estar llegando a su fin, porque un juzgado de Los Ángeles bloqueó la posibilidad de que Hollister compre la propiedad. Es un paso a favor de Katy Perry, que ahora necesita la aprobación del Vaticano para concretar la compra.