El día que Astor Piazzolla conoció a Carlos Gardel  

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En el aniversario del bandoneonista, recordamos el momento en que se encontró con uno de los más destacados representantes del tango.

El tango argentino vio uno de sus momentos más importantes cuando Astor Piazzolla cruzó caminos con Carlos Gardel en la ciudad de Nueva York de la década de 1930. El encuentro entre ambos maestros se produjo de manera casi casual. “El Zorzal”, en plena gira por Europa, decidió hacer una parada estratégica en Estados Unidos para realizar filmaciones con Paramount Pictures, aprovechando el auge del cine sonoro. Allí se encontró con Piazzolla, quien, con sólo trece años, ya exhibía su talento con el bandoneón, aunque aún no había explorado por completo las profundidades del género que marcaría su carrera.

Un poco de contexto...

Piazzolla nació el 11 de marzo de 1921 en Mar del Plata, Argentina. Su familia, de origen italiano, se mudó a Nueva York cuando el compositor tenía apenas tres años. Fue en esta ciudad cosmopolita donde comenzó su formación musical y donde su destino se entrelazó con el del célebre Gardel.

El pequeño Astor mostró desde temprana edad su afición por la música. A los ocho años comenzó a estudiar el bandoneón, guiado por su padre, Vicente "Nonino" Piazzolla, quien era escultor. Aunque vivían en un ambiente artístico, la influencia del tango argentino no fue inmediata para el cantante, quien inicialmente se inclinó hacia la música clásica y el jazz. Sin embargo, su encuentro con Gardel en Nueva York cambiaría su perspectiva sobre el tango para siempre.

Gardel, nacido el 11 de diciembre de 1890 en Toulouse, Francia, pero criado desde temprana edad en Buenos Aires, Argentina, se convirtió en el máximo exponente del tango en la primera mitad del siglo XX. Su voz inconfundible y su carisma lo llevaron a la fama internacional, convirtiéndose en un ícono de la música popular argentina y en un embajador cultural de su país.

Ahora sí, la anécdota:

La historia del encuentro es pintoresca. Según relatos históricos, el joven Astor fue enviado por su padre con una escultura para obsequiársela al afamado cantante argentino. Al llegar al lugar donde se hospedaba Gardel, se encontró con un pequeño obstáculo: la puerta del departamento estaba cerrada y los inquilinos, Gardel y el letrista Alfredo Le Pera, dormían plácidamente. Sin inmutarse, y con la astucia propia de su juventud, Piazzolla encontró la manera de cumplir con la misión encomendada. Escaló por una escalera de emergencia, se deslizó por una ventana y se presentó ante el ídolo dormido, quien al despertar le auguró un futuro prometedor en el mundo del tango.

Ese cruce marcó un antes y un después en la vida de Astor. A pesar de las primeras reticencias del joven hacia el tango tradicional, Gardel supo ver en él un talento excepcional y una pasión innata por la música. Este primer acercamiento significó para Piazzolla no solo un momento de admiración hacia el ídolo del tango, sino también un punto de inflexión en su propia carrera musical.

Gardel, impresionado por el talento innato de Piazzolla con el bandoneón, vaticinó que llegaría lejos en el universo musical. Esta profecía resonaría décadas más tarde, cuando este último transformaría el género con su innovadora fusión de tango y elementos del jazz y la música clásica. 

"Jamás olvidaré la noche que ofreciste un asado al terminar la filmación de “El día que me quieras”. Fue un honor de los argentinos y uruguayos que vivían en Nueva York. Recuerdo que Alberto Castellano debía tocar el piano y yo el bandoneón, por supuesto para acompañarte a vos cantando. Tuve la loca suerte de que el piano era tan malo que tuve que tocar yo solo y vos cantaste los temas del filme. ¡Qué noche Charlie! Allí fue mi bautismo con el tango. Primer tango de mi vida y ¡acompañando a Gardel! Jamás lo olvidaré", escribió Piazzolla en una carta abierta en 1978 a "Charlie", como lo llamaba.

"Allí fue mi bautismo con el tango. Primer tango de mi vida y ¡acompañando a Gardel! Jamás lo olvidaré..."

Piazzolla y su renovación del tango

Después del encuentro con Gardel, el músico continuó su formación musical en Nueva York y en París, explorando nuevos horizontes musicales y estudiando con maestros como Nadia Boulanger. Estas experiencias marcaron su evolución como músico y como compositor, llevándolo a cuestionar y a reinventar los límites del tango argentino.

La década de 1950 fue crucial para Piazzolla, quien regresó a Argentina y comenzó a experimentar con nuevas estructuras musicales y arreglos, fusionando el tango con elementos del jazz y la música clásica. Este periodo de experimentación culminó en la creación del "Tango Nuevo", un estilo innovador que desafió las convenciones del tango tradicional y que lo llevó a ganar reconocimiento internacional.

A partir de la década de 1960, alcanzó renombre internacional gracias a su música innovadora y a su habilidad para fusionar diferentes géneros musicales. Sus composiciones, como "Adiós Nonino", "Libertango", y "Oblivion", entre otras, se convirtieron en clásicos modernos y en piezas fundamentales del repertorio de tango contemporáneo.

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