Casi desangelados, Tu geografía, Jullie, Ya pasó. El primer disco de Indios tiene tantos hits como las ediciones de grandes éxitos de la mayoría de las bandas. Y sí, es verdad, ya pasó: después de un debut más que exitoso, la banda prefiere ir por más antes de quedarse en la seguridad de lo conseguido. Y en esa apuesta, gana.
La casa de Joaquín Vitola, voz y líder de la banda, funciona como certificado de músico: otros tienen ropa, medias tiradas por ahí, y él, en cambio, tiene cables y cuerdas caprichosamente distribuidos en todos los ambientes. Pero no solo eso: allí se simula un home studio más que respetable y acogedor, un ambiente que, al lado de la mínima sala de ensayo sin baño en la que se compuso su segundo disco, es un palacio. Vitola se prepara un café. Nicolás De Sanctis, guitarrista y compositor, dice que prefiere un pucho, aunque nunca lo prende. Está concentrado en hablar y decir: “El disco anterior tiene muy buenos temas, está bien hecho. Y salió en un momento en el que no estaban saliendo discos con muy buenas canciones. Fue lo que nosotros quisimos hacer, veíamos que había un vacío en ese sentido, creo que por eso impactó”. Y así fue. Casi de imprevisto, unos pibes de Rosario de los que nada se había escuchado colonizaron las FM sin más que melodías pegadizas y canciones descontracturadas.
Todo ocurrió en un instante: ese debut se editó justo después del desembarco de la banda en Capital. Llegaron los shows, las entrevistas, las giras por Latinoamérica. Y el círculo del roquero moderno comenzó de nuevo. Había que grabar. “Esa es un poco la temática de Asfalto, lo que tratamos de representar fue nuestro cambio de vida, en el que dejamos nuestro lugar de confort, nuestra familia”, explica De Sanctis. Y si en cada canción original sonaban las influencias de Blur, de Oasis, de Fito y de los Beatles, ahora también el entorno es movilizador: “Este disco tiene canciones más melancólicas y que también está bueno mostrar, canciones que tienen que ver con la abstracción, la soledad típica que se siente en las grandes ciudades”.
Ese cambio resultaba inevitable: la capital los llamaba. Y los terminó de definir en función a sus relaciones, y Vitola lo sabe: “Nos sentimos parte de un movimiento, de un montón de bandas que están haciendo cosas que nos gustan y le están dedicando todo su amor a la música. Nos sentimos cercanos a ellas”. Mientras habla, está pensando en Francisca y los Exploradores, y en Juan Ingaramo, sí, pero también en Barco y en Bandalos Chinos, grupos que se linkean desde sus influencias y su sonido, pero también desde algo que subyace: la búsqueda de elevar la vara de la música pop. Vitola lo advierte e identifica lo que los diferencia de las demás: “Nos preocupamos mucho por la composición, que a veces está un poco descuidada. Tenemos esa idea primaria de Beatles o de Fito de prestarles atención a los acordes. En ese sentido, me parece que hacemos un aporte”.
Más de una vez, la conversación se desvía. Alguno dice que Thom Yorke compuso un tema de 18 días, otro se alegra de que no lo haya tenido que ensayar en la sala de ellos, que no tiene baño. Vitola se levanta para arreglar el plug que falla y hace sonar mal el último disco de Mac DeMarco. Porque todo, todo el tiempo, gira en torno a la música. Sin embargo, la voz de la banda también entiende que no todo es academicismo, conversar de acordes mayores y menores, y buscar la armonía más compleja: “Hay que desdramatizar un poco la situación, ser músico no es necesariamente tocar bien y correctamente, sino tener las ganas de jugar con la música. No te sirve de nada el mote de ‘músico’; en definitiva, no quiere decir nada”.
A Vitola no le costó mucho sentirse así (“Para mí, sos músico desde el primer momento en que tocás un acorde”, dice al pasar), pero a De Sanctis sí: fue hace muy poco, cerca de la salida del nuevo álbum, cuando se empezó a considerar así, aunque no sabe exactamente cuál fue la señal: “Hay cosas que pasan que son muy locas, como ir a tocar a otro país y que alguien cante las canciones que hiciste. Esas cosas son muy flasheras”, explica y sigue: “Después te vas acostumbrando un poco a eso, te deja de sorprender. Y eso no está tan bueno, todo el tiempo habría que buscar cosas que no te dejen de sorprender, emociones nuevas, todo eso es vital para la creación y para que la banda avance”.
En esa búsqueda, en ese avanzar, hay algo que se va construyendo, sin querer pero constantemente, eso que algunos grupos no tienen y que a Indios le sobra: identidad. “Creo que la banda posee una identidad, pero también creo que eso puede cambiar en cualquier momento. La identidad es el promedio que sacás de todas las canciones, y eso no tiene que ser una limitación: cuando queramos hacer otro estilo de música, vamos a hacerlo”, dice Vitola, ya resignado porque no pudo hacer sonar bien lo nuevo de Mac DeMarco, que tartamudea en el parlante averiado. En contrapunto, De Sanctis no ve tan clara esa personalidad distintiva, pero no se preocupa: “Está bueno no saber cuál es la identidad, si no entrás en una situación rígida y demasiado consciente que dice que nosotros hacemos rock y no podemos hacer otra cosa. Está bueno ser más inconsciente en ese sentido y no autodefinirse”. Y allí, de pasada nomás, advierte algo importante: “Incluso, el público entiende mejor que nosotros cuál es nuestra identidad”. Y así es, porque aunque ellos tal vez no lo adviertan, Indios tiene ADN: sus canciones son finas y delicadas, aunque también poderosas y con vida propia, una obligación a cantar, saltar y bailar sin preocuparse por lo que pasó o lo que vendrá después.
Para ellos, lo que pasó está claro: de la nada, se convirtieron en una de las promesas del rock nacional. Y decir “promesa”, a esta altura y con dos discos en la calle, ya es decir “realidad”. Sin embargo, lo que vendrá después por ahora es un deseo. Vitola se anima a avizorar ese futuro: “De acá a unos años, nos vemos más ricos, ricos en experiencia, en música, capaces de poder expandir todo a lo que llegamos e ir por más. Ojalá podamos seguir sorprendiéndonos en cada show. La idea es ver cada vez más HD, ver los píxeles de cada momento. Esto es como ver un cuadro, con el tiempo vas encontrando cada vez más detalles. Eso es lo que buscamos”.