En pocas horas, Azalea viajará a Brooklyn para asistir a la performance de Demi Lovato en el Barclays Center, en un viernes helado en Nueva York. “Voy a subir al escenario y Demi va a cantar ‘Savior’ conmigo”, cuenta Iggy entre mordiscones a una hamburguesa, sentada a la mesa de una suite en el Mercer Hotel. A mitad del show, la rapera ascenderá por detrás del escenario como invitada sorpresa y cantará su nuevo single, mientras Lovato la acompañará en el vulnerable estribillo (“Estuve buscando una salvación / estuve buscando un héroe en mi cuadra”) y Azalea dirá versos sobre perder la esperanza y tratar de escapar al purgatorio.
Le digo a Azalea que el público se pondrá loco al verla. Ella no parece segura. “Eso espero –responde y hace una mueca–. Nunca sabés”. La australiana viste una campera negra corta sobre una remera estampada y pantalones de gamuza rosados. Pasa la mano derecha por su largo pelo color caramelo. En su dedo anular dice “Digital”, y en el mayor, “Distortion”, un tatuaje dedicado a un segundo álbum, Digital Distortion, que nunca fue lanzado.
Azalea, de 27 años, explica que una semana atrás tuvo una aparición similar en Australia, durante el set de Tyga en un festival de hip hop en Melbourne. Era su primera aparición en su país natal desde 2013, cuando, con todo listo para explotar en los Estados Unidos, abrió el show de Beyoncé durante su tour australiano. El estómago de Azalea se retorcía bajo el escenario mientras Tyga anunciaba al invitado sorpresa. “Él dijo al público ‘Ok, ustedes saben que no habría venido hasta aquí sin traer a la reina de Australia’ –recuerda con los ojos bien abiertos–. Y yo pensaba ʽAy, no sé, me parece que fue un anuncio muy fuerte. ¿Me irán a gritar «Buuu, afuera, puta»?’”.
La multitud de Tyga no molestó a Azalea, ni tampoco la de Lovato, una semana más tarde. En el Barclays Center, la rapera fue recibida silenciosamente, pero el aliento empezó a crecer cuando llegó el segundo verso de “Savior”. Su presencia en el show, el modo en que se mueve sobre zapatos de tacos altos, incitando al público a sumarse al estribillo, son naturales. Ya lo hizo antes, no hace mucho, en circunstancias muy distintas. Mientras se prepara para su regreso, el miedo que anida en su mente no tiene que ver con sus habilidades escénicas, sino con su percepción general, con cómo el mundo recibirá y reaccionará a Iggy Azalea a un nivel fundamental en 2018. “Antes decía ‘Estoy en la cima de la montaña y tengo que mantenerme’ –reconoce–. Ahora, me caí un poco de esa montaña”.
Se suponía que iba a encabezar el show del Barclays Center dos años y medio atrás. En diciembre de 2014, cuando venía de cerrar un año exitoso, Azalea anunció un tour para acompañar su segundo disco que incluiría un show en Brooklyn, el 11 de octubre de 2015. Al momento del anuncio, Azalea estaba nominada para cuatro premios Grammy y a punto de competir en la categoría Mejor Artista. Había consolidado una carrera comercial por la que muchos artistas morirían, tras unos años como una curiosidad menor del hip hop: su debut en Def Jam Records, The New Classic, produjo tres hits en el Top 40, incluyendo “Fancy” (presentando a Charli XCX), que fue coronada como la canción del verano de 2014 tras pasar siete semanas al tope del Billboard Hot 100. Con su aparición estelar en el single de Ariana Grande “Problem”, Azalea alcanzó un hito que literalmente solo The Beatles había logrado. La australiana se convirtió en una verdadera artista del crossover, con actuaciones en Lollapalooza, Summer Jam y el iHeartRadio Music Festival, al tiempo en que se transformaba en la más rara de las figuras: la rapera más hitera de raza blanca.
Tan ubicua fue la presencia en la música de Azalea durante aquel año como las acusaciones de apropiación cultural, seguidas de respuestas a la defensiva, que recibió de la comunidad del hip hop. Incitó cuestiones sobre autenticidad y representación tan pronto como la línea “Primero lo primero, soy la más verdadera” salió de su boca, y consiguió más titulares por pelearse con la prensa y con leyendas del hip hop que por su propio trabajo. Cuando se le preguntó por su contragolpe en una entrevista de GO previa a los Grammy, en 2015, respondió refiriéndose a sus apoyos: “Uh, la temporada de premios ayuda. Cuando la gente tiene que elegir a quien la representa y me elige a mí, pienso que eso es muy importante”. Ella terminó dejando los Grammy con las manos vacías y con una batalla en Twitter con Papa John’s Pizza durante la ceremonia.
La batalla afectó a su psiquis. El tour de Azalea de 2015, titulado The Great Escape, nunca tuvo lugar –sus 21 shows fueron cancelados en mayo de 2015–. Para sus fans, ella atribuyó la cancelación a un “creativo cambio del corazón”, y confirmó que el segundo álbum estaba lejos de completarse. También admitió que necesitaba descansar tras un año agotador. “Estaba mentalmente exhausta –dice ahora– y no era el momento para grabar nueva música, honestamente. En la cumbre de mi éxito nunca me puse a grabar un nuevo álbum”. Azalea lanzó dos singles en 2015, la colaboración con Jennifer Hudson “Trouble” y el muy publicitado dúo con Britney Spears en “Pretty Girls”; ambos cayeron fuera de las expectativas creadas en 2014. La secuela de The New Classic, con el título provisorio de Digital Distortion, aún no vio la luz. Su arrolladora carrera estaba provisoriamente estancada.
Azalea recuerda su año triunfal “del mismo modo que alguien mira hacia atrás en su vida”. “Hay momentos que amo y otros donde me estremezco. Creo que es tan simple como un vestido que usás en una fiesta… o cuando crecés y recordás tus días en el colegio. Algunas cosas las mirás con amor, y de otras decís ‘Ay, ¡qué idiota era!’”, explica.
En persona, es entusiasta y encantadora; modula su voz como un cartoon cuando quiere sonar graciosa y aclama la sopa de pollo Thai del Mercer Hotel por al menos dos minutos, hasta posicionar un bol junto a su hamburguesa. Se muestra también cándida sobre sus batallas en los últimos tres años, el “retiro” de salud mental en 2017 para refrescar su personalidad, lo mismo que el lugar que ocupa hoy, cuando intenta reiniciar su carrera con un nuevo equipo de managers y un nuevo sello. “Querido, ya no soy una top –admite encogiéndose de hombros–. Todavía estoy aquí, limpiando los destrozos. Al menos ahora tengo una perspectiva, y diré que es bueno, porque es difícil resolver cosas cuando andás preocupada por algo”.
Le pregunto si se arrepiente de algo respecto a aquel turbulento período de su vida, cuando fue una de las estrellas más grandes del planeta. “Tengo arrepentimientos, claro, montones –confiesa y sus ojos se ponen vidriosos–. Pero no me golpeo el pecho, porque, al mismo tiempo, todo aquello fue como aterrizar en Marte. Para cualquiera hubiera sido mucho para digerir”.
Antes de “Fancy”, Azalea no era una artista completamente desconocida: la nativa de Mullumbimby, New South Wales, había lanzado su mixtape debut, Ignorant Art, en 2011, y bajo el apadrinamiento del rapero T.I., del sello Hustle Gang, fue incluida en la lista Freshman de la revista XXL al año siguiente. Singles previos como “Work” y “Bounce” no fueron material del Top 40, pero su colaboración con Charli XCX fue un himno obvio para la radio cuando se lanzó en febrero de 2014. La elasticidad de los sintetizadores, el caótico gancho de Charli, el video inspirado en Clueless e incluso las personales letras de Azalea (“¿Quién es?, ¿quién es?, I-G-G-Y”) estaban listos para el consumo masivo. Nada funciona tan bien para una entrada al mainstream como un nuevo artista con un enorme y distintivo single, y tras “Fancy” –que hasta la fecha consiguió 847 millones de visitas en YouTube– Iggy Azalea fue rápidamente descubierta en el mundo del pop.
Mirando al pasado, Azalea dice que el “deslumbramiento y la sorpresa” de “Fancy” escalando los charts (un hecho compartido con Charli XCX, por entonces una estrella pop de nicho) sigue siendo su recuerdo más lindo de aquel año. “Solo esperaba tener una carrera en el underground –admite–. Me acuerdo de que Charli y yo estábamos en el Today Show o en Good Morning America, uno de esos programas en donde antes no hubiéramos tenido cabida. Pensábamos ‘¿Qué mierda hacemos aquí?’. Pero nos encantaba haber sido invitadas”.
Después vinieron “Problem”, de Grande, con un verso de Azalea (que también alcanzó el Top 10), y “Black Widow”, con Rita Ora, que tuvo un impacto radial, escalando eventualmente al N° 3 del Hot 100. A lo largo de ese verano, Azalea se convirtió en uno de los nombres más fuertes de la música; cuando en julio se anunciaron las nominaciones a los MTV Video Music Awards de 2014, Azalea recibió siete, solo detrás de Beyoncé.
Pero mientras su carrera se consolidaba, lo mismo ocurría con la reputación de Azalea para pelearse en las redes sociales. Se quejó de un desaire de Nicki Minaj en los BET Awards en junio de 2014; en octubre se peleó con Snoop Dogg; descalificó una (sin duda desagradable) letra de Eminem sobre ella en noviembre; y desestimó un posteo de Q-Tip en Twitter sobre la importancia de entender la historia del hip hop en diciembre. Al mismo tiempo, continuó un tira y afloja con Azealia Banks, una enemiga declarada desde los días de los mixtapes.
Algunos hicieron críticas gratuitas en las redes sociales basándose únicamente en el hecho de que ella era una chica blanca que interpretaba hip hop. Al inicio de su carrera, Azalea profesaba un amor genuino por el hip hop y buscó el apadrinamiento de productores y colaboradores negros, pero tropezó repetidas veces cuando tuvo que reflexionar sobre su privilegio en la industria musical, lo cual naturalmente alimentó el escepticismo entre artistas y fans.
Ella trastabilló también en vinilo, al rapear en 2012 “Cuando empieza el relevo, soy el maestro de esclavos fugitivos”. Sus disculpas llegaron rápido, con una carta abierta que arranca diciendo: “Dije algo chabacano y descuidado, y pido perdón si te ofendí”. En una nota de tapa de Complex de 2013, que salió seis meses antes del lanzamiento de “Fancy”, Azalea dijo de su percibida “vibra negra”: “Si te enoja y sos negro, entonces hacé tu propia carrera en el rap también. No estoy robándole el lugar a nadie, así que hacé tu mixtape. O quizá, si sos negro, empezá a cantar como un artista country y sé una persona blanca. No sé. ¿Por qué arman tanto alboroto?”. En diciembre de 2014, la misma semana que recibió las nominaciones al Grammy, se la criticó por su silencio cuando toda la nación protestaba contra la decisión de un gran jurado de absolver a un policía blanco acusado de la muerte de Eric Garner. “La gente negra es cool, pero sus asuntos no, ¿ok?”, tuiteó Banks sobre Azalea, lo que desató otra batalla en Twitter.
Su problema, reconoce ella ahora, era que le resultaba imposible distinguir entre alguien que quería empezar un diálogo y alguien que quería destrozarla. “Es difícil separar una provocación de una crítica legítima –se justifica–. Cuando estás en el fondo, tenés una inclinación natural a defender tu personalidad. Hubo tiempos, viendo en retrospectiva, donde estuve muy a la defensiva… me llegaban tantas cosas que no tenía la habilidad de elegir lo que era válido de lo que no. Sentía como ‘Uf, voy a aislarme de todo’”.
De todos modos, ella cree que una buena parte de sus críticas son sexistas. “Siempre lo son, y siempre serán un punto de frustración –dice–. Pero para mí, como mujer, es duro saber cuándo hablar sobre estas cosas y cuándo parar, porque podés aparecer como una víctima en vez de alguien que toma cartas en el asunto”.
En los meses posteriores a los Grammy de 2015, un montón de gente expresó que las nominaciones de Azalea eran inmerecidas. Finalmente ella empezó a considerar un retiro de las redes sociales –“Me estaba enfermando físicamente”, recuerda– así como una pausa de un año y medio en su carrera. Azalea salió del radar durante el segundo semestre de 2015, esperando emerger al año siguiente con un nuevo álbum, pero el regreso triunfal nunca ocurrió. “Team”, su single electro rap de 2016, que incluía el memorable verso “Andá a mostrarles el dedo, / tenés que marcar territorio, llamalo Hans Zimmer”, no pudo ingresar al top 40 del Hot 100, y tres meses después Azalea rompió su relación con el jugador de la NBA Nick Young, cuando este admitió en cámara que la había engañado. La australiana dijo entonces que el “trauma personal” se sumaba al fracaso en su carrera. En los siguientes dos años salieron singles que no hicieron mella en la radio, al tiempo que intentó desvincularse de Def Jam por tener cautivo su segundo álbum y acusó a los medios por su falta de atención (las autoridades de Def Jam rehusaron responder para este artículo).
Habiendo roto relaciones con Def Jam a fines del año pasado, Azalea dice de su anterior sello: “Me apoyaron mucho e hicieron lo mejor que pudieron, pero creativamente creo que no entendieron que yo quería ir hacia adelante; más bien pienso que querían que recreara The New Classic. Y yo entiendo eso desde una perspectiva de negocios… La única presión fue para seguir haciendo pop cuando yo quería volver a grabar. Dije ‘Yo no quiero hacer música pop’. Recuerdo haber estado sentada ahí diciéndole a alguien del sello cuyo nombre no quiero mencionar: ‘No quiero hacer música para tu hija de diez años nunca más’”.