Si uno agarra un hilo, ubica un extremo en algún punto del globo terráqueo y después rodea la esfera con el resto de la hebra, el otro extremo coincidirá al final del recorrido con el primero. Los puntos más distantes resultan ser, también, los más cercanos. Lo mismo ocurre con el autoproducido World Be Gone, el más reciente álbum de Erasure: la desesperación y la tristeza que acosan al dúo violan los límites de su propia esencia hasta desfigurarse en alegría. Y en este caso, se traduce en clave synth pop.
Con 32 años de carrera ininterrumpida, 17 álbumes de estudio y más de 25 millones de copias vendidas, el cantante y letrista Andy Bell y el compositor y tecladista Vince Clarke (también cofundador de Depeche Mode y Yazoo) se escudan detrás de su música para combatir los males del mundo. Habiendo sido uno de los primeros artistas en declararse abiertamente homosexual desde el principio de su carrera y después de anunciar en 2004 que llevaba seis años siendo HIV positivo, Andy Bell eleva un grito de justicia por los derechos de los homosexuales en Still It’s Not Over, un recordatorio de lo que ya se consiguió, de lo que todavía falta y de las batallas de los afectados por el sida. Oh What a World, por ejemplo, es un lamento robótico y desesperanzador que reclama por las voces de las minorías y define al universo como “pura locura”.
Es un álbum que sangra, porque así se están pagando los crímenes de la humanidad. En su recorrido, arrastra tensión y se aleja de las pistas de baile, para sanar al final con la optimista y potencialmente radial Just a Little Love. World Be Gone construye una fortaleza agridulce: se contagia de los sombríos beats de Depeche Mode, al mismo tiempo que alza su bandera por un pop fino, adictivo y fácil de digerir. Es una obra reflexiva, donde las letras cobran más protagonismo que en sus trabajos anteriores. “World Be Gone es el principio de algo. No hay razón para que paremos. Solo espero que nos tomen un poco más en serio”, dice Bell.
¿Se sienten vigentes?
– No, no elegiría esa palabra. Estamos fuera del pop mainstream, y cuando estás en esta situación es cuando te convertís en artista. Esto no quiere decir que tu música se vuelva irrelevante, es solo que no tenemos nuevos fans. Encontrar nuevos seguidores es casi imposible. Depende de tu trabajo, por eso, esta vez intentamos hacer las cosas de otro modo. Antes de empezar a grabar, Vince me visitó en Londres. Ahí le dije: “Creo que quiero dejar este negocio”. Y él me respondió: “¿Estás diciendo que querés separarte de mí?”. Le contesté que no, que no era él el problema, sino la industria, los medios, la televisión… Nosotros no somos diseñadores de moda. No hacemos música para encajar. Somos honestos.
¿Significa que no te interesa tener un hit?
– Es que lo creo imposible. No hay chance de que sonemos en la radio. Eso es para los jóvenes. Las estaciones radiales son muy comerciales. Se basan en logaritmos que apuntan a las masas jóvenes. Si transmitieran nuestras canciones estarían apuntando a aquellos que tienen apenas unos años menos que nosotros, o quizás a algún hijo que escucha la música de sus padres. Pero nunca será una audiencia descomunal. Así que, a menos que suceda un milagro, nunca vamos a ser los número uno.
World Be Gone es el álbum que los encuentra más lejos de las pistas de baile. ¿En qué basaron este cambio?
– Fue todo parte de mi depresión. Yo le decía a Vince: “No quiero hacer más pop”, porque ya no somos adolescentes. Pero después me di cuenta de que la gente disfruta de eso. A veces creo que hacer música sin un objetivo determinado es absurdo; tenés que dejar un mensaje sobre algo que te importe o sobre algo fundamental. Por eso ahora las letras cobran más valor que antes.
¿El título del álbum alude a tu depresión?
– Sí, y mi tristeza se debe a muchas cosas: el estado en el que se encuentra el mundo y cómo estamos dando vueltas en círculos, por ejemplo. El Gobierno es siempre igual, apoya a la gente que tiene más plata. No le importan los pobres. Los trata como ganado y no tiene en cuenta sus opiniones. La falta de respeto que tiene hacia otros países es increíble. Prefiere vender armas en lugar de ayudar. ¿Cómo es posible construir una gran ciudad como Dubái y después no ser capaces de alimentar a millones de desnutridos y simplemente bombardearlos? Ojo, esto no es parte de una crisis de la mediana edad, esa ya la tuve. Todo es un gran sinsentido… ¿cuál es la razón de la vida? Perdí la fe en el mundo… que Satanás se aparte de nosotros.
¿Esto afecta tu vida personal?
– Yo soy feliz. Y no soy bipolar, o al menos eso creo [se ríe]. Pero los creativos tenemos un alma muy sensible, y es inevitable ser avasallado por olas de tristeza y culpa por lo que pasa en el mundo.