
Para quien trabajas no es una pregunta, aunque se presente con la forma inocente de una. Es una certeza disfrazada de duda, la cual incomoda porque no busca respuestas. “¡Bárbara, a laburar!”, dice Marilina Bertoldi, entre risas, como si su disco fuera una novela de sobremesa protagonizada por un país entero que parece repetir una y otra vez el mismo capítulo. Pero acá no hay melodrama, sino un sistema invisible que se infiltra hasta en los rincones más íntimos de nuestras vidas, que nos persigue en cada instante de libertad, haciéndonos sentir culpables si no capitalizamos hasta el último respiro.
“Hay un jefe en común que está en todas partes. Nos hostiga incluso en esos momentos en los que deberíamos descansar, pero sentimos que tenemos que ser productivos”, advierte en diálogo con Billboard Argentina. En 29 minutos y 27 segundos, el álbum destila la angustia de una generación atrapada en la dictadura del algoritmo, esa maquinaria que decide qué merece ser visto, qué es lucrativo y quién es descartable. Te coloca frente al espejo de una sociedad individualista, un reflejo donde se cruzan la rabia y la búsqueda de una salida que parece no existir, o que, al menos, se presenta siempre a medias.
Después de Mojigata (2022), la artista se aisló para replantear y reconstruir su sonido; hoy retorna más feroz y precisa. Al encargarse totalmente de la producción, deja su marca autoral y entrega un proyecto que desarma la tibieza frente a la violencia estructural que atraviesa la cotidianidad. Y lo hace desde un lugar puramente político. El rock, tan envejecido en su forma de rebelarse, encuentra en ella un nuevo cuerpo para decir lo indecible, ya no alcanza con gritar contra el sistema si ese sistema vive adentro tuyo. “Me di cuenta de que lo más terrorífico que me podía pasar era convertirme en lo que tanto cuestionaba: una persona violenta con sed de venganza”, revela, en uno de los momentos más duros del proceso creativo.
Bertoldi no es de las que decoran el discurso para hacerlo más digerible: al contrario, pone el dedo en la herida infectada. Los adelantos “Autoestima” y “Por siempre es un lugar” ya anunciaban ese tono complejo del trabajo, entre esa protesta y melancolía que remite a los Smashing Pumpkins. A medida que el álbum avanza, la sombra se vuelve más áspera. “Amanecen ocasos” abre una grieta de furia con un ritmo opresivo. Y el cierre, con “Monstruos”, es un golpe directo al corazón de Buenos Aires. Tras los lesbicidios en Barracas, la ciudad queda desnuda y sangrante, y la artista se enfrenta a sí misma. “El monstruo sos vos”.

El álbum ya plantea una inquietud desde su título: “¿Para quién trabajás?”. Después de crear este disco, ¿sentís que encontraste más respuestas o que quedaron abiertas más preguntas?
La obra no busca dar respuestas, pero sí hace guiños. Te dice: "Querido, va por acá", pero no pretende explicarte nada. Esa es la esencia del disco. Es más bien una afirmación con tono obligatorio, sin signos ni acentos. El título habla también de una certeza. En el fondo, ya sabés la respuesta. Hay un jefe en común que tenemos todos. Está en todas partes. Nos persigue incluso en nuestros momentos libres, esos en los que deberíamos descansar, pero sentimos que tenemos que ser productivos. Nos volvimos adictos a las redes, al celular. Si tenés plata, se supone que deberías hacer más plata con tu vida. Si sabés pintar, tenés que convertirlo en un negocio. Incluso en tu tiempo libre, tenés que capitalizarte. Habla un poco de eso, de ese jefe invisible que todos tenemos, que se metió hasta en nuestros momentos de intimidad.
¿Creés que la ironía te da una libertad especial para cuestionar y exponer realidades?
Totalmente. Porque si lo digo de forma directa, aburre. Y nadie quiere aburrirse. Tenemos muy poca capacidad de atención hoy. Entonces decidí jugar con los códigos actuales. Por eso la tapa es un meme, la fecha del show en Capital también. Hay muchos elementos que funcionan como guiños, más frescos, más accesibles, para que el mensaje real entre de otra manera. Para hacerte reír, pero también para dejarte pensando.
Hablando de la ironía, no puedo dejar de preguntar sobre el videoclip de “El Gordo”. ¿Te molestó que se leyera como una parodia a Emilia Mernes?
No lo esperaba. Pensé que estaba retratando a una popstar genérica. Mi intención era mostrar a alguien desconectada de la realidad, absorta en sus propios asuntos mientras el mundo se desmorona. Siento que muchas críticas pasaron por alto el mensaje final del video. Si se analiza con atención, el único personaje realmente cuestionado es la conductora: ella decide no hacer nada y, peor aún, utiliza la situación para beneficio propio, para impulsar su carrera. Los demás personajes simplemente están en su mundo. Es un reflejo de esta época, de cómo vivimos.
Pero sí, me sorprendió la reacción. No la esperaba.
¿Te genera frustración que una obra con tantas capas se reduzca a una interpretación superficial?
Para nada, cero frustración. ¡Ningún video mío tuvo tanta visibilidad como ese! En cierto modo, fue como aprovechar, sin buscarlo, algo muy propio de esta época -la viralización y la cancelación- para transmitir otro mensaje. Y bueno, si con eso la gente termina escuchando la canción, bienvenido sea. La verdad es que me resultó muy divertido.
Además, tuve contacto con las fanáticas de Emilia… ¡son intensísimas! Las adoro. Tengo capturas de todos sus comentarios. Son una mafia hermosa. Si alguna vez necesito un equipo que me represente en una situación complicada, seguro las voy a llamar. Son increíblemente incisivas.
Veo que no le tenés miedo a la cancelación.
No, me sentiría mal si hubiera hecho algo dañino a propósito. Lo pensé: “Esto me dolería si hubiera tenido mala intención”, pero no fue así. En todo caso, mi único error fue no analizar mejor ciertos códigos y sensibilidades actuales. No siempre distingo bien algunas cosas, y ahí puede surgir un malentendido.
Lo que quería retratar era algo que había visto recientemente, un video de tres popstars exageradamente pasadas de bronceador, mientras en el mundo ocurrían cosas terribles. Me pareció un contraste gracioso y exagerado. Entonces pensé: “Yo también quiero estar pasada de bronceador”. Era simplemente eso, partir de algo cómico y exagerado de la realidad. Pero jamás cambiaría el mensaje de ningún artista. Cada uno tiene el derecho de expresar lo que quiera en sus canciones. El pop es maravilloso, y la gente tiene todo el derecho a disfrutar de lo que le guste.
Mencionaste que te llama la atención el contraste entre la música y la realidad. ¿Cuál creés que es el rol del artista frente a esa contradicción?
Depende de lo que cada artista venga a hacer, porque cada uno tiene un propósito distinto. Pero me parece totalmente válido el rol de ofrecerle a la gente entretenimiento, ese momento de desconexión de la rutina, de esta vida que nos persigue segundo a segundo. Nunca criticaría a alguien que da todo de sí para lograr que los demás se olviden, aunque sea por un rato, del peso del día a día. Luego están los otros artistas, los que buscan hacerte reflexionar, los que quieren que te emociones, que llores, que sientas algo profundo. Somos personas que nos ponemos a disposición del público, y cada quien, como espectador, elige qué tomar en ese momento. La elección siempre está en manos de quien recibe.
El disco termina con “Monstruos”. ¿Qué sentiste al elegir esa canción para cerrar y qué mensaje querías dejarle a la gente con ese final?
“Monstruos" cierra el disco porque, como suele pasarme, hacia el final las canciones se vuelven un poco más oscuras. Lo compuse durante unas semanas bastante intensas, en Barracas, cuando ya estaba totalmente desbordada. Habla de los lesbicidios y termina con la frase: “El monstruo sos vos”. Esa frase describe exactamente cómo me sentía. Me di cuenta de que lo más terrorífico que me podía pasar era convertirme en lo que tanto cuestionaba: una persona violenta, con sed de venganza. Estaba empezando a desear cosas feas. Me vi reflejada en eso y fue muy fuerte. Esa canción fue mi forma de decir: “No quiero convertirme en lo que critico”. Por eso me pareció una buena conclusión para el disco, porque creo que es algo que nos empieza a pasar a muchos.
Igual, para alivianar un poco ese cierre tan denso, decidí incluir una participación de mi sobrino al final. Fue mi forma de decir “cierro todo esto, pero no pierdo la ternura”.
¿Sanaste con este disco?
La verdad, un poco sí. Siento que es el primer disco que saco y que todavía está vivo en mí. Me alegra haberle puesto “volumen uno”, porque claramente vendrán más reflexiones.
* El 8 de noviembre, Marilina llevará este repertorio al Estadio Malvinas Argentinas, en un día lleno de significado, coincidiendo con la Marcha del Orgullo. “Después del show, damos vuelta algún patrullero, seguro”, promete con su irreverencia característica.