Considerada por buena parte del público ibérico y latinoamericano como una de las bandas fundamentales del indie en español, Love of Lesbian se convirtió en uno de esos nombres que nadie pone en duda. Formados en 1997 en San Vicente dels Horts, Barcelona, comenzaron cantando en inglés por puro deslumbramiento adolescente (The Cure, el indie británico de los 90, la estética melancólica de ese tiempo) hasta que entendieron que su verdadero lugar estaba más cerca de casa. El salto al castellano se dio con Maniobras de escapismo (2005) y alteró la forma de pensar y escribir la canción alternativa en España. Desde entonces, su obra es un territorio literario lleno de ironías, intimidades y un humor que opera como vacuna contra cualquier tentación de solemnidad.
Fueron incomprendidos al principio, celebrados después y, finalmente, abrazados por una audiencia que encontró en sus álbumes una educación sentimental paralela al sistema. Su discografía es, a esta altura, un recorrido por las distintas edades del grupo, y su último lanzamiento, Ejército de salvación, un resumen de todo ese trayecto. Un disco que plantea la necesidad de no quedar expuestos en un mundo que arde por todos lados y donde la hermandad es el último modo posible de aguantar el golpe. "Este álbum nos llevó a buscar refugio en la complicidad y en los vínculos de la amistad", dice Jordi Roig Surribas, junto a su compañero Julián Saldarriaga, en diálogo con Billboard Argentina.
Ahora, la banda regresa tres años después para presentar su nuevo álbum en una gira que recorrerá México, Colombia, Perú y Chile, antes de llegar a Buenos Aires el 10 de diciembre en el Teatro Vorterix. En la previa, los músicos reflexionaron sobre los tiempos inciertos, la relación entre arte y contexto y la decisión de publicar un disco completo en una era dominada por lo inmediato.
¿Fue este álbum, de algún modo, una forma de "resistirse emocionalmente" frente al cinismo de la actualidad?
Jordi: Es cierto que existe una desesperación general, sobre todo cuando ves a un presidente de una potencia mundial completamente desequilibrado en medio de tantos conflictos. Pero nosotros ya veníamos de esa profundidad, de esa sensación de derrumbe, con V.E.H.N. (Viaje épico hacia la nada). Estábamos enfadados, pesimistas; las canciones tenían ese eco gris, esa desazón.
No somos una banda que se quede demasiado tiempo en una misma idea. Así que, casi de manera pendular, nos desplazamos hacia Ejército de Salvación, un lugar donde aparece cierta seguridad en la complicidad y en los vínculos de la amistad. En nuestro caso, esa amistad tiene 30 o 35 años, y aunque haya conflictos o momentos oscuros, siempre surge la intención de superarlos y reforzar esa unión.
En los peores momentos, cualquiera de nosotros podía levantar el teléfono y encontrar del otro lado a alguien dispuesto a escuchar. Pero cuando mirás hacia afuera, hacia las noticias, esa cuota de esperanza no siempre está. Hace años dejé de ver informativos en televisión; después pasé a leer solo prensa escrita, y ahora incluso eso lo hago menos, porque siento que en España perdió profundidad y se volvió más amarillenta. Hoy busco periodistas o gente que hace podcasts y que, para mí, todavía conserva un cierto calado y veracidad.
¿Qué papel le queda al arte frente a las tensiones sociales?
Julián: Es curioso, porque todo nos toca de lleno. Cuando nos posicionamos, nos criticaron; cuando no lo hicimos, también. Hagas lo que hagas, siempre va a haber alguien que lo lea al revés. Por eso, más que buscar una respuesta correcta, creo que lo esencial es funcionar como un reflejo de la época. Tener la libertad de elegir qué contar y cómo, convertirnos en una especie de diario íntimo del momento, como hizo Bob Dylan en ciertas canciones o como ocurrió con algunas protestas.
Cuando alguien escuche dentro de unos años un disco grabado en 2010 y encuentre una crítica social o un comentario irónico, como tenemos en nuestra canción "Los toros de la Wii", donde aparece el nombre de Nicolàs Sarkozy, estará ante una manera de dejar constancia del tiempo. Eso debería hacer un cantante: tomar una época y ponerle una pincelada, una marca. No creo que seamos responsables de un cambio de opinión, pero sí de ser un termómetro de una época.
Su postura frente a los festivales financiados por la empresa Kohlberg Kravis Roberts (KKR) no pasó desapercibida. ¿Cómo fue la decisión interna de desvincularse?
Jordi: Preferimos posicionarnos y quedarnos en paz con la conciencia. Para nosotros fue devastador ver, día tras día, las imágenes del genocidio: niños rescatados de los escombros, familias enteras desaparecidas. Y, al mismo tiempo, saber que estábamos en un festival cuyo accionariado proyecta el negocio inmobiliario del futuro en esos mismos territorios, una vez que todo quede reducido a polvo. Estábamos informados, entendíamos lo que estaba pasando, y no podíamos dormir tranquilos. Necesitábamos, aunque fuese en un gesto mínimo e inmediato, sentir que hacíamos algo.
En nuestra escala no vamos a cambiar nada. El festival contratará otra banda y seguirá adelante. Pero para nosotros era una cuestión de salud mental, de coherencia interna. De poder mirarnos al espejo sabiendo que no dejamos pasar el momento.
Se le pone mucha presión al artista: "tenés que posicionarte, tenés que salir a hablar", pero cuando hablás, aparece la crítica.
Jordi: Hoy hay mucha gente que pretende hacer la revolución desde el sofá, con el móvil en la mano. Se creen Trotsky, ¿sabés? Y se animan a trolear a personas que, por una decisión como esta, efectivamente van a dejar de trabajar: nosotros y parte de nuestro equipo. Pero da igual. A Messi lo criticaron. Salvando todas las distancias, pero es así. Personas intachables reciben palos igual. A Guardiola lo criticaron. A todo el mundo lo critican. Cualquier postura -incluso la más inofensiva- va a tener detractores.
Hace poco me mostraron un tuit que era solo una foto de un auto rojo. Nada más. Y las respuestas eran: "¿Tenés algo contra los autos verdes?", "¿Por qué odiás las motos?". Eso te demuestra que cualquier cosa que digas va a generar oposición. Así que, al final, tenés que aprender a cargar con eso y seguir adelante.
¿Qué sentido conserva, si es que aún lo tiene, sacar un disco ahora?
Julián: Sacar un disco sigue siendo un acto de fe. Y para nosotros sigue resultando natural porque nunca aprendimos a hacerlo de otra forma. Desde el principio entendimos el álbum como un gesto entero, una manera de fijar una intención. Lo tomamos de los grupos que admirábamos cuando éramos jóvenes: si queríamos tocar un instrumento y juntarnos con amigos, escribíamos canciones y las convertíamos en un disco.
Hoy la industria se mueve alrededor de singles, pero mientras podamos pensar en una portada, en un maquetado, en las letras y en la forma de presentar ese conjunto de piezas, lo vamos a seguir haciendo. A mí siempre me vuelve la imagen del vinilo o del CD en la batea de una tienda. Aunque sea como registro histórico de un momento, sacar un disco todavía tiene sentido.
¿Qué adelanto pueden dar del show que van a presentar en Argentina?
Julián: Hace varios años que no vamos a Buenos Aires. Y como no sabemos cuándo volveremos, encaramos esta visita casi como si fuera la última. Venimos a presentar Ejército de Salvación, pero también somos conscientes de que hay un legado que honrar. Sabemos que quienes escuchan a Love of Lesbian quieren atravesar toda la discografía, así que siempre armamos un equilibrio entre el material reciente y las canciones de los dos álbumes anteriores. Es nuestra manera de mantener vivo ese puente entre lo que fuimos y lo que estamos haciendo ahora.