
La noche está casi cerrada en el Aeródromo Santa María de Punilla. En el aire se puede sentir la energía de un público que, a pesar del cansancio, todavía se aferra a la música con una pasión que parece no tener límites. Y aunque el grupo ya bajó del escenario, "Capitán América" sigue siendo coreada por la multitud, como si el show todavía no hubiera terminado. La euforia, la nostalgia y la felicidad se sienten en cada rincón del Escenario Sur. En medio de este tumulto de sentimientos, los artistas se cruzan en un corredor de camarines, donde los saludos indican un sentido de comunidad. Las miradas cómplices, las risas compartidas y los abrazos efusivos cuentan relatos que van más allá de lo que pudimos ver durante el espectáculo.
En este “Lado B” del predio, entre el humo de los cigarrillos y donde el bullicio da lugar al silencio, Gabriela Martínez y Germán Daffunchio se reúnen para un momento de calma tras aquel vendaval de rock. A pesar de que el tiempo pasó y ya no son esos jóvenes de 1988, saben muy bien que “su chispa” sigue intacta. La emoción que provocan en la tribuna es la misma que aquella que hizo enloquecer a los fans décadas atrás. Es que la historia de Las Pelotas es también la historia del Cosquín Rock. Desde aquella primera edición del festival en 2001, cuando interpretaron 19 temas y cerraron con "El ojo blindado" de Sumo, la banda fue una constante en la grilla. Pasaron 25 años de esa noche, un cuarto de siglo que los sitúa en un espacio de privilegio dentro de la cultura nacional. Un aniversario que le hace justicia a la frase “es toda una vida”. Y no había mejor manera de festejarlo que con un show donde no hubo tiempo para el respiro.
El domingo 16 de febrero, a las 19:10, la banda tomó el escenario principal con un objetivo muy claro: celebrar su asistencia perfecta al festival con un recorrido por sus 35 años de música. La lista de temas, extensa y variada, comenzó con “Qué podes dar”, siguiendo de clásico como “Víctimas del cielo”, “Será", "Si supieras" y “Hasta el fondo del río”. Todo bajo la dirección de un Daffunchio que parecía no conocer el correr del tiempo. A su lado, Martinez reafirmó su papel como el nervio y el corazón de la banda con su bajo, mientras Gustavo Jove mantuvo la solidez rítmica en la batería. Tomás Sussmann y Gaspar Daffunchio en guitarras, Alejandro Gómez Ferrero en vientos y Sebastián Schachtel en teclados completaron un ensamble que funciona con la precisión de un mecanismo bien aceitado.
Ambos, el público y la banda, entregaron su máximo esfuerzo. Mientras se retiran del escenario, el ambiente en la villa de artistas se transforma. La adrenalina comienza a bajar, y la conversación se llena de recuerdos y anécdotas de todo un camino recorrido. Germán, aún con el corazón palpitante, reflexiona sobre lo que acaba de ocurrir: “Impresionante lo de hoy, la cantidad de gente que había. El ida y vuelta fue hermoso. Estoy muy agradecido con la vida de poder vivir estas cosas”. En una especie de promesa de seguir creando y compartiendo música con quienes los acompañaron en esta travesía, el grupo se aferra a la placa que recibieron en reconocimiento a su presencia en todas las ediciones del festival.
Una banda, infinitas historias
“Te puedo contar tantas historias increíbles que pasaron con la música a lo largo de estos 36 años”, atestigua Daffunchio. Porque la odisea de Las Pelotas empezó mucho antes de que el Cosquín Rock existiera. Naciendo de las cenizas de Sumo, el grupo se vio sumido en la incertidumbre tras el fallecimiento de Luca Prodan en 1987. Mientras algunos de sus integrantes, como Ricardo Mollo y Diego Arnedo, comenzaban a dar vida a Divididos, Germán se quedó en Córdoba junto a Timmy Mc Kern, el productor, buscando una nueva dirección. Fue en este contexto que decidió crear algo fresco y original. Convocó a Alberto "Superman" Troglio y, en una dura búsqueda de un cantante, encontró a Alejandro Sokol, un viejo amigo y ex integrante de la agrupación. Así, con Willy Robles en el bajo, dieron su primer paso en el escenario en noviembre del ‘88, en el Dallas Pub de Villa Luro, dando inicio a una trayectoria que rápidamente se convertiría en un pilar fundamental del rock. Y que hoy en día, todavía, tiene muchos capítulos por escribir.
Entrevista por Agustín Contepomi
Cosquín Rock cumple 25 años y, a lo largo de todas sus ediciones, Las Pelotas se presentaron 26 veces. ¿Cómo lograron superar incluso la historia del festival?
Germán: Te cuento cómo fue. José (Palazzo) nos propuso hacer una carpa, un espacio más íntimo y acústico. Al principio dudamos, porque en Cosquín siempre tocás en un escenario enorme, frente a miles de personas. Pero nos encantó la idea, porque nos permitió compartir el show de una manera más cercana, solo con nuestra gente, sin mezclarse con otros públicos. Fue una experiencia increíble, y por eso terminamos tocando dos días en una misma edición.
¿Sentís que este Cosquín, de alguna manera, también se convirtió en "el festival de Las Pelotas"?
Germán: Sí, es algo inolvidable. Uno sabe lo que ve desde arriba y lo que se siente. Es algo que da mucha felicidad. Cuando uno encara su carrera como artista, nunca se imagina que algo así puede llegar a ocurrir. Y de repente, tenés la posibilidad de lograrlo y vivirlo. Es maravilloso.
Supongo que deben tener muchas anécdotas en el festival. ¿Hay alguna que les gustaría compartir?
Germán: Parte de la realidad de por qué Las Pelotas tocaron durante 25 años es porque es evidente que las tormentas de Córdoba paran cada vez que nos subimos al escenario. Una vez, en San Roque, venía una tormenta de rayos del sur. Salimos a tocar y no cayó ni una sola gota. Sin embargo, justo cuando terminamos el show, se desató un aguacero. Así que, por eso, somos un grupo que siempre trae buena energía.
Después de más de tres décadas de carrera, ¿qué los motiva a seguir creando música nueva?
Germán: Estamos preparando un nuevo disco. Perdón, cierto que no se dice más “disco”, ahora lo llaman “material” (ríe). Que no está hecho con Inteligencia Artificial. Una de las cosas de las que estoy orgulloso de Las Pelotas es que, después de 36 años, nunca nos conformamos; seguimos necesitando hacer temas nuevos. Uno podría vivir de todo lo que hicimos en el pasado. No sé ni cuántos discos tenemos. Pero es alucinante juntarse con el equipo a producir, vivir lo que vivimos, disfrutar lo que disfrutamos y estar felices con cómo estamos por lo que va a venir.
Hubo un debate sobre cómo iba a llamarse el disco, ya que estamos cumpliendo 36 años y queremos hacer una gira que se llame “Seis por seis”.
¿Serán 36 países?
Germán: (Ríe) No, 36 países es mucho. Argentina siempre está en la lista. Pero en marzo vamos a tocar en España, que es un lugar hermoso para nosotros. Nos encanta la gente de allí y es una experiencia maravillosa como grupo ir a tocar a otro país. Sin embargo, hay algo que es cierto: Las Pelotas no es una banda que pensó la música de una forma mundial o latinoamericana. Siempre hicimos música para nuestro país. Tenemos un lazo muy fuerte con nuestra gente, de verdad, no es por hacer teatro. Por eso nos gusta mucho recorrer todas las provincias.
Es difícil expresar la frustración que uno siente al escuchar hablar mal de nuestro país. La mayoría de las personas no tiene idea de lo gran país que es Argentina y la calidad de su gente. Nosotros, por suerte, tenemos la posibilidad de recorrer todo el tiempo y encontrarnos en cada ciudad con amigos.
¿Creen que la dedicación de Las Pelotas al público en cada rincón de Argentina es algo que la gente realmente percibe y valora cuando llevan su show a diferentes ciudades y pueblos?
Gabriela: Sí, esa gratitud se siente cuando tocamos y también al caminar por la calle y hablar con la gente. Aunque a veces eso pueda significar un fracaso económico para nosotros, porque muchas veces tenemos que recorrer distancias muy largas para llevar el show, eso también forma parte de nuestra vida. Si no hiciéramos eso, no podríamos vivir.
Muchas veces, se encargan de transmitir mensajes a través de sus canciones. ¿Creen que la música les brinda una voz sin censura?
Germán: Las Pelotas nunca fue un grupo de moda. Los grupos de moda suelen hacer canciones livianas. Para nosotros, hacer música es una parte esencial de nuestra vida. Poder desahogarnos y compartir con personas que sienten cosas similares es alucinante. Es otra faceta del arte que quizás no sea tan comercial, pero es la verdadera.
Gabriela: Las Pelotas acompañan musicalmente a la vida de la gente.
Germán: Exacto. El arte es toda la vida. El artista es alguien que vive largando para fuera las cosas que siente. Y el que quiera escucharlo, que lo escuche. Y el que no, no.
Si tuvieran que definir el nuevo disco con un elemento: tierra, agua o fuego, ¿cuál elegirían y por qué?
Germán: Fuego. Hay una búsqueda interna en nosotros. Tratamos de no repetir fórmulas. Siempre hemos lanzado canciones reactivas, pensando que con eso se puede lograr la revolución. A esto lo llamamos "la bolsa de caca". Sin embargo, eso no sucede. En este disco decidimos hacer algo que tenga que ver con lo luminoso, más allá de la sociedad y de la vida cotidiana; algo que se relaciona más con la vida de cada uno.
Uno está rodeado de malas noticias y de una continua prepotencia. Te enojas al saber que ya no podés hacer nada, y te preguntás: “¿Para qué? ¿Qué pasa con tu vida?” Tiene que ver con eso, con enfocarse en uno mismo. Por eso digo que es luminoso, porque la única forma de salir de esta oscuridad es tratando de elevarse.
¿Cuál es su objetivo al presentar el nuevo disco?
Germán: Vamos a disfrutar del disco primero nosotros. La idea es presentarlo antes de mediados de este año y salir a tocar por todo el país. La gente de Las Pelotas es todo amor. Hay personas que nos siguen desde hace 35 años, y te das cuenta de que formas parte de sus vidas. Es el sueño del artista: que tu arte sirva para algo.
Les propongo un juego: Germán, ¿cómo describirías a Gabi, y Gabi, cómo describirías a Germán?
Germán: Te voy a contar una sola anécdota. Cada vez que veo a Gabriela, pienso: si su papá no hubiera existido, yo no habría existido. Nuestra historia es muy increíble. El padre de Gabriela, entre otras cosas, trabajaba en la misma oficina que mi papá, y en esa misma oficina también trabajaba mi mamá. El encargado de llevar las cartas que se intercambiaban mis padres fue el padre de Gabi, porque en ese momento no existía el WhatsApp (ríe). Es decir, el padre de Gabi fue el celestino de la pareja de mi madre y mi padre.
Gabriela: Esa es la historia que nos une. De hecho, nos enteramos de esto más de grandes. Somos hermanos en la vida y en la música. Aclaro que él es mi hermano mayor.
Germán: Dentro de una banda, cada músico tiene su propia vida. Va más allá de simplemente tocar juntos; cada uno tiene su historia. Se trata de compartir la vida de cada uno. Te diría que es como utilizar la música como una terapia colectiva, porque cuando disfrutás lo que haces, te sentís aún más vivo. La vida se trata de crecer constantemente.
¿Les gusta el momento que están viviendo actualmente?
Germán: No hay que hablar mucho cuando uno está pasando un buen momento. Estamos más o menos. En Córdoba tienen una frase alucinante para responder al "¿cómo andas?": "bien, nomás". Porque hay que tener cuidado, ya que cuando uno cree que llegó a la cima, empieza a caer.