
“Íbamos a hacer la barrita de la esquina, trabajar unos días cada uno, y listo. Pero no fue así. Gracias a las estrellas, al universo, al planeta, no fue así», sonríe Roberto Berdecia mientras cuenta la historia de su bar La Factoría.
Roberto habla desde el corazón del Viejo San Juan, en Puerto Rico, rodeado de murales, calor caribeño y esa energía magnética que hace que todo visitante quiera quedarse un rato más. Hoy es uno de los mixólogos más reconocidos de América Latina, pero lo suyo empezó como un side project. Doce años después, La Factoría —su primer bar propio— tiene ocho barras en un mismo edificio, fue elegida como una de las mejores del mundo y se convirtió en símbolo cultural de Puerto Rico.
Billboard Argentina viajó hasta allí para vivir el lanzamiento de Bad Johnnie, el nuevo cóctel de edición limitada creado por Berdecia junto a Johnnie Walker, como parte de la campaña Huellas Boricuas. El trago, que fusiona el whisky escocés con agua de coco y maracuyá, “es un homenaje líquido a la evolución de la cultura latina”, dice la marca. Pero también es un reflejo del estilo de Roberto: audaz, con alma propia y nacido de un proceso intuitivo, tropical y experimental.

En la carta de su bar tiene otros dos tragos con el whisky escocés, que son de los más pedidos y confiesa que “uno de los tragos que nació en Barranquilla, porque la piña no entraba en el freezer y la dejamos fermentar. Así salió. Y hoy está en nuestra carta.” La creatividad en La Factoría funciona así: entre el accidente y la intención, entre el sabor y la anécdota.
En 2014, apenas un año después de abrir, La Factoría fue incluida en la lista de observación de los World’s 50 Best Bars. “Nos llegó un mail y pensamos que se habían confundido”, recuerda Berdecia. Pero no. Entraron a los premios sin haberse postulado, sin inversores detrás, solo por el boca en boca, la experiencia y el sabor. “Fuimos de los primeros bartenders latinos en entrar ahí con un proyecto propio. Y eso nos impulsó a crear una comunidad. Hoy, la mitad de las barras de esa lista son latinas. Es hermoso.”
Lo que se vive allí es mucho más que coctelería: es cultura en estado puro. “No ponemos reggaetón”, aclara entre risas. “Pero igual vinieron a grabar parte del videoclip de Despacito. Al principio les dijimos que no. Nadie sabía que Despacito iba a ser lo que fue. Mucha gente llega y nos pide que pongamos la canción. Nosotros no la pasamos, pero sí, fue un antes y un después. Hasta la forma de ver La Perla —el otro spot del video— cambió para siempre.”
La Factoría tiene algo difícil de replicar. “Yo se lo achaco al edificio. Es de 1700. La vibra se siente. Y nosotros tratamos de transmitir siempre ese calor caribeño, con buena música, buen servicio y cocteles que cuentan algo”.
Uno de sus clásicos es el Lavender Mule, que permanece en la carta desde el primer día. Otro, el Mercado Escocés, mezcla toronja, chile ancho y piña shrub con Johnnie Walker.
Roberto habla con pasión. Con orgullo. Pero sin pose. Nació para esto. “Llevo más de 25 años en la industria. Empecé dando charlas, seminarios. Y encontré en la barra una manera de narrar. De dejar huella”, sostiene.
Y lo logró. Porque La Factoría no es solo un bar. Es un punto de encuentro donde el sabor se mezcla con la música, la historia y el espíritu de una isla que sigue marcando el ritmo de América Latina. Y el Bad Johnnie es la última prueba de eso: un cóctel que no solo se toma, se siente.