La cuarta edición local del Lollapalooza se realizó el 31 de marzo y 1° de abril en el Hipódromo de San Isidro, y concentró alrededor de 200 mil personas en sus dos días. Este año se decidió que habría algunos cambios en torno a la disposición de los escenarios.
Al ingresar por la entrada de Av. Santa Fe, lo primero con lo que uno se cruzaba era el Perry Stage: el sector destinado a los mejores DJs y performers de la música electrónica, seleccionados por el mismísimo creador del festival, Perry Farrell. En el otro extremo del predio, pasando por uno de los patios gastronómicos, se encontraba el Alternative Stage, hogar de los artistas que pueden describirse con el ambiguo rótulo de “alternativos”. Del otro lado, se encontraban las atracciones principales: los Main Stage, ambos enfrentados entre sí, lo que facilitó la migración de los asistentes.
En el centro de todo, estaba Lolla Lounge −auspiciado por Corona− un espacio orientado al reciclaje. Ahí, los invitados pudieron ver cómodamente todos los shows desde terrazas estratégicamente posicionadas.
Corona volvió a encontrarse con el público en Lollapalooza en el Corona Garden: el stand de 4.000 metros cuadrados, el más grande del predio, con tres espacios para disfrutar de la caída del sol y la mejor música en vivo. Dentro del Corona Garden hubo artistas de serigrafía, tatuadores, pintura de murales en vivo, espacio para hacerse trencitas en el pelo, artistas e influencers de la marca que tocaron con instrumentos reciclados. También, instalaciones y actividades relacionadas con el reciclaje, como una máquina que aprovecha la basura de las playas para convertirla en plástico que se vuelve a utilizar. Pasaron por el escenario del Corona Garden Sofía Von Wernich, Titi Stier y Manu Pozzi.