No pasó un año desde que Jungle editó su primer disco homónimo, que los catapultó a la fama con una velocidad estelar y que fue el puntapié para una gira por toda América. Sus dos creadores –Josh Lloyd-Watson y Tom McFarland– son amigos desde los 10 años: fueron vecinos y skaters del mismo barrio londinense, estudiaron en la misma secundaria y compartieron bandas desde su adolescencia hasta hoy, que suman 25 años. Empezaron Jungle como un proyecto de dúo con el apodo J y T, para resguardar su identidad, pero no se resistieron a presentar su experiencia en vivo.
El viernes pasado, la banda se presentó en Niceto Club ante unas 1200 personas. Las luces del escenario explotaron en las narices de los siete integrantes. Ninguno pasó desapercibido, ni la ropa estilosa que eligieron para esta fecha, ni la seguridad con la que tocan cada instrumento: guitarra/bajo, percusión, batería, dos teclados, sintetizadores y dos coristas.
“Make some noise, Argentina!”, gritó Lloyd-Watson a los pocos temas de empezar con Platoon, el primer corte del disco y uno de sus grandes hits, junto con The Heat, Busy Earnin’ y Accelerate. El hecho de tener un solo disco, y que haya resonado en tantas capitales del mundo, hace que todas sus canciones se perciban como éxitos, como Drops, Crumbler o Son of a Gun.
Realizaron un delicado trabajo de temperatura sobre las canciones, mantuvieron la percusión a nivel del piso y manipularon los cuerpos de la audiencia como una fiebre latente. La tendencia era empujarlos hasta donde pudieran aguantar. El bajista, Fraser MacColl, se destacó por actuar como un comodín que se paseaba y jugaba con todos los demás condimentos.
La costumbre argentina de tararear los solos también se empieza a contagiar con los efectos de los sintetizadores. “Tsk, tsk, tsk”, coreaba la gente. La hora y media de recital fue ideal para resumir un primer disco muy ambicioso. Con un sonido ajustado, el audio es gran parte de lo que hace Jungle. Las percusiones le dieron el sello funk y soul que los define, con ritmos provenientes de la música negra. Pero también portan esa reconocida elegancia inglesa para hacer un soul con un groove más liviano. Temas como The Heat y Drops ilustran esa mezcla equilibrada de los dos estilos. Podría ser música pensada para caminar por cualquier ciudad europea en verano.
Jungle vino a demostrarle a Buenos Aires por qué se puede recorrer el mundo con un solo disco. Su música en vivo fue lo suficientemente parecida al álbum como para dejar contento al público más joven. Pero al mismo tiempo, improvisada y cambiante, lo suficiente como para sorprender a los más viejos.
Agradecidos por estar acá, por haber logrado contagiar y por el recibimiento, se despidieron con un bis de Busy Earnin’ y Time. Y prometieron volver, aunque seguramente a un lugar más grande y menos íntimo que Niceto Club.