Los Animales Superforros se formaron en 2009 con una tentación común: combinar sonidos del folclore de nuestra región con sintetizadores y cajas de ritmo. Grabaron su primer EP, Coplas, en 2011, y partir de entonces consolidaron una carrera por el under local. Ahora, Ezequiel Silvapobas, Franco Peralta, Jorge Jaramillo, Juan Tortarolo y Maxi Disfrazado están en plena etapa de difusión de su primer LP, Córdoba es mi Europa, completamente autogestionado y coproducido junto a Nicolás Grimaldi, bajista de Miranda!. En diálogo con Billboard, Franco Peralta [Voz, guitarra, percusión y sampler] habla de cómo es la relación entre el grupo y un género esencialmente tradicional de nuestro país.
¿Cómo nació la idea de combinar el folclore con la psicodelia?
Ninguno de los superforros es fanático del folclore. No somos estudiosos del género y tenemos muy poca escuela musical. Nos interesaba producir algo de acá, encontrarle un beat divertido a nuestras canciones. Usamos el color, las palabras, el juego del vocabulario… todo eso que tiene el folclore. Pero no como una cuestión de respeto por nuestra Patria. Lo tomamos un poco más relajado, porque es muy pesada la tensión que podés llegar a tener si te hacés cargo de esas cosas. Preferimos algo más lúdico y sin tanto respeto. Lo usamos como herramienta.
Incluso hay canciones, como Mundial de Doma, que pueden interpretarse como una burla a esas tradiciones.
En esa canción, por ejemplo, está la palabra «Namuncuración». Acá en sala tenemos una foto de Ceferino Namuncurá. No sabemos mucho de su historia porque no hemos profundizado, pero nos parece divertido todo lo que se genera alrededor de él, así como hay gente que hace oda al Gauchito Gil. Nos pareció interesante para hacerlo verbo. Tenemos esos jueguitos que se van sumando a medida que más tiempo pasamos como banda. Se genera un vocabulario interno que está bueno. Pero no es en absoluto una burla, ni nada de eso.
¿Tuvieron algún tipo de devolución de parte de folcloristas más ortodoxos en cuanto a su música?
Le habíamos escrito a Jaime Torres, porque nos hubiera encantado que hiciera una pequeña participación. Pero no hubo feedback. No tuvimos contacto con gente del género. Después de los shows la gente se acerca y por ahí nos dice algo, gente más allegada al folclore clásico, y nos hacen comentarios.
Hay mucha referencia geográfica en sus canciones. ¿Por qué?
No lo programamos mucho, simplemente va saliendo. Son ideas que se traen y se van llevando a este lenguaje. Sin darnos cuenta, caemos en los mismos recursos, que muchas veces es la descripción de paisajes del altiplano, de los desiertos, las montañas y los valles. Utilizamos mucho lo geográfico, pero de golpe hacemos cosas más íntimas. En el disco anterior también había abstracciones con Superfurrie, o en este tenemos Vuelta a casa, que muestra una situación muy humana.
El título del disco, Córdoba es mi Europa, ¿es una forma de decir que no hace falta viajar muchos kilómetros para conocer lugares trascendentes?
Sí, totalmente. En vez de decir, ‘Me fui a Europa y no sabés, nadie tira un papelito a la calle’, decimos ‘Me fui a Córdoba y estuvo increíble’. Nos pasó de juntamos a escuchar discos y que suene una banda internacional que acaba de salir, pero de golpe linkear a uno de Atahualpa inédito y que sea igual de bueno. Nos parecía divertido tomar a Córdoba como punto de referencia para decir eso.
En Motomel hablan del aspiracional de un músico en Argentina…
Hay un par de canciones en las que hablamos de lo difícil que es ser músico. Todos nosotros hacemos actividades aparte de la música. Yo, por ejemplo, soy carpintero. Por momentos se padece y por momentos se disfruta. El sueño de la Motomel propia –como el sueño de la casa propia– es un absurdo. Tenés que tocar un montón para conseguirlo. En la canción dice: “¡Ay! qué lindo lugar,/ que nos invitaron para tocar/ ¡ay! qué bien/ nos dieron cuarenta locos/ y encima nos dan de comer”. Nos pareció interesante quejarnos un poco del contexto en el cual salimos a tocar como músicos.