Estos son tiempos de presión para las estrellas femeninas del pop. En los últimos dos años, una lista de mujeres se reinventó para satisfacer las fantasías obsesivas de los fans: la chica mala que se vuelve buena (Miley Cyrus), la fiestera reconvertida en activista (Katy Perry), la rigurosa estilista (Taylor Swift). Mientras tanto, con buen tino, Selena Gomez largó un puñado de singles para testear terreno en vez de sacar un álbum. Y después está Demi Lovato, que a los 25 sostiene una intensa carrera de diez años respaldada por su total transparencia. Es esa Demi la que me recibe una tarde de febrero en su desmadejado hogar de Laurel Canyon, en Los Ángeles, recostada en un sillón color crema, con la cara todavía roja tras su ejercicio mañanero. “No soy de correr, pero salí a trotar esta mañana. Estoy exhausta”, confiesa Lovato mientras me alcanza una botella de agua. “¿Estás sudando? Hace calor acá. Dejame chequear que el aire esté encendido”. Pese al calor, Demi viste una sudadera Run D.M.C. de Barneys –aunque cuando le pregunto si es fan del grupo, responde riendo: “Soy de las que visten remeras de grupos porque les parecen simpáticas”–.
En unas pocas horas, Lovato se irá a Sacramento, California, donde ensaya su nuevo tour de estadios para promocionar el álbum Tell Me You Love Me, que alcanzó el N° 3 en el Billboard 200 tras su lanzamiento en septiembre último. Hoy, la casa (con su expansiva vista del centro de Los Ángeles, su estudio de grabación y la clase de pileta fabulosa que se ve en The Bachelor) se siente como el Arca de Noé para una estrella pop, con asistentes personales, guardias de seguridad y servicio de limpieza. Llegar al atrio donde hablo con Lovato requirió atravesar a su staff en pleno trabajo, empacando guitarras, valijas y comidas preparadas en porciones.
Pero Lovato parece impermeable al tumulto. Se pone a inspeccionar al pequeño yorkie-poo que está olfateando sus pies. “Él es Batman –dice–. Es mi superhéroe”. Esta construcción de ocho millones de dólares conoció peores caos: en febrero de 2017 casi fue destrozada por una avalancha de lodo que se detuvo a centímetros de la puerta. “Estuvo en [el sitio de chimentos] TMZ –recuerda Lovato–. Mostraron fotos de mi casa, estaba rabiosa. Si un fan descerebrado las estudiara, podría haberse metido”. Unos meses después, alguien trató de hacer exactamente eso. “Sabían que no iba a estar. Pusieron una escalera y subieron al segundo piso. La encargada de mi casa estaba aquí y los perros empezaron a ladrar. Ella abrió la puerta y vio a un hombre en el balcón, y salió corriendo. Mis perros (Batman incluido) salvaron la casa”.
En el transcurso de seis álbumes que alcanzaron el top cinco del Billboard 200, Lovato demostró ser una probada fuerza en los charts, alguien que puede hacer desde poderosos himnos (“Skyscraper”, “Confident”) hasta contendientes del verano (“Cool for the Summer”), electrónica bailable (el hit “No Promises” con Cheat Codes) y crossovers latinos (cantó en “Échame la culpa”, el hit de Luis Fonsi posterior a “Despacito”). Alcanzó el nivel de fama que tuvieron, por ejemplo, Britney Spears y Justin Bieber, un nivel de exposición que permitió que su madre escribiera sus memorias (el reciente Falling With Wings: A Mother’s Story, de Dianna De La Garza).
Pero junto con los éxitos, Lovato exuda un candor sin pretensiones, que es lo que sus admiradores esperan de ella. Mientras otras estrellas pop regularmente comparten sus peleas con fans en las redes sociales, Lovato revela todo, desde su diagnosis de bipolaridad hasta su alcoholismo, desde su trastorno alimentario hasta su entrada en una clínica de rehabilitación en 2009 (tras un incidente durante la gira con los Jonas Brothers, cuando golpeó a una bailarina que se refirió a su consumo de anfetaminas). “Esa fue nuestra oportunidad para trazar una línea divisoria –dice Phil McIntyre, mánager de Lovato–. Podíamos hacer la ruta de la maquinaria pop y presentar una imagen perfecta todo el tiempo, o ser honestos y dejar que la gente se asome. La autenticidad extrema funciona”.
Esta crudeza se permea en Tell Me You Love Me, que Lovato asocia con Stripped, de Christina Aguilera, otra alumna de Disney ansiosa por dejar atrás su pasado edulcorado. Pero la comparación llega hasta ahí. En Stripped, Aguilera introdujo a su alter ego hipersexual Xtina, mientras Tell Me You Love Me no está diseñado para provocar: es la declaración emotiva, tiznada de R&B, de una mujer que toma por las riendas sus miedos, sus deseos y su sexualidad. (Es también el primer álbum desde su separación del actor Wilmer Valderrama –aunque los tabloides especulan con que han vuelto, ya que días después de esta entrevista, ambos fueron vistos cenando–). “Parece que su viaje sigue coincidiendo con su búsqueda de identidad como artista –dice David Massey, CEO y presidente de Island Records, el sello de Lovato–. Es muy excitante. No solés ver este nivel de maduración luego de varios álbumes”.
Ya sea en su música como en su activismo fuera del escenario, la autenticidad es tan sinónimo de Lovato que se permea en sus emprendimientos comerciales. Cuando la actriz Kate Hudson buscó una colaboradora para su línea de ropa, “Demi estaba al tope de la lista”, dice el jefe de marketing Kristen Dykstra. “Ella encarna muchos elementos de la marca, como el empoderamiento femenino y la positividad del cuerpo”, explica.
Pero mientras su figura se consolida, el grado de exposición a sus fans, ella lo sabe, la condena a abrir permanentemente su vida. “Tengo límites. Hay cosas que probablemente nunca compartiré con el mundo, porque ya he dado demasiado”, afirma Lovato. Pero ella es práctica y no resiente nada; todo esto forma parte de ser Demi y, por otra parte, también la beneficia. “La honestidad brutal me hace responsable. Cuando hablo sobre mi sobriedad, no puedo ser vista en un club borracha. Si reincido, mis fans van a pensar que está bien reincidir. Y no puedo hacer eso”.
Veinticuatro horas después estoy en Sacramento, donde Lovato ensaya para su tour en el Sleep Train Arena. Entrar al estadio donde los Sacramento Kings de la NBA jugaron antes de cambiar de cancha en 2016 requiere atravesar el servicio de catering, donde Batman y otros perros de Lovato circulan olfateando. En la cancha, Lovato está sentada sola junto al equipo de sonido, observando la coreografía de las bailarinas sobre el escenario. Vestida con calzado de baile, un corpiño deportivo y un largo tapado negro, se cuelga de las escaleras y sube al escenario cuando las bailarinas terminan; ahí, inmediatamente, desgrana su set de 18 canciones a pura voz.
El día anterior nos habíamos separado con un inesperado abrazo (“Soy una abrazadora”, me dijo), pero aprovechando una pausa de los ensayos, Lovato está nuevamente en modo trabajadora. “Algo que no me gustó de la última gira es que no había nadie conmigo en el escenario –me explica en una habitación verde–. No tenía bailarinas, mi banda estaba escondida. Había un montón de presión sobre mí y sobre mi voz”. Esta vuelta, dice, el costo de la producción se ha elevado: hay bailarinas, proyecciones de video y en cada ciudad un coro local se le une para las dos canciones finales, “Sorry Not Sorry” y “Tell Me You Love Me”. (En el Forum de Inglewood, California, recibirá al Coro de Hombres Gays de Los Ángeles).
Lovato ha trabajado 18 de sus 25 años, y ha estado liderando tours durante los últimos cinco (pronto compartirá escenario con DJ Khaled y Kehlani). Su origen es hoy bien conocido: tras una infancia de fama y cuento de hadas, incluyendo un cameo en Barney & Friends (junto a Selena Gomez), su propio show de Disney (Sonny With a Chance) y un contrato discográfico, su tumultuosa transición al estrellato adulto incluyó el chequeo y la rehabilitación de sus adicciones en una clínica, junto a una muy publicitada recaída. Leyendo las memorias de su madre, Lovato me contó de vuelta en Los Ángeles: “No era consciente del estrés que le estaba provocando. Hubo una época en que tenía desmayos y después no recordaba nada”. Su madre y su mánager le contaban historias y después ella decía: “¿Yo hice eso?”.
Haciendo un esfuerzo para librarse de las drogas, al tiempo de poder controlar su propio relato, Demi realizó dos documentales: Demi Lovato: Stay Strong (MTV, 2012) se propuso narrar la renovada sobriedad, pero Lovato ahora admite: “Estaba drogada la mitad del tiempo”. De 2017, Simply Complicated es el otro, que fue, según sus propias palabras, un “volver a empezar”. Mientras el documental tiene la pátina artificial de un film promocional, Lovato fue sincera sobre sus batallas (algo que le ganó varios fans, incluyendo a sus compañeros de gira Khaled y Kehlani).
“Conocía a Demi Lovato, la superestrella –dice Khaled–. Pero cuando vi el documental, descubrí su verdadera historia, y pude decir ‘Hombre, estoy orgulloso de ella’”. Kehlani expresa: “Un montón de personas atraviesan por eso en esta industria, y un montón de personas tienen las mismas historias, o aún más locas, pero nunca las comparten. Cualquiera suficientemente valiente para compartir cosas que la gente puede usar en su contra es, instantáneamente, un superhéroe en mis ojos”.
La temeridad de Lovato se extendió al mundo de las citas on-line luego de su ruptura con Valderrama. Durante una reunión en 2016 para juntar fondos para la campaña de Hillary Clinton, “Amy Schumer me preguntó: ‘¿Estás en esta cosa llamada RAYA?’”, refiriéndose a la exclusiva aplicación para citas que usan algunas celebridades. “Me metí ahí porque estaba lista para conocer a alguien. Y fui a algunas citas de RAYA, y la pasé bien. Hoy tengo muy buenos amigos que conocí ahí”, explica.
Lovato tiene poca tolerancia para cualquier tipo de falsedad. “La gente que no está dispuesta a pasar un buen momento en tu casa con vos es la clase de gente que busca ser vista con vos –dice–. Cuando estoy con Ariana Grande, la pasamos superbién. Un día fui a su casa. Ella nunca había oído sobre los asesinatos de Charles Manson”. Como las dos luego tuitearon, fueron a la casa de Cielo Drive y tocaron el timbre. “¡Estábamos muertas de miedo!”. Demi también es amiga de Iggy Azalea, y cuando le menciono los ataques que sufrió en Internet salta en su defensa. “Ella es súper bajo perfil; nunca bebe ni va a fiestas. Tuvo que batallar un montón”, dice Lovato.
La tolerancia de Lovato por el artificio alcanzó su punto máximo en la Gala de 2016 del Met de Nueva York, la junta de fondos que preside Anna Wintour, de Vogue. “Tuve una terrible experiencia –dice Lovato, y es la única vez que sube de tono durante nuestra conversación–. Había una celebridad despreciable alrededor nuestro. Recuerdo que me sentí tan incómoda que quise beber”. Después le escribió a su mánager y fue a una reunión de Alcohólicos Anónimos a las 10 de la mañana.
“Me cambié la ropa, pero aún tenía millones de dólares en diamantes durante la reunión de AA. Y tengo más que ver con los homeless que había ahí, que luchan por lo mismo que yo, que con la clase de gente que va al Met Gala, tipos falsos que chupan el pene de la industria de la moda”.
Días antes de nuestro encuentro en Los Ángeles, un tirador asesinó a 17 personas en la escuela Parkland, de Florida. Como hizo tantas otras veces –hablando sobre reformas en la salud mental o en apoyo del matrimonio igualitario–, Lovato se volcó a Twitter buscando encontrar a la sobreviviente Emma Gonzalez, cuyo desgarrador “We call BS” se volvió viral. “Mis fans son como agentes de la CIA”, me dice con una sonrisa. A través de otros estudiantes de la escuela pudieron contactar a Gonzalez, quien llamó para tener una conversación “muy sentida y emotiva” con Lovato .
“Hay demasiados tiroteos en este país –continúa Lovato–. Estoy a favor del control de las armas. Obviamente, para mí… –hace una pausa, considerando el potencial de sus palabras– es difícil hablar de política”. Pero más tarde, cuando volvemos al tópico, inhala profundo y se despacha. “Hay algunas estrellas pop que no hablan de política y tienen más fans. Pero prefiero conversar sobre las cosas en las que creo en lugar de ser indiferente a lo que está pasando en nuestro país”. Una semana después, en su primera parada en San Diego durante el tour, hará subir a seis estudiantes de Parkland al escenario y pedirá a la audiencia que manden textos para donar a los servicios de salud mental que atienden a los estudiantes del colegio. Ahora espera a Gonzalez para un próximo show.
Lovato pasó buena parte de 2013 en un centro de rehabilitación llamado CAST, al que ella acredita como responsable de ponerla en el buen camino, y ahora invita a la organización para participar de su tour, en una carpa donde los oradores (como los estudiantes de Parkland) comparten sus experiencias con los fans. El día anterior en Los Ángeles, Lovato confesó su nuevo set de inseguridades. Incluso ahora, a veces, “me siento incómoda en mi propia piel”, dice, admitiendo que lucha con “querer ser provocativa, pero sin necesitarlo. Vivimos en una sociedad donde las mujeres están presionadas para lucir de determinada forma, y a veces yo soy víctima de eso. Siento que tengo que vestirme de tal modo para gustarle a cierto público. Pero realmente no tengo que hacer eso”.
Si bien volvió al queso y los carbohidratos, ahora trabaja con una nutricionista; y mientras dice que ciertos aspectos de su dieta son flacos, añade que está “aprendiendo por primera vez a ir a restaurantes”. “Antes estaba en un plan de comida hogareña”, explica. Su vestimenta en vivo, dice, “puede que no sea tan sexy, porque estoy en otra instancia de mi vida”. Me habla de un posible uniforme (“Creo que voy a vestir una capucha holgada con botas”), pero después vuelve al punto de partida: “Honestamente me importa un carajo. No es por esas cosas que la gente viene a mis conciertos”.
Tiene razón: van a verla por el potencial de instrumentos que cuelga hasta las vigas cada noche, por la voz que me sorprendió cuando, ensayando en el estadio, se lanzó en una versión ultrapersonal de la balada “You Don’t Do It for Me Anymore”. La canción abre el show, y Lovato la llama su balada más reveladora. “Es tan desnuda, tan vulnerable –dice–. No estoy cantando sobre un chico. Nunca la canto sobre alguien. Es acerca de mis relaciones con los malos hábitos”.
“A veces no quiero creerlo –admite–. Pero mediante esas letras me estoy diciendo ‘Vas a pasar por esto’”. Y por el resto del tour, va a hablarse en estadios repletos de fans.
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«Por cuestiones de producción», Demi Lovato se vio obligada a reprogramar su show del 24 de abril en el DirecTV Arena de Tortuguitas para el 17 de noviembre.
«Estoy con el corazón absolutamente destrozado por tener que hacer este anuncio hoy. Por cuestiones de producción, tuvimos que mover las fechas del tour de Sudamérica, #TellMeYouLoveMeTour. Ecuador, Costa Rica y Panamá: estoy devastada que tuvimos que cancelar esos shows. Realmente odio lo que tuvimos que hacer e hicimos todo lo que pudimos para evitarlo, pero no vimos venir algunos asuntos de producción. Si compraron las entradas y no pueden ir, se las reembolsaremos. Lo siento tanto, sé que es un garrón. Para quellos que podrán ir, prometo que valdrá la pena la espera. Estoy ansiosa por verlos. ¡Los quiero mucho!», escribió.
Podés adquirir las entradas vía All Access.