«Más allá de lo que significó Cemento, para Los Redondos, ese templo de Omar fue el lugar donde todos los extraviados fuera de los límites de las convenciones que gobernaban la cultura, encontraron la atmósfera apropiada para descorchar sus bellezas áridas, oscuras, cómicas y marginadas por una sensatez que un tiempo luego se dejaría alumbrar por ellas. En particular, yo estrené mi grito de guerra:‘¡Graciosos y valientes!’. Allí en la escena de Cemento. Gracias Omar.” El texto es del Indio Solari y da la introducción a un libro que testifica gran parte del rock en Argentina.
Cemento es, fue y será historia. Las anécdotas sobre el lugar siempre sobrevolaron las charlas de bar, en cuanto a música se trata, y Nicolás Igarzábal plasmó muchas de ellas en Cemento, el semillero del rock. El Salón Pueyrredón abrió las puertas para la presentación oficial de este ejemplar y revivir, por lo menos durante un rato, personajes y momentos del emblemático templo del rock ubicado en Estados Unidos 1238, que cerrara sus puertas en 2004.
Muchas de las figuras que marcaron tendencia allí ya no están entre nosotros, pero Pil Trafa (Violadores), Walas (Massacre) y Sergio Rotman (Cienfuegos), tomaron el escenario junto a Nicolás (autor del libro), Raúl Villareal (encargado de Cemento) y José Bellas (Editor del SI de Clarín), quién también escribió el prólogo, recordando algunas de sus vivencias de aquellas épocas.
“Estoy muy contento y agradecido”, dijo Igarzábal, abriendo una charla en la que reinaron los recuerdos. El micrófono comenzó a pasar de mano en mano y los protagonistas tuvieron la palabra: “Para los que pisaron Cemento, es un libro que emociona, y para los que no fueron, emociona e informa”, comentaba Walas. “Omar [Chabán] tuvo mil luchas con la policía, por ruidos molestos y por vagancia, en ese momento había averiguación de antecedentes y te metían en cana durante 24 horas. Las prohibiciones siempre venían después de los shows de punk. Tengo más recuerdos como público que como músico en Cemento. Me encantaba ir a ver a esa especie de hermanos mayores.”
Unas cien personas concurrieron al Salón Pueyrredón con cierto aire de nostalgia, donde también Pil, de Violadores, compartió entre risas su experiencia, después de ser ovacionado por el público: «Recuerdo haberle dicho a Chabán que era un buen lugar para que toquen bandas. Me contestó que en ese lugar no iba a haber bandas”.
El nombre de Omar Chabán era el fantasma presente de la noche, fue la cabeza de Cemento y la cara responsable. Las entrevistas que ofreció para el libro fueron desde la cama del hospital, a causa del cáncer que le hizo perder la vida el año pasado. Raúl Villarreal, amigo del empresario y socio en Cromañón, lo recordó desde el escenario, con lágrimas en los ojos: «Me falta mi hermano, ese que supo ver cosas que nadie veía, me acuerdo de Omar limpiando las manchas de cerveza, whisky y transpiración del piso con kerosene. La transpiración del publico contagiaba a todos, hasta a los artistas que estaban en el escenario. A Cemento lo hizo la gente.”
Villareal estuvo en prisión cinco años, a causa de “la desgracia” que fuera el incendio en República Cromañón en 2004. Desde allí concedió algunas de las entrevistas para el libro. Desde la izquierda del escenario, Sergio Rotman defendió a Cemento: «Me encantaría desmitificar la mugre del lugar, saquemos ese estigma. Lo que pasaba es que no hacían concesiones y era nada más un bloque de cemento. Igual, para nosotros en ese momento era como tocar en el Madison, era limpio, frío e industrial. Quiero desmitificar lo de los baños sucios, es más, les daba lugar a seres que no merecían un baño mejor.”
Las 250 páginas transmiten ese sentimiento de todos los que fueron parte del emblemático lugar. Como bien describe Igarzábal en el libro: «El último ladrillo de Cemento se fue con Omar Chabán». No es casualidad que para el final de la obra eligiera las propias palabras de él: «Lo importante fue haber creado independencia en el rock, que los músicos ganaran su propio dinero. Yo logré eso, lo único importante que queda de mí, si tengo que decir para que serví, fue para que los grupos no le chuparan el culo a nadie».
Un cierre emotivo, para un documento lleno de historias y anécdotas sobre un pequeño lugar que albergó demasiado. «Viendo cómo está el rock ahora, todo esto de Cemento se ve tan lejano. Y sí, los baños estaban un poco sucios, pero en definitiva, no estaban tan mal», cerró Pil.
Foto de Adicta: Emiliano Penela