Cuando decidió disolver Utopians por denuncias de acoso a uno de sus músicos, la vida le cambió. Parte de su militancia feminista es el sello Goza, el podcast Mostras del rock y, por qué no, su nueva forma de hacer canciones.
“A veces me levanto y me pregunto quién soy, qué hicieron con mi vida, qué hago que no estoy tocando; pero a la vez, jamás me sentí tan útil como ahora. Nunca pensé que estaba haciendo algo importante, y ahora siento que estoy haciendo cosas que importan. Más allá de lo que digan los otros, importa de verdad. Lo que hagamos puede hacer una diferencia. No hay excusas”, dice Barbi Recanati mientras empuja el cochecito donde duerme su hijo, Pepe.
La entrevista transcurre en una caminata larga por su barrio, Colegiales, para hacerlo dormir. Es que cada vez que Mario Romero (bajista de Utopians) se va de la casa de Barbi, Pepe, que está fascinado con él, llora. La estrategia de distracción funciona y acentúa el relato: el cambio al que se refería no se lo impuso –del todo– la maternidad, sino las denuncias de acoso que recibió Gustavo Fiocchi en septiembre de 2017. Fiocchi era el guitarrista de Utopians, banda que Barbi formó a los 18 años y con la que tocó por más de 10.
Hasta ese momento, Barbi era una mujer superexitosa en un mundo de hombres. Giraban por el país, tocaban en los mejores festivales, tenían contrato con PopArt y los nominaron al Grammy Latino por Mejor Disco de Rock, entre otros laureles. Estaba viviendo el sueño de ser una rockstar, esa fantasía que alimenta desde los siete años cuando vio un dibujito con Grace Slick, la cantante de Jefferson Airplane, rockeándola como nunca había visto a una mujer. En los años de Utopians, rodeada de varones, Barbi se sintió una más. Hasta que no, y su vida cambió.
Parte de su “despertar feminista”, como ella lo llama, arrastró algunas decisiones que se convirtieron en proyectos y que pospusieron su música por unos meses. Creó el sello Goza Records, donde va a conformar un catálogo de bandas de mujeres, en su mayoría de rock, a las que les facilita la grabación de su primer EP o álbum. “Para que nadie más diga que no hay mujeres haciendo música”, afirma. Es un catálogo que publica un disco por mes, y ya tiene cerrada la selección de las próximas doce artistas para el 2019-2020. Se graba en Estudio Átomo, fundado junto a su marido, Juan Manuel Segovia; ella hace la producción artística y él, ingeniería, grabación, mezcla y mastering. Además de eso, Barbi grabó nueve episodios del podcast para Futurock Mostras del rock, que es un repaso por la historia de las mujeres invisibilizadas de la música desde la década del 50 hasta el 2000.
“Tengo ganas de tocar, de salir de gira; es lo que más disfruto hacer. Mi idea es que en marzo, cuando terminemos de grabar los discos de Goza, haga el mío”, explica.
Cuando cambió todo
En abril de 2016 se publicó en YouTube un video con un testimonio de una mujer denunciando a Miguel Del Pópolo por abuso sexual. Ese fue el primer impacto del feminismo en la vida de Barbi. “Fue un antes y un después, no por lo que pasó, sino porque fue la primera vez que hablé con mis compañeros sobre el tema. De golpe me encontré en un asado escuchando que la mayoría consideraba que si vos estabas en la casa de un exnovio a la noche, él tenía todo el derecho del mundo a violarte. Y que, de hecho, no podía considerarse violación”, cuenta.
La revolución interior recién comenzaba. A las pocas semanas, sacó una columna de opinión en la web Generación B con un texto titulado “Woman is the nigger of the world”, donde contó las situaciones de acoso callejero que vivió. “Me llegaron tantos mensajes por Twitter, Facebook, mails… no lo podía creer, fue tanto que lo empecé a leer con mis amigas y mi familia, y de repente, me enteré de situaciones a mi alrededor que no conocía porque no se hablaba de eso. Y entendí: para que cambie, tenemos la responsabilidad de hablarlo y exponerlo”. Barbi habla de su pasado con la seguridad de quien pensó y reflexionó mucho. Ya tiene digerido el impacto, masticado, y ahora solo tiene la opción de transformarlo.
Según relata mientras camina por la sombra arbolada de Colegiales, en ese momento de su vida comenzó un camino muy personal de lectura, debate, enojo y autoconocimiento. Y llegó el golpe: por Twitter leyó el testimonio de chicas que relataron que el guitarrista de su banda había acosado a menores de edad. La decisión la tomó rápido: lo desvinculó de la banda y, al mes, disolvió Utopians. “Lo que me cambió la vida de verdad es que las personas que me tocaron la puerta, que me preguntaron cómo estaba, fueron en un 99 por ciento mujeres. Y hasta ese momento, mi círculo eran varones. Entonces se deconstruyó mi vida personal y social para siempre. No porque los hombres me dejaron de hablar, sino por lo que alguien me dijo: ‘Barbi, nunca vas a ser uno más, nunca lo fuiste’. Y ahí lo entendí”.
Perdió amigos, mucha gente la dejó de saludar, incluso periodistas de rock y músicos le giraban la cara, todos “los amigos del campeón” se fueron. Y llegaron músicas que se acercaron, la invitaron a shows, a ver cosas nuevas, y se corrió el telón de lo oculto: “El lugar desde donde me paro hoy tiene que ver con haberme golpeado con una pared llena de artistas mujeres talentosísimas que son invisibilizadas. Si yo hace 12 años tengo una banda de rock, toco en todos los festivales, giro por todo el país, se supone que conozco a todos, ¿por qué yo no escuché nunca hablar de estas personas?”.
Algo tenía que hacer. Junto con su marido, decidieron abrirles las puertas de su estudio de grabación durante cinco días al mes a esas bandas que Barbi descubrió, que la alucinaron, y que no tienen nada grabado. En tres años van a ser 36 proyectos de mujeres editados por Goza Records.
Primero grabaron a Piba, luego a Olympia. Se acercó Spotify para ofrecerles un lugar privilegiado en la plataforma, después lo hizo Futurock, y recién ahí firmaron contrato con la compañía de distribución digital The Orchard, que les financia los días de grabación. La primera tanda la completan Luz Pereyra, Playa Nudista, Las ex, Anhedonia, Las Vin Up, Melanie Williams, Paula Maffía, Mugre, Hija de Tigre y Hienas.
“Siento que el rock tiene cada vez menos espacios en la cabeza de los jóvenes, y el mercado es cada vez más carnicero. Si el rock no vende, el mercado le va a dar cada vez menos espacio de financiamiento, subvención y visibilidad. Entonces mi prioridad es el rock. Para mí, estas bandas tienen que estar registradas”, dice.
El futuro cercano le trae una agenda importante: teloneará a Courtney Barnett el 26 de febrero en Niceto Club y luego en marzo tocará en el Lollapalooza Argentina. “Ahí voy a ver si me animo a volver a esos escenarios de nuevo, porque recién este año podré tocar a la madrugada. Es que mi hijo todavía toma teta y no quiero que se despierte a la noche, se ponga a llorar y yo no esté ahí”, explica.
Barbi se encuentra tocando en varios formatos, por un lado se está independizando del concepto de banda, pero al mismo tiempo está componiendo canciones simples que entrega a su marido para que las trabaje con Tomás Molina Lera (baterista de Utopians), ambos productores de sus nuevos temas. Además, sigue su dupla con Mario Romero, y sumó a Lux Raptor en los teclados. A veces toca solo con ella; a veces sola con Juan; a veces todos juntos. No sabe y prueba. Barbi está experimentando cómo hacer su propio camino.