
Sola, como canta en la canción que abre su último trabajo -«Vine solita»- apareció Natalia Lafourcade. «A este mundo vine solita», inauguró, entre flashes y el silencio de todo el venue. A un costado del escenario del Movistar Arena, sentada en una silla, con una mesa iluminada por una sencilla lámpara, dio inicio a las tres horas del que fue su show más completo en el país hasta el momento. «Desde la última butaca hasta la primera fila, de esta noche nunca me voy a olvidar», soltó.
La velada continuó con la canción que da nombre a su noveno y último disco, De todas las flores, con la aparición de la banda lentamente. El concierto continuó, durante toda la primera parte, con el protagonismo del último álbum, el primero completamente inédito en siete años. Aún sin haber llegado al año de lanzamiento, el público coreó canciones como «El lugar correcto», «Pajarito colibrí», «Caminar bonito» y «Mi manera de querer». «Es como una gran habitación», comentó acerca del Movistar Arena. Y así fue, durante toda la noche, la artista pareció sentirse en el lugar correcto.
Pero la Natalia intérprete también tuvo lugar en el venue de Villa Crespo. Se puso en la piel del legendario Pedro Infante para interpretar «Cien años», seguido de la emotiva «Tonada de luna llena», de Simón Díaz, y la popular «La llorona», con la misma pasión que sus propias composiciones.
Uno de los momentos más inesperados de la noche fue la aparición de Adriana Varela. El génesis del momento se remonta al 2022, cuando Natalia oyó cantar a la artista argentina en Chile. Esa noche, Varela la vio entre el público, la invitó al camarín y comenzaron una amistad. Anoche dieron vida al clásico de Ariel Ramírez «Alfonsina y el mar» -canción que la mexicana escuchó cantar a su padre de pequeña y «recién ahora podía compartir»- y «Volver», de Carlos Gardel. Además de realizar su primer Movistar Arena e interpretar su primer tango en Argentina, Lafourcade designó a Buenos Aires como «segunda casa».
La magia continuó con «Soledad y el mar», una de las más esperadas de la noche, seguida de la nostálgica «Lo que construimos», con una versión con banda. Los clásicos continuaron con «Para qué sufrir», cuando Natalia dio la bienvenida al segundo invitado de la noche: Mateo Sujatovich –Conociendo Rusia-. En guitarra y voces, tomó el papel de Jorge Drexler para interpretar su exquisita versión a dúo.
«Hasta la raíz» inauguró el comienzo del final. El himno de Natalia convocó a todo el público presente. Y cuando parecía que ya lo había dado todo, cantó -y recordó que- «Nunca es suficiente». «Tú sí sabes quererme» fue el falso amague que la veracruzana eligió para dejar el escenario.
Luego de instantes de silencio, el encore. La puesta continuó elevándose con la llegada de Kevin Johansen. A dos voces -aunque casi hermanados en una sola voz- los colegas y amigos interpretaron «Tú ve». Pero la noche concluyó con la referencia al icónico Agustín Lara. Junto a Johansen, Natalia homenajeó al artista que atraviesa toda su obra al cantar «La fugitiva».
Anoche, el escenario fue un reflejo de la cuidada fusión entre artistas, géneros, culturas, y la voz -metafórica y concreta- de la artista. Natalia Lafourcade demostró una vez más por qué es una de las cantautoras más queridas y respetadas de la música contemporánea.