"That was biblical, man!", resumió Liam Gallagher su fascinación ante la agitada multitud que en Buenos Aires se juntó para vivir el regreso de Oasis en la Argentina. Tras 16 años separados, los hermanos más pendencieros del rock de final de siglo XX dejaron las broncas atrás y volvieron a verse las caras para hacer valer el peso de su propia leyenda. Eso sí: viajan por separado, se hospedan en hoteles distintos, no comparten camarín. Apenas si se ven en escena.
Si bien dan un intenso show de rocanrol guitarrero y con el volumen a tope en las casi dos horas que dura, todo está calculado al milímetro como si fuera una obra de teatro. Desde la salida puntual, con Liam y Noel Gallagher tomados de la mano y victoriosos (bajo ese ritmo-de-protector-bucal que es la instrumental "Fuckin' in the Bushes") hasta la lista de temas, idéntica en todas las partes del mundo que vio pasar este tour de regreso.
Pero Argentina tiene un lugar especial en el corazón de estos británicos, quienes se permitieron algunas licencias locales en las dos funciones que dieron en la cancha de River Plate. Por ejemplo, al Liam entonar "Holaaaaa" en la inicial "Hello". O cambiarle la letra al himno "Wonderwall": "There are many things that I'd like to say to you / but I don't speak argentinian" ("Hay muchas cosas que me gustaría decirte / pero no hablo en argentino"). Y también, saludar a la figura de Diego Armando Maradona en las pantallas de "Live Forever", mientras las luces del stage se prendieron en un azul y oro xeneize. Al Diez, además, le dedicaron la siguiente, "Rock and Roll Star". Mismo gesto que algunas horas antes había tenido el telonero Richard Ashcroft al cerrar su set con "Bitter Sweet Symphony" (The Verve).

Fútbol o muerte
Décadas atrás, en esta orilla del Atlántico hubo una especie de malentendido con la música de Oasis. Ante el público rockero más reo, la diferencia idiomática los hacía parecer más sofisticados que las bandas cultoras de lo "barrial", "chabón" o "futbolizado". Pero los Gallagher nunca ocultaron sus orígenes de clase trabajadora, su fanatismo futbolero ni sus consumos favoritos. Y que entre el creciente house y el decadente grunge, se inventaron un oasis tras diluir el ácido lisérgico de los Beatles y los Rolling Stones. Recién en este 2025 la multitud pareció sintonizar con esa idiosincrasia y le dio un toque hooligan a la cuestión.
En los días previos al regreso se sintió con intensidad ese sentimiento intangible calificado, simplemente, como "manija". La camiseta adidas con el logo del grupo fue el objeto más codiciado, oficial o falsificada. Turistas que viajaron especialmente para vivirlo aquí (por recomendación de los Gallagher). Y se multiplicaron por docenas las previas cerveceras en las adyacencias al Más Monumental durante los pasados 15 y 16 de noviembre. Claro, nada de esto quedó en pose: el público devolvió con pogo y fervor cada hit. Grupos de amigos, familias, varias generaciones unidas por el amor a un grupo histórico.
En el escenario, entre las guitarras de Noel y Paul Bonehead Arthurs, emergía la figura en tamaño real de Josep Pep Guardiola, director técnico del Manchester City. Ataviado con una bufanda celeste y blanca, tales los colores del equipo del que son hinchas los Gallagher, la mirada de cartón del estratega parecía ser la garantía de que todo funcionara a la perfección. Que los hermanos y su banda no la cagaran.
Sin embargo, el juego de Oasis no apela ni a la posesión del balón ni a la polifuncionalidad de los players. Se parece más al Boca del Coco Basile 2005-06 ("Siempre vamos al frente y ganamos, a otra cosa"). Junto con Bonehead, Gem Archer, Andy Bell y Joey Waronker, la banda descansa en lo mejor de su cosecha 94-97. También incluye dorados lados B (como la catártica "Acquiesce" y la balada "Talk Tonight", dedicada por Noel a todas las chicas). Y hace una mínima incursión en la música que alumbraron a comienzos de este milenio: "Little By Little", de Heathen Chemistry (2002), un toque más eléctrica que en su versión original.

Noel Gallagher, seguido de cerca por Pep Guardiola, DT del Manchester City. Foto: Popi Graña
En estos últimos años, Liam parece haber madurado. En ninguno de los shows que viene dando desde el regreso de Oasis se lo vio flaquear vocalmente, su otrora talón de Aquiles. Alejado de los vicios nocturnos, incluso bromeó con la posibilidad de que la productora lo tuviera encerrado "en una valija que escondieron en el aeropuerto". Así, luce en forma para ser la figura indiscutida del grupo.
El tipo nació para ser frontman, concentrar las miradas, las pasiones y dejar al resto en un necesario segundo plano. Y no defraudó: ahí está, una vez más, con las manos atrás y agachado ante su micrófono. Inmortalizando para siempre versiones relucientes de "Some Might Say", "Supersonic" y "Slide Away". Sin parka, pero con una campera a la cintura que le queda como a nadie. Agitando la pandereta o un par de maracas que voló al cielo ni bien entró a escena. O haciendo el "Topo Gigio" riquelmeano, fascinado por el coro de "Stand by me". "Son los número uno, incluso sin alcohol", elogió al calor popular, a sabiendas de que algunos reclamaron que no se vendieran espirituosas en el estadio.
A su derecha, Noel seguía las acciones atentamente, como el titiritero que siempre fue. Compositor de casi todos los temas de Oasis, se lo vio disfrutar tanto del agite del público como del hecho de no tener que hacerse cargo de la voz principal. Algo que en el pasado ocurría a menudo cuando Liam se rompía o, directamente, se ausentaba. Ahora, capitaneó desde la guitarra, dibujó con los coros ("Fade Away", "D'You Know What I Mean?") y esperó a su momento estelar. Entre "Talk Tonight" (robustecida por la labor del tecladista Christian Madden) y "Little by Little", se lució con "Half the World Away". Aquí, un trío de vientos le dio un doblez melancólico al tema y el guitarrista pareció derramar una lágrima.
Ese fue uno de los pocos momentos sutiles de un show eminentemente rockero. Otros fueron el slide que le aportó Gem Archer a la hipnótica "Cast No Shadow" o la versión de "Whatever", que reforzó su carácter beatle con un fragmento de "Octopus's Garden" como coda.

Tras una breve pausa, Liam fue el único en no volver al tablado para prestarle nuevamente el protagonismo a su hermano. Noel encaró primero "The Masterplan" y luego la inoxidable "Don't Look Back in Anger", en el que la mirada volvió a quedarle brillosa, encandilado por el feedback. La magnífica "Wonderwall" subió el pico emotivo y dejó todo listo para el final definitivo impuesto por "Champagne Supernova", lo más parecido a una resaca de lsd hecho canción.
Luego de su performance, mientras en el cielo estallaban unos ruidosos fuegos artificiales, Liam abrazó a su hermano y se retiró a su camarín. Minutos más tarde lo siguió el resto del grupo. Lo último que quedó en pie sobre el escenario, incluso después de que los plomos guardaran los instrumentos y desarmaran los equipos, fue el Pep Guardiola de cartón, orgulloso por otro triunfo.
