
El 20 de septiembre de 1997, mientras Soda Stereo se despedía de un final de época en River Plate, nadie sospechaba que la vida de Zeta Bosio, el bajista estrella, iba a dispararse en mil ramificaciones. Participó en el disco Amor Amarillo de Gustavo Cerati, se subió a los escenarios de Los Pericos y Catupecu Machu, hasta volvió a cruzarse con Charly Alberti para honrar los noventa. Veintisiete años después, el escenario lo llama otra vez, aunque de otra manera; ya no como músico de estadio, sino detrás de la cabina, junto a su pareja Estefanía Iracet - DJ Stef para los habitués de la noche electrónica. Juntos armaron Rock Live Set, un proyecto que remezcla clásicos del rock de los 80 y 90 con el dance floor actual.
Resulta paradójico que el hombre que sostuvo con su bajo a una de las bandas más influyentes del rock en español hoy se dedique a reversionar clásicos de aquella época. A la espera de un inminente anuncio relativo a Soda, previsto para este lunes 29 a las 17 hs y fogoneado por la reactivación del sitio oficial y las misteriosas "Soda señales" que aparecieron esta semana en Buenos Aires, Bosio conversa desde su casa en Miami con Billboard Argentina. Sentado en un sillón junto a su pareja, se adelanta a cualquier desvío frente a la ola de especulaciones: "No voy a hablar de otra cosa que no sea este proyecto".
El matrimonio, que empezó su historia en 2010 con una boda confidencial marcada por el contexto de la internación de Cerati, encontró un espacio para convertir sus pasiones en un espectáculo. "El proyecto nace del afecto -dice Iracet-, de las ganas de recrear momentos hermosos y del amor por la música electrónica. En el caso de Zeta, une sus dos mundos: el rock y la electrónica". La idea apareció una noche en la cocina, mientras jugaban a mezclar canciones. "En vez de pasar siempre los mismos temas, empezamos a probar con las nuevas herramientas que permiten aislar voces", recuerda Bosio. De ahí a colgarse el bajo otra vez hubo solo un paso.
Presentan un set que dura entre una hora y una hora y media, donde manipulan canciones de los 80 y 90, tanto en inglés como en español, para llevarlas al terreno del tech house. "Trabajamos cada tema con mucho amor, con dedicación, junto a los productores, buscando siempre caminos interesantes", comparte Estefanía. Es un show que atrapa tanto a los que se criaron con Soda y llegan por nostalgia, y los que nacieron con Tik Tok y descubren a The Cure o los Rolling Stones en versiones bailables.
En octubre se preparan para aterrizar en el Planetario de Bogotá con un show inmersivo. "No es la esfera de Las Vegas", bromea Bosio, pero la ambición visual va por ahí. Al mismo tiempo, siguen cocinando material propio. "Queremos sacar un disco, o al menos un EP -cuenta Iracet-. Estoy enamorada de una versión de Andrés Calamaro que hicimos". "Hay temas que realmente merecen salir. No es fácil explicarlo, hay que estar ahí y vivirlo", suma Zeta.
Cuando pensaron Rock Live Set, ¿cómo quisieron que se sintiera y se viera en escena? ¿Qué combinación de música, visuales y estilo los define?
Estefanía: El nombre surgió rápido, casi sin pensarlo. Lo complementamos con los visuales de Nico Bernardo y un vestuario pensado. Nos gusta buscar ropa vintage y mantener una paleta de colores definida, aunque no buscamos lucrar con eso. Desde el comienzo fue un proyecto lúdico. Además, se diferencia mucho de lo que hacemos en un back to back. Rock Live Set es un set más orgánico, una hora de hits reversionados en clave electrónica, producidos en gran parte por nosotros, con la colaboración de algunos productores.
¿Qué dificultades encuentran al actualizar los clásicos de los 80s y 90s con un sonido más actual?
Zeta: La principal dificultad está en el tempo, en los BPM. En un set de DJ solemos movernos dentro de un margen de 10 o 20 BPM, no más. En el rock, en cambio, el rango puede ir de 50 a 190, y eso complica las cosas. Hay canciones a 170 o 180 BPM que son imposibles de adaptar sin que pierdan fuerza.
Lo mismo sucede con los temas muy lentos. Por eso, en el set armamos un bloque específico para canciones más tranquilas, aunque todavía no logramos llevarlas a ritmos más altos. De todos modos, un tema que esté entre 90 y 100 BPM se puede subir a 110 sin problemas.
¿Qué responderían a quienes dicen que modernizar un clásico es "destruirlo"?
Zeta: No es una banda tributo. No estamos haciendo una versión de rock en rock, ni llevando un tema a otro género extremo, como una cumbia de Soda, que ahí sí podría considerarse "destruirlo". En nuestro caso, la electrónica no repite los sonidos, los eleva.
Estefanía: Exacto. Y lo vemos en las caras del público: son noches llenas de sonrisas y energía. Los temas se encadenan uno tras otro, y nadie sabe qué va a aparecer después; esa sorpresa genera algo único. Además, en muchos casos hacemos mashups, mezclando canciones de la misma época o de otras bandas. De repente estás escuchando "Cuando pase el temblor" y, sin aviso, se cruza otro clásico. Eso le da al set un aire distinto.
Zeta, ¿cambió algo para vos el tocar el bajo en este proyecto frente a lo que hacías antes?
Zeta: El bajo siempre es un placer. Tocar en público me entusiasma, aunque no lo haría en cualquier escenario. Este proyecto me da la oportunidad de hacerlo con más frecuencia y me exige de una manera que no experimento en otros contextos. Hoy en día, quizá haga cuatro o cinco líneas de bajo al año para distintos artistas, y eso es todo. Acá encontré un espacio para disfrutarlo y tocarlo más seguido.
A la hora de planificar un show, ¿cómo eligen los temas? ¿Siguen un listado fijo o improvisan sobre la marcha?
Estefanía: Al principio sí, nos organizábamos con una base fija. Para el primer show en Costa Rica preparamos unas 12 o 14 canciones, y ahí tuvimos que adaptarnos mucho al público: incluimos artistas que yo ni conocía, o que no eran de mi generación, pero funcionó perfecto en ese contexto. Después, en París, también pensamos en qué iba a enganchar allá.
Con el tiempo, el proceso se fue haciendo más natural… escuchamos mucho y seleccionamos los temas no solo por gusto, sino también por tempo. Un show de una hora o una hora y veinte puede contener un máximo de 18 o 19 canciones, así que hay que cuidar muy bien el orden. Buscamos que la lista tenga un recorrido, que suba, que baje, que haya momentos de respiro y que vuelva a levantar.
¿Cómo se organizan creativamente dentro del proyecto? ¿Hay alguien que lleve más la batuta?
Zeta: La parte artística la manejamos juntos. Ella, además, se ocupa mucho de lo empresarial, porque ya tiene experiencia en otros proyectos. Somos de esas parejas que mezclan familia y trabajo, así que los roles se van dando de manera natural.
Estefanía: Todo surge de momentos creativos. Estamos cocinando y de repente le digo: "Vení a escuchar este tema". Ahí empezamos a buscar bases y a crear. Lo mismo pasa con los vestuarios: encontré unos kimonos divinos en Panamá y los incorporamos. Él sabe jugar, y en el arte eso es clave, animarse.
El proyecto se ve muy sólido. ¿Qué planes tienen a futuro?
Estefanía: Ahora vamos a Colombia, el 24 de octubre, al Planetario de Bogotá. Será un show inmersivo, más allá de lo audiovisual que siempre mostramos en pantalla. Imaginate la cúpula con nuestras visuales en vivo, va a ser algo realmente especial.