
Llegar a los 40 es un quiebre inevitable para cualquier mujer. Las presiones sociales, los mandatos de los 30 y los espejos ajenos que dictaban cómo debía sentirse o actuar, se deshacen. Una especie de punto de fuga que obliga a mirar hacia adentro. Para Natalia Lafourcade, ese cambio coincidió con una noticia: un embarazo no buscado que apareció para mover fibras emocionales que jamás había explorado. Esa confluencia es la semilla de Cancionera, su nuevo disco, un trabajo que celebra sus raíces latinoamericanas y la reconstrucción de sí misma desde la belleza, la aceptación y la libertad.
"No es solo un camino propio, sino un homenaje a la vida de muchas personas", dice la cantante en conversación con Billboard Argentina, sobre la canción que da nombre al álbum. Hay un aire ritual en la forma en que Lafourcade pensó el disco. Lo grabó directamente en cinta, sin ensayos previos, con 18 músicos que acompañan y completan la obra. Cada canción fue creada y relatada en tiempo real, y toda decisión artística surgió de un encuentro con su vida. Entre los colaboradores, sobresalen Israel Fernández, Diego del Morao y los Hermanos Gutiérrez, quienes imprimen al conjunto un pulso flamenco y folclórico que atraviesa y enriquece el ritmo del trabajo.
La gira Cancionera: Un Canto a Nuestras Raíces es la extensión de ese universo: tres fechas agotadas en el Auditorio Nacional -9 y 11 de septiembre, y 7 de octubre- y la transmisión en vivo del show del 11, que permitirá a la audiencia global sumarse al festejo. "Estas fechas son una celebración de mi momento como mujer, como persona y, sobre todo, de la música, un espacio para compartir con todas las personas y los músicos que me acompañaron en este recorrido", comparte.


Al trabajar en un álbum tan ligado a tus raíces y a tu identidad, ¿qué aprendiste de vos misma en el proceso?
Cuando me acercaba a cumplir 40 años, sentí que quería hacer algo especial para celebrarlo. La primera idea que surgió fue una gira de guitarra y voz, volver al origen, volver a mí, a mi canción. Así nació el nombre de la gira. Era yo yendo a cantar con mi guitarra, al estilo de tantos cancioneros a lo largo de la historia.
Eventualmente, sentí que debía componer una canción que se llamara "Cancionera". La escribí casi un mes antes de cumplir 41, y me encantó ver cómo transmitía un mensaje claro: no solo es un camino propio, sino también un homenaje a la vida de muchas personas. La canción enfatiza la importancia de no olvidar que somos seres que venimos a transformarnos constantemente, a probar, a jugar con la vida, a ponernos y quitarnos máscaras, a hacer y deshacer. Al final, es mi camino, mi verdad, y soy yo quien lo comanda, sin dejarme arrastrar por patrones externos que podrían alejarme de mi autenticidad.
Para mí, Cancionera es también un permiso para cantarme como madre, para abrazar la maternidad sin miedo, sin perderme a mí misma. Es una obra profunda, de empoderamiento personal, de amor propio y de volver a cuidar mi propia flor, esa que cada uno lleva dentro.
De ahí se despliega todo el disco: una serie de músicas, canciones y momentos que celebran la canción misma. Refleja mi manera de hacer música, mi gusto por lo tradicional y popular, por el folclor, mi mexicanidad, mi parte latina. Tiene humor, sarcasmo, ironía; le canta al buen amor, al amor quebrado, al clandestino, al marginado, al amor propio y a la lealtad personal.
En esencia, Cancionera me dice: sos una canción, canta tu verdad y procura vivir un camino auténtico, desde tu propia libertad y verdad. A mis 40, y ahora con 41, ha sido un regalo para mí, un regalo que sigue acompañándome y enseñándome sobre mi propio camino.
¿Podemos decir, entonces, que es un disco sanador?
Sí. De alguna manera, todos mis proyectos terminan siendo formas de sanar, y al mismo tiempo de divertirme y jugar. Creo que siempre tenemos cosas que procesar; la vida tiene muchos matices y necesitamos atravesarlos. A veces ni siquiera nos damos cuenta de que vivimos con miedo constantemente.
Mirando en retrospectiva, me doy cuenta de que esto nos pasa a todos. Cada vez que entramos en una nueva etapa -los 20, los 30, los 40, los 50- surgen ciclos y tiempos propios, y con ellos preguntas existenciales: ¿para dónde voy?, ¿qué hago?, ¿soy feliz?, ¿qué vale realmente?
Cancionera llegó a mí como un recordatorio de la importancia de jugar en la vida, de cuidarme, de respetar mi propio ritmo, de amarme y de conectarme conmigo misma. Y eso también se refleja en quienes escuchan la música, cada persona puede sacar sus propias conclusiones a través del contacto con las canciones.
El miedo a lo desconocido me hace pensar en tu maternidad. ¿Cómo encontrás el equilibrio entre tu carrera y ser madre?
Eso es algo que voy a ir descubriendo y explorando. Hasta ahora, ha sido maravilloso poder transitar y habitar la gestación durante la gira. Terminé con 36 conciertos, todos ellos en plena etapa de gestación, y para mí eso fue increíble.
Cuando finalicé el último show, aunque habíamos aplazado parte de la gira y sabíamos que vendrían los tres conciertos en el Auditorio Nacional, el nivel de gratitud y felicidad que sentía era inexplicable. No hay palabras suficientes para describirlo: crear vida y, al mismo tiempo, seguir haciendo lo que amo, sentir mi cuerpo transformarse mientras sigo sobre el escenario… Es algo único.
Sé que algo de mí va a cambiar para siempre; ya no soy la misma, y eso es muy fuerte. Pero al mismo tiempo puedo seguir haciendo lo que amo, y esta criatura eligió llegar justo en este momento, mientras yo tenía todos estos conciertos. Ver que mi cuerpo estaba sano y fuerte, y que podía crear vida mientras compartía mi música, me llenó de sensaciones y emociones muy bonitas.
Al mismo tiempo, hay humildad en todo esto: no sé muchas cosas. No sé cómo será ser mamá ni cómo equilibraré todo, pero sé que mi corazón está listo y abierto para recibir y aprender. Tengo mucha confianza y amo mi profesión. Aprendí que no todo se puede hacer al mismo tiempo: hay que aplazar fechas, construir espacios de silencio para permitir que nazca esta etapa, y luego volver cuando toque, con paciencia y con ganas de aprender. La vida me ha dado un regalazo; no esperaba que me tocara esto, y aquí estoy.
Esos momentos de silencio te vuelven a acercar al arte.
Sí, definitivamente. Creo que es muy importante. Me he dado cuenta de que lo mejor es no preocuparme demasiado por todo: de dónde vendrá la siguiente canción, cuándo llegará el próximo proyecto, en qué fecha será el próximo lanzamiento… En cierto punto entendí que mi manera de acercarme a la música tiene que nacer desde otro lugar, más tranquilo.
No puede ser por la prisa. Eso también es desafiante, porque muchas veces la mente te empuja a pensar: "ya tengo que crear otra cosa, hacer otro proyecto, ¿qué voy a hacer?". Y hoy en día, la industria y el mundo van muy rápido; todo sucede con una velocidad abrumadora. Por eso, espacios como estos se vuelven momentos de humanidad muy necesarios, donde uno puede reconectarse con lo que realmente importa.
¿Qué aspectos de tu vida tuviste que dejar atrás para que se concretaran este disco y estos shows?
Este disco me confrontó con la necesidad de reconectarme con mi autenticidad, con mi verdadero querer. A veces creemos desear ciertas cosas, pero al explorarnos profundamente descubrimos que no es realmente lo que queremos. Este disco me devolvió a esa esencia.
Cuando diseñaba el concepto del concierto, la silla se convirtió en un elemento muy importante: un símbolo de humildad, de conexión desde otro lugar, que me permite despojarme de toda la información que puede distraerme de lo genuino, de lo esencial que soy yo.
Creo que había aspectos de Natalia que se habían construido con el tiempo y que, a estas alturas, me permito dejar atrás. No hace falta tanto más; lo importante es conectar con mi verdad interior. Y, mágicamente, justo en este momento, aparece la maternidad. Al liberarme de tantas cargas mentales, el disco me devolvió el juego: me sentí niña en el estudio, conectada con la sensibilidad de la infancia, jugando sin miedo al qué dirán, explorando disfraces, arquetipos y alter egos.Todo eso ayudó a crear un mundo propio, surrealista y distinto: el mundo de Cancionera. Naturalmente, esa Natalia más rígida se vino abajo; al asumir la maternidad, se desmantelan estructuras y emerge la esencia más pura, libre y creativa que este disco necesitaba.