
El demonio llamó, y ella atendió sin miedo. Después de más de dos décadas de carrera y seis discos en su espalda, no necesita escándalos para incomodar ni disfraces para captar la atención. Lleva con con mucha naturalidad el mote de “la chica incorrecta”. Se apropió de la etiqueta para dinamitarla desde adentro. No le teme al qué dirán. Dice lo que piensa, muestra lo que siente y se planta como es. Tal vez sea eso lo que la vuelve magnética, su fidelidad brutal a sí misma. Creció, sí, pero no como dictan las recetas de la historia del pop. Tras años de coqueteo con diversos géneros, ahora hace rock nacional. El último fin de semana de mayo, frente a 100.000 personas en dos noches consagratorias en el Estadio Vélez Sarsfield junto a Sedal Argentina, lo dejó todo (y algo más) sobre el escenario. Confirmó que no alcanza con llamarla popstar. Porque Lali es, hoy, una rockstar de cuerpo entero. Y está en su mejor forma.
El 29 de abril lanzó su álbum No vayas a atender cuando el demonio llama. Ya desde ahí se intuía que estaba todo pensado con obsesión de una coleccionista. Porque antes que ícono, es oyente. Escucha, estudia y luego destruye lo aprendido para construir algo propio. Sus últimos dos shows fueron la validación de esa tesis. Arrancó con “Lokura”, enfundada en un body de encaje negro, con un sombrero que recordaba la solemnidad combativa de Beyoncé en la era Lemonade (2016). Durante las casi tres horas siguientes, la artista mutó en frontwoman de una banda incendiaria que versionó su discografía con espíritu de garage y presentó un repertorio plagado de citas que iban desde Madonna, Joan Jett y Blondie, hasta Britney Spears, Miley Cyrus y Charli XCX.


Jugó con sus contrastes. Blanco y negro en las pantallas, rojo en las luces, sensualidad en la coreografía, pero también un puñado de momentos íntimos donde la emoción se quebraba. “Me da mucha alegría presentar este álbum como si esto fuera el patio de mi casa. Gracias por el esfuerzo de venir hasta acá, de pagar una entrada. Este equipo trabajó para regalarles un momento inolvidable”, dijo en la noche inaugural, tras una trilogía que incluyó la ya mencionada “Lokura”, “Sexy” y “2 son 3”. La ovación parecía no tener punto final, mientras ella, sorprendida, preguntaba incrédula: “¿Qué? ¿De nuevo?”.
No pasó ni media hora del primer show cuando el estadio estalló en un canto que no figuraba en el setlist: “¡Milei, basura, vos sos la dictadura!”. No fue uno. No fueron dos. Fueron varios momentos durante el fin de semana en que el grito se repitió con sincronía. Desde las gradas hasta el campo delantero, como si el Amalfitani hubiese mutado en una asamblea abierta. Tras los ataques recibidos a su ídola en los últimos meses, el público respondió con la herramienta que ella misma les entregó: la música, convertida en símbolo de pertenencia e identidad.
De hecho, esa identidad fue el hilo conductor de todo el espectáculo. La bandera de la comunidad LGBTQ+ nunca se apartó de sus manos; al contrario, la cantante la enaltece cada vez con más presencia. Uno de los momentos más impactantes de la noche llegó cuando un grupo de 16 drags tomó el espectáculo para un desfile explosivo de color y libertad, al ritmo de “Soy”. Pero la celebración no terminó ahí. Moria Casán, emblema de la cultura nac & pop, se sumó al orgullo colectivo subiendo al escenario en ambas noches para interpretar “Quiénes son?”, un tema de su disco anterior que incorpora un audio que la diva le envió a Lali, tras la petición de samplear aquella frase que da título a la canción. “Qué orgullo estar en esta institución tan gloriosa, tan reventada de gente. ¡Qué maravilla! Un aplauso para esta gladiadora del pop. Por primera vez en la vida me cuelgo de alguien“, confesó la conductora.
La furia del pop llegó de la mano de Joaquín Levinton y Miranda!. Temas como “KO” y “Baum Baum” completaron una tanda de puro cardio. Pero fue la reversión de “Loco un poco” junto al líder de Turf que enloqueció al público. Luego, dio paso a una serie de canciones más sensuales. En una oda a la feminidad, Espósito apareció vestida con un body brillante y botas altas, colocando una silla en el centro del escenario para interpretar “Ahora”, canción que culminó en un solo de guitarras, ejecutado por dos mujeres. La atmósfera festiva volvió con el dúo pop y su colaboración “Mejor que vos”, seguido por “Histeria”, “1Amor” y “S.O.S”, este último con la presencia de Taichu en el escenario.


Musicalmente, el espectáculo fue un viaje por todas las facetas de Lali. Desde el hyperpop en “Cómprame un brishito” hasta la intensidad del rock en “33”, tema de su sexto disco interpretado junto a Dillom, quien, pese a no poder estar en la primera noche por compromisos de gira en Uruguay, se sumó en la segunda función. Baladas como “No hay héroes” y “Perdedor” también tuvieron peso en el setlist. Sin embargo, fue con “Incondicional” -canción que dedicó a su amigo y coescritor Martín Galán– que la estrella no pudo contener las lágrimas en las dos veladas. “Necesito un minuto”, se sinceró, para luego agregar: “No saben lo que se ve desde acá, es muy impresionante. Muchas gracias”, en la función del 24 de mayo.
Ambas noches concluyeron como empezaron: con fuego, en sentido literal y simbólico. En “Plástico”, Lali gritó el verso que da nombre al disco: “No vayas a atender cuando el demonio llama”. En las pantallas, el rostro de ella se distorsionaba como en una pesadilla posmoderna. Las luces. El humo. La música. Todo parecía colapsar. Pero en ese caos, algo se ordenaba. “Quería hacer un show con nuestra identidad y los escucho con la pasión y la emoción con la que cantan y siento que es una misión cumplida. En Argentina estas cosas pasan porque tenemos unos huevos enormes y porque tenemos el mejor público del mundo”, expresó, para cerrar el fin de semana en Vélez con “Fanático”, “Pendeja” y “No me importa”.